Por Martín Mosquera y Facundo Nahuel Martín. Reseña de Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder, de Miguel Mazzeo.
Hace poco más de un mes apareció en la web un nuevo trabajo de Miguel Mazzeo: Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder. Cavilaciones sobre la izquierda independiente argentina. Nos interesa reseñar su contribución por la claridad con que expone las principales dificultades experimentadas por el conjunto de la nueva izquierda argentina.
El libro de Mazzeo es una saludable advertencia contra los peligros de las dos deformaciones que más poderosamente obturan la consolidación de una nueva izquierda en nuestro país: el fetichismo de la militancia de base y el populismo reformista. Si estas dos desviaciones simétricamente contrapuestas no son superadas, la nueva izquierda argentina se desdibujará ya en un manojo de movimientos barriales marginales, ya en la emergencia desteñida de uno o dos nuevos partidos de centroizquierda, ya en una combinación de ambas cosas.
Por un lado, en la nueva izquierda persisten hasta cierto punto los prejuicios anti-políticos, espontaneístas y desideologizantes de lo que Mazzeo llama “corporativismo”. Ese “corporativismo” tiende a la fetichización de la militancia de base como ámbito privilegiado de construcción y disputa, ignorando o subordinando la integralidad de la lucha política, incluyendo la disputa electoral y la construcción global de una apuesta anticapitalista para el momento actual.
Por otro lado, la reciente “politización” de la nueva izquierda se ha desarrollado asociada al peligro del reformismo. El grueso del libro se dedica a cuestionar la deriva de parte de la izquierda independiente hacia la adopción más o menos acrítica de las formas, tiempos y estilos de la “política de los de arriba”: electoralismo pragmático, desfiguración de las referencias populares, plebeyas y revolucionarias, “lavado” del discurso, reemplazo de las consignas anticapitalistas por programas de gestión “progre” de lo existente, construcción de una propuesta electoral que se ubica apenas unos grados a la izquierda del oficialismo. Esta desviación reformista y populista, presente especialmente en el perfil de campaña que tuvo Camino Popular en la Ciudad de Buenos Aires, tiende a asimilar a la nueva izquierda a una variante más de la “vieja” centro-izquierda, que en sus formatos peronistas o socialdemócratas ha sido históricamente incapaz de formular un proyecto de cambio social radical y global para nuestro pueblo.
Mazzeo lanza una lúcida y sana advertencia contra las desviaciones simétricas del “basismo” despolitizante y el populismo oportunista. Sin embargo, creemos que al libro le falta una parte de lo prometido en el título: las claves para la necesaria reinvención de la izquierda independiente se encuentran escasamente presentadas en sus 90 páginas de escritura abigarrada. Las transformaciones históricas ocurridas desde aquellas seminales jornadas del año 2001 hasta hoy no permiten que el proyecto de la “izquierda independiente” tal y como se formuló en sus orígenes siga su curso sin reformulaciones y replanteos.
Muchas de las coordenadas identitarias con las que la “izquierda independiente” se fue construyendo cobraban su sentido preciso en un contexto ya pasado de la lucha de clases en nuestro país: la crisis del neoliberalismo. El abstencionismo electoral, la cultura de la resistencia antes que de la ofensiva y la propuesta estratégica, el abstencionismo electoral, la indiferencia con respecto a la militancia sindical y el privilegio casi exclusivo del territorio como ámbito de disputa son algunas de las notas bajo las que la “izquierda independiente” se fue gestando desde fines de los años 90 en nuestro país.
Hoy, tras diez años de recomposición del Estado capitalista, enfrentamos la necesidad de preguntarnos cómo combinar la ampliación de los órganos de base fundados en el protagonismo directo del pueblo trabajador con el despliegue de las iniciativas políticas (incluso superestructurales) que den la mayor proyección y dinamismo a la lucha de clases. No podemos seguir pregonando un rechazo frontal del Estado o pretendiendo que todas las conquistas se obtendrán en la calle ni que hay condiciones para “politizar” directamente cualquier lucha reivindicativa.
La alteración de la “forma-estado” que protagonizó el kichnerismo puso en evidencia el agotamiento de la fase puramente “social-movimientista” del actual ciclo de luchas. Pero, en una coyuntura donde el débil “compromiso de clases” que encaró el peronismo durante esta década empieza a agrietarse es importante reconocer la importancia estratégica (no sólo táctica) de la dimensión política de la lucha de clases.
Debemos repensar globalmente el rol del Estado en nuestras hipótesis estratégicas para la transición al socialismo. Avanzadas experiencias como el proceso bolivariano en Venezuela o el SYRIZA en Grecia nos exigen repensar seriamente el rol del Estado en la transición al socialismo. Los escenarios complejos del cambio social en la etapa actual nos exigen mantener una articulación compleja entre independencia organizativa (y de clase) y posibilidad de apoyos parciales a gobiernos de orientación antiimperialista que, sin lograr una ruptura total con la burguesía, favorezcan procesos de radicalización social y política. Esos gobiernos pueden coadyuvar a la larga acumulación de fuerzas de las clases subalternas en las tareas preparatorias de la ruptura revolucionaria, aún cuando su sentido histórico está abierto y no hay garantías de éxito al respecto. Ello nos exige distinguir rigurosamente los reformismos llanamente burgueses (como el kirchnerismo), que son funcionales a la reproducción de la dominación social; de los gobiernos populares y radicales, como el chavismo, con los que es necesario mantener una articulación compleja, sin sectarismos ni seguidismos.
Más allá de que está por encima del horizonte de nuestra etapa política, no descartamos que en circunstancias futuras la ruptura revolucionaria provenga tanto desde los órganos de poder popular construidos pacientemente desde abajo como desde posiciones acumuladas en el seno del propio Estado, que puedan profundizar sus contradicciones estructurales empujando el salto hacia el socialismo.
En síntesis, la “izquierda independiente” padece una crisis táctica y estratégica. Crisis táctica porque no supo reinventarse para enfrentar con armas adecuadas el ciclo kirchnerista, al que sólo está aprendiendo a leer cuando éste llega a su fin y las condiciones mutan rápidamente. Crisis estratégica, porque definiciones históricas del espacio (como “socialismo desde abajo”) se revelan insuficientes para pasar de la resistencia a la ofensiva, del rechazo ético del capitalismo y la construcción cotidiana de nuevos lazos sociales, a la estrategia política.
En la escritura de Mazzeo persiste aún mucho del proyecto político de la resistencia al neoliberalismo, hoy objetivamente agotado. Si bien esos giros pueden justificarse como reacción ante las decepcionantes derivas reformistas manifestada en las elecciones de 2015, el libro provee pocos elementos para la necesaria reinvención de la nueva izquierda. Esa reinvención nos exige una extrema originalidad estratégica, similar a la experimentada en las históricas jornadas de lucha del año 2001, cuando nuestro pueblo se lanzó a tientas, sin guías y sin manuales, a reinventar sus formas de lucha y organización.