Por Adriana Pascielli*
El pasado 12 de agosto 2016, con la presencia de compañeros y compañeras de Juan Carlos Anzorena, se inauguró la esquina que lleva su nombre, en la intersección de las calles Pavón y Galicia en el barrio de Avellaneda.
En estos tiempos de nuevos intentos de consagrar la impunidad a los represores, a los juicios y condenas a los genocidas y sus cómplices, planificadores y ejecutores del terrorismo de Estado en Argentina durante la última dictadura militar, que una ordenanza de la Municipalidad de Avellaneda establezca una esquina como parte de la reconstrucción de la memoria histórica en esa ciudad, ejerce un acto de justicia. En primer lugar para los militantes revolucionarios y revolucionarias que fueron víctimas de la represión, pero también para sus familiares y el conjunto del pueblo que recoge sus banderas y sigue luchando por un país sin explotadores ni explotados.
Una vida de militancia y compromiso con el pueblo
Juan Carlos Anzorena fue secuestrado por un grupo de Tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el 12 de agosto de 1979 en el Bar Galicia –ubicado en la intersección de la calle del mismo nombre y Pavón (hoy Hipólito Yrigoyen) de Avellaneda–. En la ESMA permaneció como detenido-desaparecido, incluyendo un período en la Isla El silencio, en Tigre, hasta marzo de 1980 cuando fue trasladado en un “Vuelo de la Muerte” junto a otros y otras, y definitivamente desaparecidos.
La vida y la historia de Juan Carlos Anzorena, su compromiso militante con la lucha por la emancipación de los y las trabajadores y el pueblo no es diferente a la de tantos otros y otras jóvenes como él. Nacido el 29 de enero de 1951 en Lomas de Zamora, hijo de un padre pediatra y una madre con convicciones cristianas, se sumó a un grupo promovido por la Iglesia de La Piedad de Temperley para realizar trabajos sociales en barrios obreros de Lanús y entre los años 1968 y 1970 se suma a los “Campamentos de Trabajo” conviviendo con pequeños productores del tabaco y del algodón en Chaco y Corrientes con apoyo de Monseñor Devoto, integrante del Movimiento de Curas del tercer Mundo. Compartió la vida cotidiana de los campesinos que por entonces se organizaban en las Ligas Agrarias, luchando contra las condiciones de vida y trabajo que imponían los terratenientes y los monopolios. Los años del Cordobazo y de la Declaración del 1ro de mayo de 1968 de la CGT de los Argentinos, redobló su decisión militante incorporándose a las Fuerzas Armadas Peronistas. Por esto abandona sus estudios de Sociología e integra el Bloque Sur de la CGT de los Argentinos como miembro de la columna sindical de las FAP que apoyaba diferentes conflictos fabriles de la zona desde su trinchera de Dirección de esta organización.
En 1971 se casa con Susana, su compañera de vida y militancia con quien tuvo dos hijos: Juan nacido en 1976 y Carlos a quien no pudo conocer porque nació en 1980 durante su cautiverio en la ESMA. Es durante el año 1975 que ingresa como operario en la fábrica Nestlé y ya durante la dictadura continua en ese lugar, resistiendo a los recortes de derechos que la patronal imponía al conjunto de los trabajadores y trabajadoras. Nunca abandonó su lugar de trabajo, su militancia, ni la sistematización teórica y crítica de las prácticas de las FAP y del Peronismo de Base (PB) –promoviendo el necesario reagrupamiento para organizar la resistencia a la dictadura–. Su concepción política y revolucionaria concebía al movimiento obrero como motor del proceso revolucionario, y se abocó a la construcción de una alternativa independiente de los trabajadores y el pueblo. El domingo 12 de agosto de 1979 cuando lo secuestró la patota de la ESMA, Juan Carlos Anzorena no estaba de paseo en el bar Galicia de Avellaneda, sino en un “cita” donde debía encontrarse con otros compañeros de militancia.
Desde agosto de 1979 fueron secuestrados y permanecen detenidos desaparecidos por el Grupo de Tareas de la ESMA y como integrantes de las FAP-PB: Josefina Villaflor (La Negrita), José Luis Hazan (Pepe), María Elsa Garreiro Martínez (la Petisa Luisa), Raimundo Aníbal Villaflor (El negro), Enrique Néstor Ardeti (el gordo), Nora Wolfson (Mariana), Ida Adad (tía Irene), Juan Carlos Anzorena (Pepe), Rubén Amadeo Palazzesi (Pocho).
El homenaje
Este 12 de agosto de 2016 compañeros y compañeras de Juan se amucharon en la intersección de las calles Pavón y Galicia, en el barrio de Avellaneda del conurbano sur. Algunos del PB-FAP y otros de cautiverio, pero también muchos y muchas compañeros y compañeros que “reivindicamos su lucha, exigimos justicia y tomamos sus banderas”. Entre tantos otros y otras, dijeron presente Carlos “El Sueco” Lordkipandise y Osvaldo Barros de la Asociación de ex detenidos-desparecidos, Susana Ancarola (compañera de Anzorena) y Juan, su hijo. Frente a los tiempos de impunidades, se sigue gritando: “NO OLVIDAMOS, NO PERDONAMOS, NO NOS RECONCILIAMOS”. El reclamo de apertura de todos los archivos de las diferentes fuerzas armadas y represivas, así como de la iglesia, sigue siendo una de las tantas deudas de los tiempos de gobiernos constitucionales.
En la cita del viernes se notó la ausencia de Cachito Fukman que hace unos días partió para otros mundos donde seguro está planeando nuevas y viejas luchas con Anzorena y los 30001. Ese 1 es Julio López, el doblemente desaparecido.
*Militante del Frente Popular Darío Santillán