Por MLM*. Concluyendo esta semana que desde Marcha dedicamos a la relación entre la cultura y el último golpe militar, reseñamos la película Imaginando Argentina, una mirada extranjera sobre el conflicto.
En el invierno de 2002, una producción cinematográfica llega a rodar a Olavarría, provincia de Buenos Aires, ciudad natal de quien escribe. La presencia de Antonio Banderas y Emma Thompson conmocionó la normalidad de la ciudad. Se trataba de la película Imaginando Argentina, de Christopher Hampton (guionista de Un método peligroso, de Cronenberg). El resto de la película se rodó en Buenos Aires. Nadie conocía demasiado de qué iba la cosa, pero se sabía que tenía que ver con la última dictadura.
Terminada la película en 2003, ninguna distribuidora compró la película. El film fue quedando en el olvido, apareciendo en algún videoclub pero sin mayor relevancia. Y tiene sentido.
Imaginando Argentina narra la vida de un dramaturgo de teatro para niños interpretado por Banderas, cuya esposa, Emma Thompson, es una periodista con ánimos de justicia que es detenida por los militares por denunciar la desaparición sistemática de personas.
Un día, el personaje de Banderas empieza a visualizar el momento de captura y el futuro de los desaparecidos. Distintas personas se le van acercando, reuniéndose clandestinamente en un patio. Banderas, cual pastor de las iglesias alternativas, va tomando de las manos a los familiares y resolviéndoles la situación del desaparecido en cuestión. Va encontrando a los desaparecidos en su mente, pero no puede encontrar a su esposa.
Logra tener una reunión con un ministro en la Casa Rosada, que no lo ayuda y lo manda a perseguir. En su rol de detective individual, fantasea incluso un día con matarlo. Sin embargo, se remarca todo el tiempo la noción de que aquí “no somos subversivos”.
En días en que la unión y el agruparse eran la forma de lucha, presentar a un héroe individual resulta completamente artificioso, completamente ahistórico. Y aquí es donde empieza a fallar la película: en la falta de investigación.
Como siempre: está bien que cada quien haga la película que quiera, pero en tanto se sea consecuente. El relato está tan imposibilitado de construir y explicar qué eran los militares, que necesita hacer una analogía con el nazismo. Entonces, aparecerán en el relato distintos judíos que habían estado en Auschwitz; formas de intimidación propias de un telefilme sobre el Holocausto (por ejemplo, tirar un ladrillo por la ventana); cárceles no tan clandestinas; presos que son obligados a tareas físicas como las de los campos de concentración nazis.
Hay un detalle en la realización, no menor, que es el uso del inglés. Los personajes hablan inglés, algunos con un acento algo extraño para dar cuenta de la argentinidad. Resulta extremadamente patética la escena en que toman mate mientras hablan en inglés.
Imaginando Argentina es una visión que tiene el extranjero sobre el conflicto, y por eso merece atención. La mirada suele estar asociada a que los desaparecidos eran personas comunes que de repente se vieron involucradas con los militares. En efecto, lo eran, pero se insiste en borrar el costado militante, el poner el cuerpo por una idea. Es necesario reforzar las escrituras fílmicas que dignifiquen la instancia de la lucha y que den lugar a la noción de lo colectivo.
*Matías L. Marra