Por Mariela Velárdez, Marta Sosa, Juan Mereles e Hiroshi Benites / Foto por Marina Carniglia
El pasado martes 20 de marzo, intentaron balear a Margarita Meira, fundadora de la Asociación de Madres Víctimas de Trata, mientras le realizaban una entrevista en su Centro Comunitario. Se trata de un nuevo accionar contra su lucha; sin embargo, en diálogo con Marcha, Margarita afirma la continuidad de su compromiso para terminar con la trata con fines de explotación sexual.
Había llegado la mercadería para el comedor comunitario, y el cronista de Hecho en Buenos Aires se encontraba haciéndole una nota a Margarita Meira, fundadora de la Asociación de Madres Víctimas de Trata. Se escuchan gritos y ella sale a la calle. Gente corriendo, más gritos y un disparo.
A las 11 de la mañana del martes 20 de marzo, una moto se acercó a la puerta de su casa, donde funciona el comedor. El hombre que maneja la moto saca el arma, se le cae, se cae la moto, se levanta, se acomoda y dispara. El arma se trabó y por eso fue solo un disparo. Lxs vecinxs buscan el casquillo, lo encuentran y lo guardan. El tipo de la moto volvió y entró la desesperación. No hizo nada más que buscar el casquillo. No lo encontró.
Estuvimos con ella, para acompañarla y que nos contara un poco más de toda esta historia…
En 1991 se llevaron su hija, Graciela Susana Bekter, cuando tenía 17 años. Lo que se sabía era que estaba con un hombre, que además amenazó a Margarita en innumerables ocasiones. Un año después, Graciela Susana fue hallada muerta en un departamento, en la Ciudad de Buenos Aires. Su cuerpo tenía múltiples golpes. Su muerte fue caratulada como “dudosa”. Nunca hubo responsables, nunca hubo justicia.
El tipo que secuestró a Susy tenía 43 años. Él se hacía pasar por su novio y la prostituía. Con el tiempo Margarita supo que estuvo en Cocodrilo, Shampoo y Rush, prostíbulos de Capital Federal.
En ese entonces Margarita estaba embarazada de 3 meses.
Antes de su desaparición, Susy la había ayudado a levantar el comedor, a finales de los años 80. Estaban sin trabajo y Margarita salió a vender a la calle, su marido se hizo taxista.
Margarita
Margarita Meira es de Misiones, a los 18 años se vino para Buenos Aires para estudiar. Abrió un comedor en 1989 junto con su compañero y aun lo mantienen.
Cuando desapareció su hija, ella la buscó. No sabía cómo, no sabía dónde.
En 2004 estuvo presa 14 meses por vender en la calle, junto a 14 vendedores mas, en cárcel de máxima seguridad.
Al salir constituyó la Asociación Civil Madres de Constitución: “Cuando salí de presa, salí con más bronca, cada golpe me fortalece y dije acá vamos a empezar a cerrar los prostíbulos; empezamos a atacar el que estaba acá en la cuadra, lo hicimos cerrar… Yo a todo esto no sabía que los prostíbulos son de poderosos, yo pensé que era un idiota que tenía un prostíbulo”.
Sobre el proyecto de Madres Víctimas de Trata, explica: “La idea nuestra es tener una casa para las víctimas, porque acá es un desastre… las pibas que están enfermas por la trata, a los tres meses le dan el alta sin curarse, y nosotros no tenemos un espacio. Yo he tenido pibas durmiendo acá en colchones, no se puede, están infectadas, están quemadas con cigarrillos de punta a punta, están desnutridas, están con todo lo peor; entonces se necesita un lugar digno y no lo tenemos. Lo que nosotros queremos es hacer una gran red con todas las asociaciones que quieran apoyar esta lucha, cada una con sus ideas, no me interesa, pero esto es muy grave ya. Y ahora me dice el psiquiatra que el 80% de las víctimas de trata quedan con esquizofrenia”.
Trata
La trata de personas con fines de explotación sexual es considerada un delito, a nivel internacional, de lesa humanidad. Es el tercer negocio mundial que más dinero deja, luego del tráfico de armas y de drogas.
En 2008, Argentina tuvo su primera ley contra este delito, pero algunos puntos de la Ley fueron muy cuestionados por las organizaciones de mujeres. Por ejemplo que las mujeres víctimas que tengan más de 18 años debían “probar” que habían sido secuestradas y no estaban allí por propia voluntad.
En 2012, esta Ley fue modificada, las penas ampliadas y se incorporaron agravantes para las condenas. También se prohibieron las publicaciones gráficas con oferta sexual.
Sin embargo, no hay cifras sobre este negocio donde las mujeres y niñas son las tristes protagonistas y víctimas. Tampoco hay protocolos que puedan satisfacer las necesidades de quienes todos los días buscan a sus hermanas, hijas o sobrinas. No hace falta buscar mucho, preguntar demasiado. Para quienes estamos en los territorios, no es complicado ver el panorama: las pibas desaparecen en complicidad del aparato estatal. Las desaparecen, las amenazan, las violan, las drogan, las torturan. Luego las aparecen. Y luego se las vuelven a llevar, tal vez como una forma de demostración de poder, como forma de marcar el camino a nuevas modalidades, a nuevas manipulaciones no solo de la víctima, sino también de todas las que la buscan e intentan ayudar.
La organización
Las pibas desaparecen. Lo sabemos porque ahí estamos buscándolas. Muchas de ellas aparecen justamente por eso, porque hay una manada de mujeres exigiendo su aparición.
No es suficiente.
Hay un Estado ausente que a pesar de las leyes y los organismos para eliminar la trata, no avanza en políticas públicas para lograr detenerla: no busca a las mujeres porque las redes no son algo independiente, no es un grupo. Cuando se busca a una piba la policía amenaza con que no se peguen carteles con su cara, porque eso “la puede perjudicar”. Cuando se habla con lxs fiscales, la mayoría dice que no se le comunique a la prensa. Cuando se organiza una marcha, advierte que eso molesta “a quienes deben buscarla”.
Eso es la manipulación del miedo que el Estado quiere imponer mediante sus instituciones.
Sin embargo, a veces, es todo eso lo que hace aparecer a las pibas: la lucha.
Margarita sabe de lo que habla y entiende que no se puede avanzar sola: “Nosotros tenemos un solo enemigo, no podemos acá abajo discutir que vos sos negra, yo blanca, vos azul…noooo! Acá tenemos que ir todos juntos por una lucha, porque ellos te empiezan a dividir justamente para dejarnos a nosotros bien solos. Nosotros queremos seguir sumando, cada uno desde su rincón”.