El 15 y 16 de mayo se realizará en Chile el proceso electoral que elegirá constituyentes generales, quienes delinearan los puntos para su nueva constitución. Dialogamos con la activista feminista, comunicadora y política de izquierdas, Valentina Olivares Grey, en torno a los desafíos, tensiones y posibilidades que abre este proceso.
Por Camila Parodi, Laura Salomé Canteros y Maru Waldhüter | Foto: El desconcierto
“¡El neoliberalismo nace y muere en Chile, compañeras!”. La promesa y el grito de liberación se escuchó tras el segundo Encuentro Plurinacional de las que Luchan, una cita de los feminismos sin fronteras previa al 8 de marzo de 2020, el más multitudinario en la historia de ese país. Aún se sentía en la piel el estallido de dignidad que despertó al pueblo chileno en octubre de 2019 y la pandemia no era más que un guión de cine apocalíptico. “Necesitamos una Constitución feminista”, se escuchaba por los pasillos de la Universidad de Santiago, a modo de propuesta ante el ánimo destituyente de un Estado neoliberal a manos de Sebastián Piñera que asesinó, torturó, saqueó e hipotecó las vidas y los futuros.
Valentina Olivares Grey es activista feminista, comunicadora y política de izquierdas. Es integrante de una generación que se anima a correr el cerco de lo posible y una militante de la unidad para combatir el terrorismo del capital poniendo a la política en el centro. Es ágil, sensible, consciente de lo inédito del momento y cuenta con la experiencia para explicar el contexto de una de las elecciones más complejas en la historia de la región. Chile despertó contra la precarización de la vida, la desmemoria y el racismo. Y estalló en propuestas y candidaturas constituyentes para la vida digna, la autonomía y la felicidad de los pueblos.
Serán dos días de históricas elecciones: el sábado 15 y el domingo 16 de mayo, y se elegirán alcaldes o alcaldesas, gobernadores o gobernadoras, concejales o concejalas y constituyentes generales. Con la mirada en la conformación de un órgano que defina las bases de una nueva convivencia, esta elección escogerá a 155 candidatxs 100% elegidos por quienes voten, que tendrá carácter paritario y 17 de ellos serán escaños reservados para integrantes de pueblos indígenas. El recuento de votos se realizará el domingo después del cierre de mesas, alrededor de las 18 hs, y se definirá primero la conformación de la Convención General, aquella que otorgará voz y redactará una nueva Constitución.
Dialogamos con Valentina Olivares Grey, en exclusiva, para FM La Tribu y Marcha Noticias.
***
– ¿Cuáles son las claves de cara, primero a estas elecciones constituyentes del 15 y el 16 de mayo, y luego hacia noviembre con las presidenciales?
En primer lugar, les invito a desconfiar de cualquiera que en Chile oferte una proyección muy confiada de los resultados electorales, sobre todo de las Constituyentes, por muchísimas razones. Una de ellas es la que compartimos, el contexto de incertidumbre que genera la pandemia con las crisis sociales y económicas asociadas. La segunda, tiene que ver con el estado actual del sistema de partidos; la crisis política es muy profunda y todavía no termina de ordenarse. El órgano constituyente no va a lograr resolver la profundidad de la crisis política ni la crispación del sistema de partidos. Entonces, hay un gran problema, la separación entre la Constituyente y las herramientas e instrumentos políticos, que son los partidos y las organizaciones que se forjaron de 2011 en adelante pero pre estallido. Dentro de éstas están el Frente Amplio, pero también las colectivas feministas o las grandes coordinadoras de movimientos sociales. La separación es tan grande que un mismo elemento puede ser leído de diferente manera o con diferente intensidad.
Por ejemplo, hay una demanda muy fuerte de participación y horizontalidad que está cruzada por la desconfianza en los partidos políticos tradicionales. Desconfianza con cierta manera de ejercer el poder en Chile; un poder que está representado en las élites económicas y políticas, pero que en el campo de la discusión pública se restringe a un “algo en contra de los partidos”. El estallido social es una emergencia muy fuerte de la conflictividad de las clases trabajadoras, con quienes consienten y se benefician del monopolio neoliberal en Chile. Tiene la forma de un conflicto “de la gente con los partidos y con los dirigentes políticos”; y eso es muy complicado porque dificulta, por una parte, la capacidad de los partidos y de las organizaciones de vehiculizar una respuesta política democrática a la crisis y por otro lado, porque le da cancha a los poderes fácticos que pueden prescindir de la política para manejar el país.
O sea, hay un gobierno con una legitimidad muy baja que marca cero en las encuestas. Pero aún así tiene la capacidad de determinar la manera en que se gestiona la pandemia en términos sanitarios y que tiene la capacidad de determinar cuáles son las condiciones en las que va a empezar el proceso constituyente. Las medidas que ha tomado frente a la crisis, son muy pro capital en todos los ámbitos posibles; por ejemplo, en vez de subsidiar las remuneraciones de las y los trabajadores, anuncia un paquete de ayudas que básicamente es inyectar liquidez a las empresas a través de un subsidio al empleo. Entonces, facilitan los despidos a las empresas, congelan los salarios y luego subsidian a través de plata estatal. Y aún así, teniendo casi no legitimidad política, le permiten mantener las tasas de ganancias del capital y al mismo tiempo cumplen un fin político. Entonces, hay una disputa muy férrea en la que, aún sin legitimidad política, hay un sector del país que está normando, definiendo la cancha en la cual se va a jugar el proceso constituyente en los próximos años. Y por otro lado, los partidos progresistas o de izquierdas -dentro de los cuales podría identificar el tronco socialista dentro de la ex concertación, el tronco comunista y entremedio el Frente Amplio-, está muy tensado y no logran poner la pelota al piso, restituir la centralidad a la política y decir lo que hay aquí.
Vamos a disputar en esta cancha. Ha sido muy complejo en varios ámbitos, sobre todo tomar ciertas labores de conducción política en un momento de crisis donde la gente está muriendo, está enfrentando problemas que no tenía. Aquí en Chile volvió a aparecer el hambre y está apareciendo la desnutrición. Hay un retroceso civilizatorio, por así decirlo, respecto a las condiciones de vida de la gente, y eso requiere de instituciones que den respuesta. Y la barbarie en términos económicos y de sostenibilidad de la vida se profundiza. Y le ha costado m ucho a los partidos de oposición ponerse de acuerdo en una agenda más allá del rating de las encuestas o de lo que ocurra en las redes sociales.
– ¿Qué clima se vive?
La disposición a movilizarse y la demanda de un cambio profundo sigue siendo muy fuerte. No sabemos cuál va a ser el resultado pero esa disposición existe, sobre todo en los sectores más golpeados por la crisis, donde hay mayor precariedad y los primeros lugares donde se levantaron las ollas comunes y las protestas, en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Han sido además las zonas más golpeadas por las políticas del hambre y de criminalización del gobierno de Sebastián Piñera. Han existido políticas de represión muy terribles e inéditas, como la ceguera producida por los aparatos represivos, pero además, ha operado -desde el estallido hasta ahora-, un castigo de clase. O sea, las policías están con una presencia muy fuerte en las poblaciones y eso es algo que no hace noticia salvo cuando hay casos horrorosos, como cuando gasean a las wawas. Hay una política de disciplinamiento que está muy naturalizada. Ese es el momento: de normalización de la violencia; del Estado superfuerte que coexiste con otros elementos.
Entonces, tienes todos estos aspectos conviviendo, solo hay una pulsión constituyente – destituyente muy fuerte; un anhelo, una urgencia de vivir de otra manera que sigue viva a pesar de todas estas dificultades. Y sigue viva principalmente porque es definitoria. El no tener recursos para poder sostener la vida, el agobio que genera la falta de perspectiva y un gobierno de derecha que es un mal gobierno ya que hay una mala gestión del aparato estatal. Es muy complejo el esfuerzo que hace la derecha por destruir a la derecha, o sea, la derecha como sector social económico. Y eso es peligroso porque es la única herramienta que tenemos las fuerzas populares, porque no tenemos otra cosa que darle un cauce democrático a las necesidades de cambio que tenemos. Y bajo esa perspectiva, el proceso constituyente, más que darnos una Constitución que supere el neoliberalismo, lo más significativo es que nos puede dar voz; y lo más esperanzador es que nos dé un ordenamiento del conflicto político.
Foto: Luis Hidalgo
Decir, ¿cuáles son las posiciones de los actores?, y que aparezca en el fondo, ¿qué es lo que se está dispuesta a negociar? Y ahí yo me pongo en el plano del deseo. Esa claridad política hoy día las fuerzas de cambio no la tenemos. Entonces, tenemos que administrar un conjunto cada vez más grande de demandas que en la medida que se profundiza la crisis económica y social es más difícil de administrar y ponderar. Pero esta jerarquización es un ejercicio que tenemos que hacer. Tenemos que ser capaces de conversar sobre estrategia política. ¿Y por qué los instrumentos políticos no son lo suficientemente fuertes para liderar esa conversación? Yo creo que la elección presidencial debiera dar algo de eso. Y que el órgano constituyente nos debiera restituir esa capacidad de dialogar y de generar estrategias desde el mundo popular y feminista para trazar un camino de largo plazo.
– ¿Qué opinas sobre las candidaturas populares y qué obstáculos se les presentan dadas las características y el contexto de estas elecciones?
Hay una alta dispersión. Es que para la Constituyente, necesitamos un elenco que cumpla con tales características en términos de programática, de perfiles, etc., y que a partir de eso pueda proyectarse una disputa en una cancha común donde pueden llegar a un acuerdo. No hubo ninguna capacidad de negociación política que asegurara lugar para los dos tercios que requieren las fuerzas antineoliberales en este país. El único efecto positivo que eso tiene entre comillas, es que a medida que aumenta la competencia electoral es asegurarte una mayor participación, pero siempre teniendo en cuenta que la votación que tuvimos en el plebiscito es nuestro techo, no nuestra base. Es más probable que gente que antes no votaba o que la gente que no estaba votando pero que se incorporó a votar en la elección del plebiscito, vuelva a votar en esta elección del 15 de mayo. Entonces te asegura mayor apatía, competencia y dispersión, pero también mayor participación; pero no así elegibilidad. Porque como se elige por sistema D’Hondt, a la derecha, al darle una sola lista aún un mal resultado es un sistema que a ellos les beneficia.
Las elecciones constituyentes tienen aspectos novedosos, el contexto de pandemia, por lo que hay incertidumbre respecto a cuánta gente va a participar, si te van a dar permiso, si lograrás trasladarte a la ciudad a la que votas, etcétera. Y por otro lado, está el hecho de que hay dos elecciones nuevas; una es la de constituyente que es inédita ya que nunca antes votamos por un órgano constituyente paritario y además, está la elección de gobernaciones o intendencias, que es la primera vez que se van a elegir democráticamente ya que hasta ahora son designaciones del Ejecutivo. Entonces, es una elección en sí misma compleja por la cantidad de información y la cantidad de niveles institucionales que están en disputa. Y por supuesto, el gobierno está más informado en las campañas masivas pero realizando muy pequeñas campañas informativas para dar cuenta de qué es lo que se elige. Ahí las campañas de candidaturas populares, del mundo feminista, de los movimientos sociales, desde los movimientos anticapitalistas, tienen una primera barrera a sortear: los niveles de desconocimiento son mayores. Aún así, la buena noticia es que la gente sigue con una pulsión de movilización muy fuerte.
– ¿Qué opinas sobre las candidaturas feministas a la Constituyente?
Las candidaturas en el arco feminista son una conquista muy importante, inédita pero no tuvimos un elenco feminista único. Hay compañeras que compiten con los mismos perfiles, en los mismos segmentos etarios, más o menos en el mismo distrito. Entonces, en vez de fortalecer a una compañera, tenemos una lucha fragmentada donde en el fondo se obliga a las compañeras a competir; y esto es por la falta de estrategia, de capacidad de negociación de las fuerzas políticas. O sea, sí ha existido alguna especie de acuerdo tácito programático respecto de cuáles son los aspectos centrales, que tienen que ver con la ampliación del concepto de trabajo o el Estado garante, el reconocimiento de los derechos que son importantes para superar los principios con los que opera la Constitución actual; ya que programáticamente hay una buena base de acuerdos dentro de los sectores feministas y los movimientos sociales. El problema es de orden político y de cómo disputamos el poder en un escenario tan complejo.
Tenemos que ser muy astutas y estratégicas para enfrentar ese proceso. Y no porque sea importante que la Constitución que salga tenga legitimidad; sólo eso tiene una importancia en sí misma, sino porque necesitamos abrir un camino y eso requiere de reordenar posiciones, refundar y reorganizar ciertos espacios del mundo como feminista. Y para eso, no se toca morder más de lo que estamos mordiendo el día de hoy. Pero al menos en lo programático, en la centralidad de ciertas disputas institucionales, hay acuerdo. Sobre todo dentro de los feminismos que venimos desde 2018, compañeras con las que nos conocemos desde 2011, que somos parte de la misma generación política, solo que tomamos caminos distintos en las elecciones del 2010, 2013 y 2017, pero que en términos generacionales, programáticos e ideológicos, pertenecemos a lo mismo. Entonces, debiéramos tener la capacidad de dialogar y de generar estrategias conjuntas.
– Si los sectores populares son quienes van a intentar sostener el cauce democrático -o tener un mejor cauce democrático- en Chile, del otro lado, ¿Qué tenemos?
En Chile, es el conflicto capital- vida el que estalla en el 2019 de manera súper concreta, muy material, evidenciando el protagonismo de espacios de asociatividad que no son los tradicionales y que son relativamente nuevos, que no están anclados a los troncos políticos tradicionales. Básicamente son esos espacios de asociatividad los que de alguna manera afloran, una politización de la juventud de clase media y clase media baja y clases populares que protagonizan activamente la revuelta; también sus padres y madres, porque también las familias fueron parte en los momentos de mayor masividad. Las movilizaciones son esas capas de la juventud hasta los cuarenta años, que está muy golpeada por las condiciones de vida en Chile, las que protagonizan ese estallido plebeyo y hay un encuentro plural de identidades. Hay un ímpetu clasista súper fuerte, pero que no tiene la forma que tenía en el Siglo XX. Son formas no tan puras y no tan cómodas de coexistir con esas prácticas políticas de desobediencia. Entonces, es difícil encajonar lo que está pasando con los actores populares, pero sí decir que son las y los principales protagonistas de las protestas y de las miles de formas de desobediencia que contienen niveles de politización súper amplios. Y por eso, es muy importante que el órgano constituyente nos pueda permitir un espacio de diálogo, no solamente dentro del órgano. Y cuando digo constituyente, me refiero a la mirada de proceso que nos permita tener ese diálogo social y popular, que al menos nos marque un camino.
Y respecto a la derecha, con el gobierno de Sebastián Piñera se cae y termina de caer una idea que se asimiló con mucha facilidad en el espacio público, que era que la derecha chilena era como una derecha moderna, una derecha renovada, no tan atrasada. En Chile, la centroderecha en sí misma ocupa el espacio radicalizado y tiene el arco suficiente para moverse al extremo. De hecho, Piñera lo primero que hizo fue apelar a la agenda de derecha más radicalizada, a la agenda anti migratoria, a la agenda anti mujeres. Entonces, más allá de que la figura de José Antonio Kast fuera más radicalizada, da un poco igual. Y sí, por mucho que esté fragmentada en términos políticos y de la gestión de gobierno, la unidad de clase que tiene la derecha es indiscutible. O sea, hoy día están todos desmarcados del gobierno pero para el momento de armar las listas parlamentarias, listas para la Constituyente, se les olvida todo eso y van en una sola lista. Son el sector que tiene mayor unidad ideológica y mayor unidad en torno a lo que van a defender. Tienen muchas diferencias en torno a la gestión de la crisis, tienen diferencias y disputas, digamos, hegemónicas, pero la unidad programática no está en cuestión.
– En el marco de lo posible, ¿hay algo que pueda el sistema de partidos en este contexto?
Lo que se está pudiendo hacer hoy día es básicamente dar respuestas desde el Poder Legislativo, respuestas de corto alcance pero interesantes porque se han generado dentro de la discusión legislativa ciertos pisos mínimos respecto de los que debiera ser difícil retroceder. Entonces, los partidos a nivel legislativo están de facto dando por superadas o avanzando respecto a la superación de la Constitución del 80 -a la que el pueblo le dijo que no- aún con muchos desajustes. Hay ciertos acuerdos que debieran ser base, ante el sistema de pensiones, en términos tributarios, en términos de la legislación para los cuerpos feminizados, en la garantía de los derechos sexuales y reproductivos. Entonces, los partidos a nivel legislativo están dando ciertos pasos y están ya corriendo ciertos cercos que tienen que afirmarse en varios niveles que tienen que dialogar con las necesidades más urgentes que tiene la población, con las demandas y los sentidos comunes, sin caer en extremos conservadores. Y eso exige que los partidos tengan mayor capacidad de diálogo entre éstos y que abran espacios de diálogo con la población; y que al mismo tiempo, sean capaces de ocupar el rol todavía de representar intereses políticos populares, aunque aspiremos a una profundización de la democracia participativa, sustantiva, etcétera. Lo que queda de una casa representativa tiene que ejercerse, no se puede renunciar a ello y se tiene que tener la capacidad de representar los intereses populares en momentos de crisis.
Entonces, lo que los partidos pueden hacer, tiene que ver con eso. A nivel legislativo tienen que implementarse en espacios donde haya capacidad ejecutiva, es decir, hay cosas para las que, por ejemplo, los municipios tienen atribuciones y que pueden ir anticipando cambios que se pueden fraguar a nivel constitucional. Y tienen que ver la misma capacidad de darle mayor poder y mayor voz a las instituciones a nivel local, a los liderazgos municipales. Vamos a tener los próximos gobiernos locales y el gobierno nacional va a ser un gobierno de reconstrucción; ya que, como a todos los países y a todos los Estados les va a tocar reconstruir después de la crisis de la pandemia. De un eventual gobierno de coalición de transición, pero tiene que mantenerse la capacidad de los movimientos sociales y de los movimientos populares de poner los puntos sobre las íes, de decir cuáles son las urgencias de las fuerzas políticas.
– A vos, Valentina, con tu subjetividad, ¿Cuál es la consigna desde el estallido a esta parte que más te hace sentido?
La que más me hace sentido, pero hay que darle la vuelta porque está romantizada, es “Hasta que valga la pena vivir”. Es la que más me hace sentir. El problema es que, claro, la pandemia nos hizo retroceder. Ahora es hasta que se pueda vivir y es suficiente sobrevivir porque para tener una vida que valga la pena hay que tener una vida primero.
Foto: Luis Hidalgo
Y en esto, resaltar que hay un momento muy potente de los feminismos en Chile, una instalación de cierto sentido común que es importante y que nos va a tocar ser muy muy fieras en defender la dirección de esos campos: las demandas que tienen que ver con el cuidado y la sostenibilidad de la vida perfectamente pueden ser incorporadas bajo el paradigma de ampliación de la subsidiaria del Estado. Los feminismos llegan con muy buen pie al proceso constituyente, en términos programáticos, respecto a las luchas socio- ambientales, respecto a las luchas contra las violencias machistas, al cumplimiento de la educación no sexista, respecto a la lucha de las mujeres y de las compañeras migrantes.
Algo va a pasar tras estas elecciones. Yo tengo en alguna parte esa fe y ese optimismo de la voluntad que hay que mantener. O sea, el año pasado, después de todas las muertes y toda la lucha, de toda la hecatombe mundial pandémica, la gente salió en masa a votar y a conmemorar el 17 de octubre. Fue una fiesta popular, con gente en todas partes; es que hay un sentido de pertenencia y auto identificación como pueblo que es súper fuerte.
Leer más:
“El neoliberalismo nace y muere en Chile”