Por Federico Orchani – @fedeorchani
Esta vez, el segundo semestre puede ser realmente decisivo para el futuro de Cambiemos. No para la llegada fallida de inversiones, sino por la proximidad de una nueva contienda electoral que amenaza con ser definitoria para el futuro del gobierno pero también para las aspiraciones de la oposición.
Por ser una elección de medio término, la mirada estará posada sobre las provincias con mayor cantidad de electores –tal es el caso de Mendoza, Córdoba, Santa fe o Capital Federal– allí el oficialismo espera repetir los buenos resultados que lo depositaron en la presidencia hace solo unos pocos meses, aunque como suele ocurrir, la mayor disputa tiene por interrogante lo que vaya a ocurrir en la “madre de todas las batallas”: la provincia de Buenos Aires.
Las elecciones Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias (PASO), próximas a celebrarse a mediados del mes de agosto y luego las elecciones generales en octubre, se han transformado en una gran encuesta que por un lado plebecita la gestión macrista y por otro, define –en parte– los liderazgos que encabecen el peronismo si finalmente este posterga al espacio de Sergio Massa en la disputa opositora.
En “la provincia”, territorio de la gobernadora María Eugenia Vidal, Cambiemos expresa uno de los tercios que arroja la foto pre electoral. El otro de los tercios lo expresa el espacio que conduce la ex presidenta Cristina Fernández y un tercer tercio que abarca en su mayoría a un electorado independiente, hoy proyecta a Sergio Massa como una de las principales figuras disputando la “ancha avenida del medio” aunque no solamente, en menor medida aparecen expresiones de izquierda y el progresismo además del “factor Randazzo”. El ex ministro kirchnerista aspira no solo a una buena elección, sino también a la disputa por el liderazgo en el marco de la transición peronista.
Aunque resulte paradójico, tanto Cambiemos como “Unidad Ciudadana” el frente que lleva como candidata a senadora a Cristina Fernández, asumen estrategias similares con énfasis discursivos distintos. Las principales figuras del oficialismo, Macri incluido insisten en que la ex presidenta representa una “vuelta al pasado”, un pasado de corrupción política y despilfarro mientras que el espacio que reúne buena parte del aparato territorial peronista y el kirchnerismo puro reunido tras la figura de Cristina apuesta a mostrar al gobierno de Cambiemos como un presente de ajuste, donde las condiciones de vida empeoraron. Hecho por demás evidente.
Ambos espacios coinciden en que son el mejor futuro posible. Quien mas incomodo se siente ante este escenario es Sergio Massa, para salir de la encerrona, el líder del Frente Renovador parece llevar a la práctica un doble movimiento. Por un lado criticar al gobierno de Macri por el rumbo incierto de la economía pero al mismo tiempo montarse sobre las denuncias a ex integrantes de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner en base a hechos de corrupción que se amontonan en los tribunales federales. En ese sentido va la iniciativa – de dudosa legalidad– de renunciar a los fueros parlamentarios con motivo del episodio que tuvo como protagonista al ex ministro De Vido denunciado por hechos de corrupción.
De todas formas, este escenario puede variar pasadas las PASO. En octubre, en la hora definitoria, si la disputa se polariza entre Cambiemos y CFK, los votos del massismo pueden licuarse y fugar ante el temor de la victoria de uno u otro espacio.
¿Qué puede ocurrir en caso de ganar o perder el oficialismo?
Para el macrismo, ganar aunque por un margen ajustado sería un espaldarazo de confianza. Una constatación de que la sociedad acompaña el “cambio”. Las chances de éxito no son menores, a pesar de que los precandidatos selectos para competir en la elección provincial no tengan alto conocimiento, el oficialismo apuesta a un involucramiento de Vidal en la campaña y de otro de los arietes de Cambiemos que al igual que ella tiene alto nivel de imagen positiva: Elisa Carrió. Al mismo tiempo, si pierde la estratégica provincia de Buenos Aires aunque gane en el resto de las provincias su suerte estará casi echada. La principal debilidad del macrismo es la marcha de la economía. Si bien hoy la crisis no es de proporciones, si el ajuste continúa mediante la perdida sostenida de empleos, salarios que pierden contra la inflación mientras que el gobierno toma deuda de manera escandalosa, corrida del dólar mediante, fuga de capitales, desregulación financiera y demás… el futuro de un estallido no parece lejano. En el macrismo pueden pensar que aunque pierdan estas elecciones, el ajuste lo van a realizar igual. Tienen tiempo hasta el 2019, aunque sus chances de continuidad estarán seriamente erosionadas. ¿Qué ocurrirá si CFK resulta vencedora?
Para el politólogo Andrés Malamud consultado por el portal Letra P, “si pierde, Cristina está afuera. Pero si gana está afuera también. Si gana, va a ser la líder del peronismo en una provincia donde hay mucho peronismo que no la quiere. Pero va a tener que competir contra otros 16 líderes, que son gobernadores y que no quieren que ella sea presidenta. Quieren ser ellos, en 2019 o en 2023. Si es en 2019, quieren ser ellos. Si es en 2023, quieren reelegir”.
En principio debe –pasadas las PASO–, traccionar el porcentaje de votos que le come Randazzo –un no menor 4-5 por ciento– apelando al voto útil –algo similar intentará Massa si en primera vuelta le va bien–. Es sabido que la ex presidenta cuenta con un alto nivel de intención de voto que ronda por encima del 30 por ciento pero también con dificultad para captar nuevos apoyos. Esta base de apoyo es fuerte en la amplísima y clave tercera sección electoral, territorio sur del conurbano bonaerense y decrece en el interior provincial. En ese sentido va la estrategia similar a la campaña que le dio rédito en 2011 de mostrarse cercana a los problemas de la “gente común”, al mismo tiempo de ubicarse como protectora y garante de los derechos conquistados hoy arrebatados.
Otro de los aspectos que señala Malamud es la grieta. “…Antes la grieta era ideológica y no sociológica. Se producía en la misma clase social, entre amigos o cuñados que se reunían a comer los domingos y no hablaban de política. Ahora se está volviendo sociológica: separa las clases sociales, separa la tercera del interior de la provincia. Ahí es donde Cristina se para en un lado de la grieta y Macri, del otro. Ya no es entre gente que come en la misma mesa los domingos: es de ricos contra pobres. Como en Brasil”. Se puede acordar o no con el análisis de Malamud, lo que no se puede obviar es la centralidad excluyente de la ex presidenta en la vida política nacional por un lado y los contornos de clase cada vez mas demarcados que asume la conflictividad social durante el período actual por otro.
Allí radica un llamado de atención al espacio que encabeza y expresa Cristina. El kirchnerismo se caracterizó primero por contener el conflicto social en lugar de dinamizarlo. Por eso no suena extraño el pedido que le hiciera CFK a los dirigentes gremiales de la Corriente Federal de los Trabajadores para que desactiven la movilización en repudio a la política económica del gobierno convocada para el 7 de agosto. Seguramente no alcance solo con ganar una elección para frenar a un gobierno que está decidido a quebrar la organización popular, sea interviniendo gremios o reprimiendo como lo hizo en la 9 de julio.
Los gobiernos populares de reformas se sostuvieron en base a una relación virtuosa entre gestión estatal y movilización. Por la defensiva en el caso venezolano y de ofensiva en el caso boliviano.
Una salida progresiva a la crisis y no regresiva como puede resultar si de la polarización –que marcará la agenda indefectiblemente– emerge un gobierno reformista pero conservador, sería no solo ganar elecciones sino y sobre todo, poner un pie en las instituciones pero miles en las calles.