La Química Diaria es una obra que abre un montón de posibilidades en el plano del “Qué hubiera pasado si, hubiese hecho otra cosa” y busca esa relación entre el presente y un pasado que se va modificando, generando así diferentes líneas temporales. Hasta fin de agosto, La obra se presenta los sábados a las 22:00 horas Nun TeatroBar (Juan Ramirez de Velasco 419). Marcha se comunicó con Francisco Prim, director de La Química Diaria, quién dice que cuando una obra es buena genera que quienes están viendo crean en algo que de por sí saben que no es real y concluye: “Eso es el fenómeno más atractivo del teatro. Elegimos creer en ficciones que nos cuentan”
-¿Cómo fueron las acciones del pasado que trajeron la obra hasta este presente?
Hace un año y medio que estamos trabajando con el elenco. La obra se estrenó con un nivel artístico muy alto, pero a medida que se fue consolidando el trabajo y la relación entre los actores, se vio un crecimiento magnífico. Los vínculos son una de las cosas que me gusta trabajar mucho durante los meses previos a las presentaciones. Yo considero que las grandes obras se basan en conflictos de relaciones y de lo que habla esta obra en particular es de la relación de tres amigos. En este caso, los actores realmente se pudieron hacer muy amigos.
El presente de la obra es muy bueno, pese al contexto en el que estamos. Sabemos que hubo una baja importante en la venta de entradas en general y la crisis económica es muy visible. Aun así, podemos hacer nuestro segundo año de presentaciones y la gente se va contenta con la calidad de la obra.
En La Química Diaria se conjugan varias cosas: es una obra que está muy bien escrita y la gran elección del elenco, que no solo hacen muy bien sus papeles sino que también son muy compatible entre ellos. No recuerdo haber participado en otro equipo en el cual esta relación se dé de manera tan fluida.
-En un momento de la obra, actores y actriz siguen siendo los mismos personajes pero cambian las personalidades ¿Cómo se construye eso desde lo actoral?
Tiene que ver con la teoría de los universos paralelos que dice que nosotros vivimos en uno de los tantos universos que existen en simultáneo y tienen mínimas diferencias los unos con los otros. Entonces lo que buscó el autor (Mariano Saba) es justamente trabajar estas pequeñas diferencias. En los ensayos lo que hacemos es apoyarnos en cambios mínimos de vestuario y buscar características que al momento de modificar la línea temporal se vuelvan opuestas, o pequeñas actitudes que podamos exagerar. Siempre cuidando que sean cosas mínimas, pero perceptibles para los espectadores.
-¿Quién tuvo la idea de poner una carpa en el medio del escenario?
Lo de la carpa fue obra de José Escobar, el escenógrafo. Yo, como director, le pedí que no haya una escenografía tradicional. No me imaginaba reproduciendo un bosque o un camping normal. Con esa premisa, él trabajó y la carpa fue una de sus primeras ideas. La probamos y funcionó. Lo que tiene de favorable es que al tener uno de sus lados transparentes permite que funcionen los cambios de luces y con eso le damos el efecto mágico que tiene la obra.
A mi hace tiempo que no me gusta trabajar con escenografías tradicionales, prefiero buscar escenógrafos que planteen cosas fuera de lo normal.
-¿Creés que todo lo que estamos haciendo ahora vamos a verlo crecer en el futuro?
No necesariamente. Por ejemplo la actuación es un arte en el que lo que es tendencia y furor en un determinado momento, se agota prontamente. Si ves cualquier obra que hace 30 años se consideraba vanguardista y la comparás con algo actual, la técnica de actuación va a estar completamente deformada. La técnica tiene una vida útil corta y depende mucho de los directores de vanguardia indicar hacia dónde va la forma de actuar. No creo que tenga una injerencia directa lo que hacemos ahora, en lo que va a pasar dentro de 30 años en el teatro. Si bien el teatro no muere nunca, varían las formas en las que se encaran los trabajos y la forma en que impactan.
y “La Química Diaria” ¿Cómo creés que impacta en el público?
La gente sale muy agradecida de ver buenas obras y La Química Diaria lo es. Cuando una obra está bien escrita y bien encarada genera que quienes están viendo crean en algo que de por sí saben que no es real. Eso es el fenómeno más atractivo del teatro. La gente va, se sienta ahí y le pasan un montón de cosas de distinta índole con algo que de entrada sabe que es mentira. Elegimos creer en ficciones que nos cuentan. Y eso funciona si está bien contado y se vuelve una porquería si el engaño no está bien hecho.