Por Tomás Schuliaquer. Argentina visitó a Perú en el estadio nacional de Lima con una línea de cuatro defensores, dos mediocampistas centrales, tres volantes ofensivos y un delantero. La selección local, por su parte, salió decidida a buscar la victoria. En su esquema 4-3-3, dos laterales que llegaban constantemente a posición ofensiva, dos volantes de creación, dos extremos y un punta.
Ya en el inicio, el partido se planteó a favor de Perú. Di María, en su peor encuentro con la celeste y blanca, fue superado al minuto de juego por Farfán dentro del área argentina, anticipando lo que sería el leitmotiv de la noche. En un acto de inconciencia, le dio una patada que el árbitro colombiano Roldán sancionó como penal. Romero, el único punto alto de la noche, adivinó el palo y contuvo el flojo remate de Pizarro. A partir de ahí, lo que podría haber sido un envión anímico para el visitante, se convirtió en el primero de tantos ataques locales.
Argentina mostró las mismas falencias que en partidos anteriores. Un equipo quebrado. Por un lado, seis jugadores en defensa, sin laterales que pasen al ataque, entregando la pelota al rival y sin la distribución de juego que suele aportar Gago. Por el otro, los cuatro jugadores ofensivos, que nunca se solidarizaron con la marca, no pudieron agarrar la pelota ni presionaron la salida de Perú. Desde un principio, cualquier tiro libre delante de mitad de cancha era motivo para que subieran los defensores y la pelota fuera enviada al área en forma de centro. Sin movilidad en el medio, la conexión con los delanteros sólo era posible a partir de los pelotazos de los centrales o de Romero. A su vez, Mascherano nunca encontró el tiempo y el espacio para poder jugar a dos toques.
Por su parte, el seleccionado local salió a presionar la salida argentina. Con los extremos tapando los laterales y los volantes centrales marcando a Gago y a Messi, Argentina nunca se animó a jugar por abajo. Así, la pronta recuperación de la pelota por parte del equipo peruano se correspondía con su posterior cuidado. Con inteligencia, tranquilidad y osadía, nunca dividió el balón y gracias a la calidad y el control de Ramírez y Cruzado, Perú se animó a jugar en campo rival. A través de una falta en mitad de cancha, en lo que parecía ser un centro sin mayor importancia, el local sorprendió con una jugada preparada. Di María no colaboró en la marca, al igual que en todo el partido, y con un preciso cambio de frente de Cruzado, Advíncula llegó solo para mandar un pase al centro del área, que empujó Zambrano. Perú pasaba al frente y era merecido. A diez minutos de finalizar el primer tiempo, en uno de tantos pelotazos de Federico Fernández, Lavezzi hizo uso de su potencia y habilitó a Higuaín, que fue asistido por única vez en todo el encuentro y concretó el empate.
Messi, parado de enganche, se perdía en la cancha. Arrancaba detrás del círculo del mediocampo y no encontraba en Gago a su socio habitual. Apretado por la leal y dura marca de los volantes peruanos, no logró aparecer en el partido y, por primera vez en mucho tiempo, no pateó al arco en los noventa minutos.
El segundo tiempo fue parecido al primero. A pesar de lo que se podía suponer, Perú nunca bajó el ritmo. Siguió manejando la pelota, aprovechando la calidad de sus volantes creativos. Arriba, los buenos movimientos de Pizarro y la habilidad en velocidad de Farfán, el mejor jugador de la cancha, continuaron abriendo la desordenada defensa argentina. Rojo, si bien tuvo un mal partido, no contó nunca con la ayuda de Di María, que quedó aislado por la banda izquierda y se mostró muy poco solidario con el equipo. Por su parte, la dupla central, que acumula seis partidos consecutivos, estuvo desatenta y sólo fue amparada en la ineficacia de Pizarro y en la solvencia de Romero.
Un equipo estático y sin ninguna idea de juego, Argentina quedó otra vez a la espera de que alguna de sus figuras hiciera la diferencia. Y aunque no alcanzó para la victoria, es posible encontrar en la jerarquía de sus jugadores y en la impronta de la camiseta nacional, las únicas razones por las cuales el equipo se llevó un empate. A pesar de las excusas de un campo de juego irregular y del poco tiempo de trabajo, que siempre aparecen en los malos partidos, la selección nacional tuvo enfrente a un rival compacto, solidario, inteligente, con buen trato de pelota y un planteo ofensivo. Así, el local se fue conforme pero sabiendo que mereció más, y Argentina festejó el punto conseguido en Lima.
Eliminatorias
Con la impronta del trabajo de Pekerman, Colombia ganó tres a uno en Chile. Arrancó perdiendo, pero no se desesperó y lo dio vuelta con un muy buen partido de James Rodríguez.
Venezuela, a partir de un gran manejo de pelota, se hizo fuerte en Asunción y dejó último a Paraguay, que pareciera, por primera vez desde 1994, comprometer seriamente su clasificación a un mundial.
Por último, Uruguay, con la ayuda del árbitro ultralocalista Carlos Amarilla, que no vio un penal claro a favor de Ecuador, consiguió un empate en el Centenario.
Llegando al fin de la primera ronda de eliminatorias, las posiciones están muy parejas. Argentina lidera con catorce puntos y Ecuador y Colombia lo siguen con trece. Salvo Bolivia y Paraguay, que parecen quedar relegados, todos compiten por meterse en el mundial de Brasil 2014.