Por Cezary Novek
Reseña de El destino de las cosas últimas, de Matías Bragagnolo.
Matías Bragagnolo es uno de los autores más originales y extremos de la nueva narrativa argentina. Con novelas y relatos que exploran temas tan sórdidos como el cine snuff, el incesto, la posesión demoníaca, los crímenes seriales, experimentos con seres humanos y diferentes perversiones carcelarias, esta vez le da una vuelta de tuerca más a su propuesta y trae una novela brevísima con un título poético y una temática –literalmente– de mierda.
El destino de las cosas últimas no es sólo una jugada arriesgada por parte del autor –que en tiempos de tibieza y corrección política, con un panorama literalmente ahogado por una marea de literatura del yo, se arriesga a contar buenas historias–, sino también por parte de los editores. Y vale una mención para el flamante sello de Indómita Luz, que además de tener unas ediciones bellísimas ha sentado en apenas un par de años las bases de un catálogo plural y variado. Por un lado, libros sobre teoría, historia y militancia. Por el otro, narrativa. Dentro de esta rama se incluyen desde autores consagrados y de bien ganado prestigio –Marcelo Rubio, Diego Meret–, autores más light y para consumo masivo adolescente –con Leandro Gabilondo como principal representante– y el siempre provocador e inclasificable Matías Bragagnolo como punta de lanza para temáticas más sórdidas. Una propuesta editorial muy interesante que forma parte de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Como punto desfavorable, sólo se les puede reprochar que la distribución es algo irregular y no siempre se consiguen los libros en los puntos de venta. Nada que no se pueda solucionar.
Volviendo a la novela: Danka, una actriz porno desocupada, se la pasa boyando entre recuerdos de sus años recientes –en los que un incidente legal durante un accidentado rodaje le truncó la carrera– y las fantasías más ocultas que nunca se animó siquiera a verbalizar. Es por esos días que recibe la invitación de El Bosco, un director de porno experimental, para participar en una película de scat porn. Es decir, porno escatológico; o sea, coprofilia. Gente jugando con caca. Y da la casualidad de que la propuesta coincide con las más recónditas fantasías de nuestra protagonista. Luego de eso, la historia va al grano y hay un verdadero despliegue de matices que va –nunca mejor dicho– de castaño claro a castaño oscuro. Entonces Danka encuentra el amor, ahí, en plena orgía. Y queda el terreno abonado para un sinfín de metáforas sobre las relaciones en tiempos del neoliberalismo globalizado más salvaje y sus respectivas preguntas: ¿Qué es un cuerpo? ¿Dónde termina la persona y dónde empieza la carne de consumo masivo? ¿Es posible escindir el amor del sexo? ¿Puede el amor tomar formas tan poco elegantes?
El Bosco responde algunas de ellas en el siguiente párrafo: “Ustedes, como actrices porno, son objetos de consumo, y no por ser mujeres ¡Los actores también lo son, los jugadores de fútbol que son vendidos de un equipo a otro por dinero también lo son, el trabajador de oficina que pone su sangre al servicio de su empleador! ¡Yo mismo lo soy! ¡Todos estamos poniendo nuestro cuerpo de una forma u otra al servicio del mundo capitalista de consumo, todos somos denigrados y nos sometemos a la humillación, muchas veces con alegría, vendiendo nuestra fuerza vital y nuestro organismo para que otros los deglutan, produciendo la mierda que otros comerán y comiendo la mierda que otros produjeron!”. Sin ir más lejos, basta con entrar a un call center o cruzarse en la calle con algún pobre repartidor de Glovo para ver ilustradas las palabras de este personaje.
Otras respuestas las arriesga Martín Sancia Kawamichi, desde la bella contratapa del libro: “Matías no cree que el amor sea una mierda, pero sabe, o sospecha, o quiere hacernos creer, que la mierda sí es parte del amor. Es por eso que, aquellos que disfrutan de las novelas románticas, y que a la vez tienen estómago como para encastrarse en un amor desmedido, encontrarán en El destino de las cosas últimas una novela inolvidable”.
Poco más cabe agregar a esto, excepto que la experiencia de lectura de esta novela es breve y bella como un chapuzón en el alma de la protagonista (al fin y al cabo, la novela se construye con un único párrafo que es el monólogo interior de Danka). Lectura idónea para quien desee descansar de la epidemia de novelas-sobre-realismo-nostálgico-de-clase-media-alta-pero-con-sensibilidad-social.
Matías Bragagnolo
(La Plata, 1980). Abogado y escritor. Su novela Petite mort, centrada en el mito del cine snuff, fue finalista de los concursos “Laura Palmer no ha muerto” (Editorial Gárgola, 2010) y “Extremo Negro- BAN!” (2013); y fue publicada en Argentina en 2014 y en España en 2015 por el sello Extremo Negro. Su segunda novela, El brujo, ambientada en una cárcel de máxima seguridad, fue publicada en 2015 también por Extremo Negro. Cuentos suyos han sido publicados en antologías, revistas y diarios (Entre dientes, La Bruma, NCO de La Matanza, Relatos Sin Contrato, Hoy Día Córdoba, The Wax, Antología Penumbria de cuento fantástico, etc.). Su anterior obra editada fue La balada de Constanza y Valentino, una novela sobre incesto y posesión satánica (La otra gemela, 2018).