Por Gabriel F. López. La resistencia palestina ha conseguido sorpresivamente la liberación de 1027 palestinos encarcelados por Israel a cambio del rescate del cabo Gilad Shalit. Los liberados fueron recibidos en Gaza y Ramala con festejos multitudinarios, superando la lucha fraccional palestina.
El intercambio sucede luego de 4 años de negaciones. La inflexibilidad del gobierno ultraderechista de Netanyahu, con su negativa a reconocer a Hamas como interlocutor, fue rota por una serie de circunstancias. Por una parte se encontraba jaqueado por la persistente protesta de indignados israelíes, en la cual el reclamo de los familiares de Shalit tuvo un peso relevante. Por la otra sufría un marcado aislamiento internacional producto de la creciente solidaridad y apoyo internacional al pueblo palestino, expresado recientemente en el consenso conseguido a favor del pedido de reconocimiento del Estado palestino en la ONU. A pesar de la significativa oposición al intercambio por parte de los sectores de colonos y conservadores, Netanyahu encuentra en el intercambio una posibilidad para reposicionarse políticamente, y de paso golpear a Mahmud Abbas, dirigente de Al-Fatah al frente de la Autoridad Nacional Palestina, quién a pesar de mantener estrechos vínculos con él mantuvo la ofensiva diplomática palestina.
Por su parte Hamas, que mantiene el gobierno en la bloqueada Franja de Gaza desde 2006, logra una victoria política significativa al conseguir la libertad de una cantidad tan elevada de presos palestinos. La dirigencia de Hamas le arrebata el escenario a Abbas con una política pragmática, que a los ojos del pueblo palestino consigue más que las declaraciones y apoyos de estadistas que no han permitido frenar las políticas de colonización del territorio palestino ni la ocupación militar. Los 1027 liberados pertenecen a todas las organizaciones políticas y las regiones de la Palestina histórica, dando muestras de una deliberada política de unidad por parte de Hamas, hecho que le permite presionar a la desprestigiada autoridad de Abbas para alcanzar una reconciliación y un gobierno de unidad.
La intervención del gobierno egipcio fue clave para alcanzar este resultado. Luego de la caída de Mubarak la presión de las movilizaciones en el Cairo se mantuvo y empuja al gobierno de transición a tomar posicionamientos rupturistas con la política seguida anteriormente, resituando a Egipto como factor clave en el escenario de la primavera árabe.
El precio que tuvo que pagar la resistencia palestina por este intercambio fue alto: el gobierno israelí accede al intercambio luego de haber intentado someter a la población de la Franja de Gaza con dos operaciones militares en 2006 y 2009, cuando las víctimas palestinas se contaron por 400 y 1400 muertos respectivamente, aunque sin poder encontrar a Gilad Shalit.
Según la organización palestina Addameer, a principios de junio de este año había 5500 palestinos detenidos en cárceles israelíes, sometidos a un régimen de aislamiento, inspecciones humillantes, castigos colectivos, encadenamientos, prohibición de visitas, tortura psicológica y escasez de comida. Aproximadamente 200 presos son niños, 40 son mujeres y 230 presos son “detenidos administrativos” (sin acusación formal). La sorpresa de la prensa sobre la salud e integridad con la que fue entregado Gilad Shalit contrasta con las condiciones que deben soportar los palestinos presos en un estado que ha legalizado la tortura.
Otro de los elementos que no debe causar sorpresa es la excesiva disparidad del intercambio. La retórica de la propaganda israelí sobre el valor de la vida no expresa una valoración humanista, sino un desprecio por la vida de la población palestina. No sorprende la asimetría, la política sionista se vanagloria de llevar adelante una respuesta colosal ante cualquier acto de resistencia palestina intentando de esta forma quebrar la moral. El lanzamiento de cohetes caseros es respondido con bombas racimo, de uranio empobrecido o de media tonelada como fue el caso en la operación “Plomo fundido”.
La deshumanización propia de la lógica colonial racista ha guiado la construcción y la política del Estado de Israel. Frente a este hecho las palabras recogidas por la BBC del soldado israelí apenas liberado, interpretadas por la prensa sionista como el sufrimiento de un síndrome de Estocolmo, no dejan de sorprendernos y deben ser rescatadas. Gilad Shalit, a la par que reconocía el buen trato recibido, dijo: “seré feliz si los presos palestinos quedan libres, que puedan ser capaces de volver con sus familias, seres queridos y territorio. Me dará gran felicidad si esto sucede.”
Quedaron fuera del intercambio la totalidad de las mujeres y niños encarcelados, así como personalidades como Marwan Barghuthi (Fatah) y Ahmad Saadat (Frente Popular por la Liberación de la Palestina) que podrían guiar una renovación del liderazgo palestino. A pesar de esto, la resistencia palestina ha aprovechado la oportunidad política para alcanzar un triunfo contra las cárceles de la ocupación.