Por Cezary Novek / @CezaryNovek
Una lectura sobre La casa de la puerta amarilla, de Juan Pablo Gómez.
Miguel regresa a la Argentina después de un largo exilio autoimpuesto. Su padre ha muerto y la noticia le llega con tres meses de demora. Es 1983, víspera de la restauración democrática después de siete años de dictadura militar. Algo raro pasó con su casa y él está dispuesto a lo que sea con tal de recuperarla. Durante esta lucha por el territorio aparecen unos secundarios interesantes, cuya relación con Miguel es –como mínimo– enigmática, sino turbia. La historia está narrada por él mismo protagonista y es sólo a través de su voz que accedemos a los vericuetos de la trama. Tal vez sea por esto mismo que son más las preguntas pendientes que las respuestas lo que se va acumulando a medida que avanza la historia, que tiene muchos rasgos de novela policial. La propia historia del protagonista, la relación con sus padres, la de ellos entre sí y para con terceros son algunos de los misterios que se despliegan mediante incómodas elipsis.
Hay novelas que parecen simples y breves pero que, después de una atenta lectura, develan más de una interpretación posible. Este rasgo de ambigüedad es lo más atrapante de La casa de la puerta amarilla, ya que el autor logra sostener de principio a fin la respiración entrecortada, el tono persecutorio y –lo que puede ser una de sus mayores virtudes– la capacidad de dar a entender, de sugerir entre líneas lo que no puede ser contado.
La casa de la puerta amarilla (Zona Borde, 2017) es la historia de una pesquisa. Hay más de un misterio, más de una estafa. La policía sólo aparece como un agente más de corrupción, junto a los vecinos misteriosos, una extraña mafia y amigos que reaparecen repentinamente. Miguel deambula por Buenos Aires tratando de recuperar la casa familiar, ahora convertida en prostíbulo, pero sólo se topa una y otra vez con un entorno hostil en una ciudad que ha dejado de ser la suya hace mucho. Las dudas, como el desamparo, lo van cercando cada vez más hasta empujarlo a una situación desesperada. En el medio de todo, descubrirá cosas que preferiría no conocer. Al igual que el recordado politólogo y Premio Nobel de la Paz Ralph Bunch, Miguel podría apropiarse y convertir en su estribillo la frase “me encuentro solitario cuando busco una mano y sólo encuentro puños”.
Juan Pablo Gómez
(Buenos Aires, 1975). Es periodista e inventor. Instinto domiciliario, su primera novela, fue premiada por la Dirección de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, con un jurado presidido por Carlos Chernov. También publicó el libro de cuentos Los desquiciados, que ganó el primer premio en el concurso “Manuel Mujica Lainez” (Noé Jitrik, Tununa Mercado y Mario Goloboff) y fue distinguido por el Fondo Nacional de las Artes (Félix Bruzzone, Fernanda García Lao y Elvio Gandolfo).