Por Julieta Penagos
Valentina es una mujer dulce, con tono de voz pausado y muy reflexiva. Hace 22 años forma parte de las FARC en Colombia y desde allí, interesada en los feminismos, lucha por la equidad y la participación de las mujeres dentro de la ex organización guerrillera, hoy partido político.
Las mujeres hemos tenido roles específicos en cualquier espacio social, roles que se han ido removiendo lentamente. Para las que militaban en la ex guerrilla de las FARC ha sido igual. Paulatinamente, empezó a crecer su porcentaje de participación y de paso lento a transformarse las responsabilidades de todos y todas al interior de la organización.
El reto no era sencillo: si bien durante el proceso de paz esa guerrilla demostró verdadera voluntad política para incluir la perspectiva de género en sus acuerdos, sus militantes, incluyendo los miembros del secretariado, no eran conscientes de que las mujeres tenían desventajas familiares y sociales que volvían más difícil el que pudieran participar en igualdad de condiciones en la contienda política, que su tradición de servicio y sumisión y más teniendo en cuenta el origen de la mayoría, impedía vencer características como la timidez, ejercicio fundamental para emprender cualquier proyecto o liderazgo.
La ex guerrilla de las FARC, aunque fuera una fuerza clandestina e ilegal, también reflejaba los valores de la cultura patriarcal y sus integrantes presentan las mismas resistencias, perceptibles en sus argumentos a la hora de reconocer y entender las diferencias y obstáculos que hay entre hombres y mujeres. En mi opinión, uno de sus errores ha sido “abrir espacios” sin tener en cuenta estas consideraciones porque en la práctica la mayoría de las desventajas que viven las mujeres aún se mantienen.
Conocí a una de ellas, Valentina Beltrán, habitante de la zona veredal del municipio de Icononzo en el departamento del Tolima. Duramos horas hablando en torno a un tema que resulta que a ambas nos interesa: el feminismo. Valentina ingresó hace 22 años a la organización, empezó, como muchas, en la militancia estudiantil, por la época en que el Estado colombiano asesinaba de manera sistemática a quienes integraban el partido político UP, Unión Patriótica, mediante la estrategia que denominó “El baile rojo”, situación que llevó a muchos y muchas a que tomaran la decisión de continuar con su proyecto político en la clandestinidad, con la insurgencia.
Pese a la rudeza de la guerra, Valentina es una mujer dulce, con un tono de voz pausado, muy reflexiva y con información vital y académica suficiente para percibir muchos asuntos. Ella entiende el peso casi irracional de cultura, tiene herramientas para hacerle preguntas y aportar en la discusión al interior de su organización con el sueño de alcanzar una verdadera equidad de géneros.
Sobrevivir a los encierros
En el año 2005 durante el período presidencial de Álvaro Uribe Vélez, Valentina fue detenida por seis años y medio en el reclusorio de mujeres de Bogotá. Sin embargo, aquel período fue aprovechado por ella ya que avanzó en sus estudios universitarios, graduándose como comunicadora social en la Universidad Nacional de Colombia. Paralelamente trabajaba como monitora y docente en la escuela de la cárcel.
La academia no sólo hizo posible que Valentina conociera las corrientes teóricas de la comunicación, el culturalismo y las nuevas formas de comunicación alternativa; sino que también conoció el enfoque de género y leyó “El segundo Sexo” de Simone de Beauvoir. En la cárcel y ante la ausencia de personal docente, fue autorizada por las directivas para enseñar en otros patios con reclusas juzgadas por delitos distintos al suyo, al de rebelión, pero le prohibieron dar materias como ciencias sociales por temor a lo que una insurgente les pudiera enseñar. Valentina sonríe todavía sorprendida recordando ese episodio.
Leer a Simone de Beauvoir y compartir historias con sus demás compañeras del reclusorio -sus dolencias, ciclos de violencias, desamores- hicieron que se replanteara la vida: “Mi actividad política como sujeta y militante de las FARC, que tiene una posición de clase -anticapitalista y en la actualidad antipatriarcal- para incidir y ampliar en ese aspecto, en el de la visión de género”. En el patio 6 de rebelión del reclusorio de mujeres, Valentina se reconoció como feminista asumiendo cambios y posturas en lo práctico y en lo cotidiano, pero manteniendo siempre una unidad frente a la postura de clase.
Si ingresar a la guerrilla representa un antes y un después a su vida, salir de cárcel y pasar por la universidad también lo fue. Afuera, conformó los rigores de un sistema que obliga a todas las poblaciones a trabajar sin descanso bajo la promesa de cierta estabilidad; encontró lo que se ha denominado las nuevas ciudadanías, formas diversas de estar e interpretar la realidad. Sobre ese aspecto es crítica, y sugiere que si sus formas organizativas siguen caracterizándose por su individualidad y debilidad, serán incapaces de generar verdaderos cambios.
Una vez afuera, Valentina decide ubicar de nuevo a las FARC que en ese momento, aunque todavía en la ilegalidad, se encontraba en la fase final de negociación de la paz con el gobierno colombiano. Consiente de su moral revolucionaria, pone al servicio de su organización todos esos saberes adquiridos en sus años de militancia insurgente y en su experiencia académica en la cárcel, y la coyuntura le hacía una buena jugada: llega para los preparativos de la X Conferencia Nacional Guerrillera de las FARC que fue sin duda, un momento histórico para el país y para la guerrilla.
Durante el evento, la guerrillerada decidió defender el proceso de paz con el gobierno colombiano y aprobar los seis puntos acordados en meses pasados. Fue allí donde pudo ejercer su carrera de comunicadora. Participó en la organización de todo el paquete de recepción a más de 850 periodistas de Colombia y del mundo que llegaron allí para cubrir el evento. El equipo de comunicaciones de las FARC estaba compuesto en su mayoría por mujeres, eran ellas las encargadas de generar piezas informativas sobre lo que allí estaba pasando. El mundo conoció entonces la vida íntima de esta guerrilla, su cotidianidad y la decisión política de reincorporarse a la sociedad civil a través de este proceso de paz.
Cuando recuerda este episodio sonríe satisfecha: “uno de los asuntos mediáticos más importante fue justamente el que una organización insurgente que nunca había tenido contacto amplio con los medios de comunicación masivos, haya podido ofrecer una información distinta a la que los medios hegemónicos habían ofrecido antes”.
Sobre la importancia e incidencia de los medios de comunicación, los responsabiliza por ciertos mitos acerca de la mujer fariana, como la de ser objetos sexuales, masculinizadas, abusadas por todos y forzadas a pertenecer a la guerrilla; información que fue creada, dice ella, al interior de estos medios con el objetivo primordial de desprestigiar a la organización.
En un mundo que se complica con los días, que atraviesa cambios ambientales drásticos y que se vuelve violentamente competitivo, crece el porcentaje de hombres y mujeres que han decidido no tener hijos. Las razones son perfectamente comprensibles si sumamos además que los paradigmas especialmente femeninos han cambiado y muchas de ellas priorizan otras actividades antes que la maternidad. Sin embargo, esa no fue su decisión y es madre de una niña de tres años. En su vida, ha sido un reto también político muy importante y fundamental porque “es la extensión de sus sueños como mujer humanista y revolucionaria”.
Las y los herederos de las mujeres ex combatientes
En un contexto de guerra, la discusión sobre la vida y la muerte toma caminos no considerados por muchos: el conflicto entre el gobierno de Colombia y las FARC tuvo niveles profundos de agresividad que hacían imposible cumplir con las exigencias de la crianza. Todos los gobiernos, incluyendo el de Juan Manuel Santos, utilizó a menores hijos de guerrilleros como objetivo militar; el caso más emblemático quizás, fue el de la hija de Simón Trinidad, usada por el Estado para mermar la moral del guerrillero ya privado de la libertad y el de la tropa, asesinando a la jovencita en un bombardeo. Las fuerzas militares colombianas tenían conocimiento de la presencia de la menor en el campamento y pese a ello se ordenó el ataque.
El sueño de la maternidad y paternidad se postergaba para todos debido a semejantes condiciones. Finalmente se dio el momento y las zonas veredales empezaron a poblarse con niños, niñas y mascotas; para la mayoría, ese fue el primer impacto que tuvo el proceso de paz en sus vidas. Si las complejidades de la guerra no hicieron posible la formación de una familia, la esperanza de un destino distinto fue la razón para tomar la iniciativa y ser madre: “es nuestra motivación, es un sello de garantía de nuestra decisión política para continuar en la organización y en nuestro proyecto colectivo, y es a nuestros hijos e hijas a quienes les vamos a legar éste importante hecho histórico, de que las FARC hayan armado un acuerdo y se hayan comprometido con una paz con justicia social”.
Valentina es una mujer de más de 40 años y el diagnóstico médico no era muy alentador, se preveía un embarazo de alto riesgo debido a su edad. Esta situación es definida por ella como el rompimiento de un mito más, pues su período de gestación fue maravilloso y sin dificultades. Sin duda, esta nueva época ha estado llena de todo tipo de aprendizajes y de acuerdo a su experiencia, la más importante para ella es que es posible ser mamá, sujeta política y militante, aunque también es más difícil. Si bien las responsabilidades de la hija son compartidas con su compañero, para ambos ha sido bastante complejo, sus obligaciones políticas deben ser resueltas con la pequeña en brazos desafiando la seriedad de estos compromisos por la incompatibilidad entre la condición juguetona de la pequeña y los niveles de concentración que se dan en estos contextos.
A menudo, piensa en la mirada que puede tener la sociedad civil frente a la reincorporación de hombres y mujeres y lo hace desde una óptica bastante clara, la de los prejuicios en razón del sexo y género de las personas y en razón de su propia condición de mujer ex combatiente. La forma en que habla refleja sus convicciones ideológicas y todos los años de militancia. En nuestra conversación sobre feminismo y un posible antagonismo entre éste y la lucha de clases, utiliza términos que apelan a ambas corrientes.
“Hoy tengo claro que el patriarcado es milenario y antecede al capitalismo, lo que hace el capitalismo es adoptar sus estrategias y valores para mantener su poder y dominación entre hombres y mujeres y entre clases sociales; es ahí donde entendí que es fundamental tener claridad sobre los feminismos, y más allá de adoptar a uno de ellos, es entender que la única forma de eliminar las desigualdades entre hombres y mujeres es en nuestro cambio radical de imaginarios y prácticas incluso desde la cotidianidad, también desde la formación temprana a nuestros niños y niñas y desde la sensibilización a todas las poblaciones de hombres y mujeres pero sin perder de vista el objetivo final que es generar transformaciones de corte estructural que son el modelo económico, cultural, social…”.
Y la pregunta se la hice porque es una mujer de izquierdas, feminista y porque es una vieja discusión que se da en todas las tendencias de izquierda en el mundo; y es que la situación se complica si recordamos que en todos los estadios sociales las mujeres están al final de los niveles de discriminación: No es lo mismo ser un obrero que una mujer obrera, un ex guerrillero que una mujer ex guerrillera o un indígena que una mujer indígena; eso significa que las desigualdades se viven de maneras distintas, están presentes en todos los contextos y -acá se vuelve incomodo- al interior de la izquierda las mujeres también son atravesadas por las discriminación, el sexismo y la desconfianza en sus capacidades por el hecho de ser mujeres -las FARC fueron una guerrilla de izquierda-.
El feminismo ha tenido que transformar todas las prácticas sociales, culturales, políticas, educativas y económicas de derecha, de centro y de izquierda; lo que equivale a que con el feminismo las mujeres hayamos tenido la posibilidad de ascender socialmente sea cual sea nuestro contexto político o tendencia ideológica, razón por la que éste ha sido abrazado también por mujeres ideológicamente de derecha o de clase alta, por ejemplo.
Para algunos teóricos y académicos que han reflexionado sobre este caso puntual, el feminismo es un “fenómeno” quizás disociativo porque no es ni una tendencia, ni una práctica, ni una ideología -o como quieran nombrarlo- que beneficie de manera exclusiva a las mujeres de clases sociales bajas. Sin embargo, las corrientes o tendencias políticas que más se han tomado en serio la incorporación en sus agendas del enfoque de género han sido justamente los partidos de izquierda. Lo que yo creo en realidad, es que el feminismo reconoce la discriminación en cualquier escenario, incluyendo el que hay en las organizaciones de izquierda o corte progresista y evidentemente eso puede generar discusiones o divisiones, y porque replantea las relaciones de poder, estructuras presentes en todas las tendencias. Todo un cuento…
Finalmente, Valentina reconoce el esfuerzo de las FARC para sumir estas “nuevas” concepciones e insiste en que ella ingresó a la organización asumiendo roles con los hombres en igualdad de oportunidades. Quizás esa parte no la crea, pero también yo quiero reconocer como Valentina, el valor de la ex guerrilla de las FARC para entender que políticamente era importante acercarse y empezar a entender qué es eso de la visión de género y cómo desconocerlo incluye en la perpetuación de las desigualdades sociales.
Quienes combatieron en las filas de las FARC ingresan a una sociedad capitalista, con altísimos niveles de concentración de riqueza y profundamente patriarcal. Las prácticas de convivencia de sus militantes estaban mediadas por el compañerismo y la vida en comunidad. Hablar con un ex combatiente es descubrir cierta ingenuidad sobre las formas necesarias para sobrevivir económicamente en una sociedad individual. Valentina tiene la ventaja de ser una mujer formada, con un español fluido, un timbre de voz suave y unos saberes prácticos que le pueden garantizar un desempeño en la vida civil. Sin embargo, un gran porcentaje de sus militantes no tienen estás fortalezas; muchos llegaron allí muy jóvenes, apenas con estudios en educación básica primaria y acostumbrados a que todo se hace de manera colectiva. Parte de su preparación a la nueva vida, incluye trabajar las fortalezas y talentos individuales y colectivos de acuerdo con sus aptitudes, capacidades y a su formación política. En este contexto, quienes integraban las filas de las FARC tienen conciencia de la importancia del trabajo colectivo y de defender el proyecto como comunidad.
Mientras se readaptan a la nueva vida, esperemos que ahora en la legalidad y como partido político continúen en la tarea de construir una sociedad menos desigual y que incluya también a las mujeres.
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