Por Victoria Furtado desde Uruguay (*)
Este 3 de junio nos encontró a las mujeres intentando visibilizar, en distintas partes del mundo, la amplia gama de violencias que sufrimos y las dificultades para hacernos oír en un mundo que nos culpabiliza y justifica las agresiones que recibimos.
En Uruguay, desde Minervas proponemos encontrarnos entre nosotras y decirnos “yo sí te creo”. Retomar esta consigna es para nosotras una forma de avanzar desde el ni una menos hacia la construcción de una conspiración de invisibilidades que dinamite las bases mismas del patriarcado.
La primera vez que salimos a la calle a decir “ni una menos” fue el 3 de junio de 2015. La convocatoria surgió en Buenos Aires motivada por la indignación ante los feminicidios y se multiplicó por América Latina y el mundo. En Uruguay, desde hacía ya unos meses las mujeres veníamos saliendo a la calle con alertas feministas cada vez que asesinaban a una mujer. La decisión de hacer estas alertas, así como la creación de la Coordinadora de Feminismos, fue uno de los principales acuerdos del Primer Encuentro de Feminismos del Uruguay, realizado en noviembre de 2014. Ese 3 de junio marchamos entonces sumando al “ni una menos” la consigna con la que ya nos convocábamos a las alertas: “tocan a una, tocan a todas”.
A partir de allí el 3 de junio quedó instalado como una nueva fecha del calendario feminista, por lo menos en el Río de la Plata. Para Uruguay es significativa, entre otras cosas, porque fue la primera convocatoria de esta nueva etapa del feminismo que puso a miles de mujeres simultáneamente en la calle. En todos los departamentos del país se organizaron marchas y concentraciones con la consigna “Ni Una Menos”, denunciando la violencia que recibimos todos los días y llamando por su nombre al feminicidio, ubicándolo como fenómeno estructural de la sociedad machista en la que vivimos. En muchas ciudades la convocatoria derivó, además, en la conformación de colectivos de mujeres que hoy hacen más densa, diversa y extendida la red que teje el movimiento feminista a nivel nacional.
Es probable que a escala masiva y desde los grandes medios de comunicación se ubique al 8 de marzo de 2017 como el primer hito de este momento de auge de la lucha feminista en el país. Ciertamente, las trescientas mil personas que desbordaron el centro de Montevideo en esa ocasión y los cientos de mujeres que salieron a la calle en todo el país sacudieron con fuerza la modorra patriarcal del Uruguay y marcan un antes y un después. Pero vale la pena recordar que aquel 3 de junio de 2015 ya había convocado a un montón de mujeres, desbordando ampliamente el círculo de militantes feministas que nos veníamos encontrando en las alertas. Cabe decir también que el paro y la imponente movilización de los dos últimos 8 de marzo fueron posibles porque antes hubo indignación por los feminicidios, hubo un grito sostenido diciendo ni una menos, hubo encontrarnos entre nosotras, hubo ejercicio de estar en la calle con las alertas, hubo red tejiéndose en distintas geografías, hubo disputas de sentidos: hubo, en definitiva, organización y lucha.
Hoy, cuatro años después, seguimos haciendo alertas, denunciando, luchando. En lo que va del año ya contamos más de 20 muertas. Por cada una de ellas salimos a la calle, por cada una de ellas nos abrazamos, por cada una de ellas tratamos que el dolor se vuelva lucha. La consigna “tocan a una, tocan a todas” sigue siendo grito pero es también susurro porque va multiplicando sus sentidos. Es grito de lucha cuando decimos, irreverentes e incendiarias, que por cada compañera responderemos todas y que así será hasta prender fuego el patriarcado. Pero es también susurro cuando sentimos en nuestro cuerpo cada una de las violencias, cada uno de los abusos que recaen sobre los cuerpos de las otras. Y es allí cuando nos decimos al oído “hermana, yo sí te creo”; porque cada cosa que viviste tú, la viví yo; y porque cuando te tocan a tí, me tocan a mí también.
Yo sí te creo
En estos años Minervas ha trabajado distintas consignas en torno al 3 de junio, tanto para campañas en redes como para el intercambio en las actividades entre nosotras y con otras compañeras. En 2016 una mano de palma abierta fue nuestra forma de decir y decirnos que no estamos solas, que juntas ponemos límite a la violencia y construimos estrategias de autocuidado.
En 2017 la mano abierta se transformó en puño cerrado para decir que todas juntas luchamos en todas partes. Así, los puños violetas recorrieron la ciudad y estuvieron también presentes en la marcha del 3 de junio. Como decía a propósito de esta campaña Romina Verrua, “la consigna todas juntas, luchamos, en todas partes, como otro modo de decir que no estamos solas y que cada lugar es habitado desde una mirada que lucha por construir un mundo feminista”.
Este 3 de junio nos encuentra a las mujeres intentando visibilizar, en distintas partes del mundo, la amplia gama de violencias que sufrimos y las dificultades para hacernos oir en un mundo que nos culpabiliza o al menos justifica las agresiones que recibimos. En España, la resolución de la justicia de procesar solo por abuso a los cinco hombres que violaron a una mujer de 18 años desató una ola de protestas en ese país y desencadenó además una catarata de mensajes de apoyo a la joven que hicieron viral la consigna “yo sí te creo”. En Argentina, la lucha por el aborto legal está en un momento importante e intenso, al tiempo que en las redes el hashtag #cuéntalo reúne miles de testimonios y denuncias sobre situaciones de acoso, abuso, violación y feminicidio. En Chile, las estudiantes se movilizan y ocupan colegios y universidades para denunciar múltiples casos de abuso, ausencia de protocolos de acción y, en general, el machismo institucional y una cultura de la violación.
En Uruguay también se han generado espacios en las redes para denunciar a acosadores y abusadores, aunque traspasar ese ámbito sigue siendo difícil, tal como lo demuestran los casos más notorios vinculados a músicos y políticos. Un aporte significativo ha sido el de la campaña Libre de Acoso de Colectivo Catalejo, que busca desnaturalizar y visibilizar el acoso callejero, generando investigación, espacios de denuncia y materiales audiovisuales al respecto. El acoso es una forma de violencia cotidiana que recibimos todas las mujeres desde que somos niñas. Funciona como un dispositivo disciplinador tan sutil como eficaz: al tiempo que sitúa a nuestros cuerpos como objetos de los cuales los hombres pueden disponer y sobre los cuales tienen derecho a opinar, también genera en nosotras incomodidad y miedo cada vez que salimos a la calle, que ocupamos al espacio público, reforzando la idea de que nuestro lugar es puertas adentro de la casa. Esta maquinaria perversa logra que demasiadas veces nosotras mismas elijamos no salir o evitemos andar solas de noche para no sentir miedo (y que quede claro que este miedo no es por la inseguridad ni lo resuelve la policía o las firmas de Larrañaga; ese miedo incluye a la policía y a tipos como Larrañaga).
Teniendo en cuenta este contexto, desde Minervas proponemos e invitamos esta vez a encontrarnos entre nosotras y decirnos yo sí te creo, si lo sentís es. Para nosotras, retomar esta consigna es dar un paso más en la denuncia, desde los feminicidios hacia otras formas de violencia más sutiles, arraigadas y difíciles de interpelar. Es darnos fuerza mutua, retomando el susurro y el abrazo. Es generar nuestras propias condiciones y criterios de verdad. Es recrear el gesto primero del entre mujeres. Es reafirmar nuestra conspiración de invisibilidades. Es, en definitiva, dinamitar el corazón mismo del patriarcado.
Hermana, si lo sentís es
¿Qué pasaría si no sintiéramos miedo?
¿Qué pasaría si nos hubieran creído?
¿Y si no nos sintiéramos culpables?
Si lo veo, lo digo. ¿Me crees?
Hermana, si lo sentís es
Si lo vemos, lo decimos, lo creemos
¿Qué pasaría si el miedo no nos paralizara?
¡Hablálo, decílo, gritálo!
Yo lo hablo, lo digo y lo grito
¡Gritemos!
Hermana, yo sí te creo
Creernos es cuidarnos
Creernos es a(r)marnos
(*) Integrante de Minervas