En el Día Mundial del Medio Ambiente, organizaciones sociales de todo el mundo realizaron ayer actos y movilizaciones, a pocos días de la Cumbre de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable y la paralela Cumbre de los Pueblos.
Se celebró ayer el Día Mundial del Medio Ambiente, establecido en 1972 por las Naciones Unidas para concientizar al mundo en torno a las problemáticas que sufre la tierra y los efectos causados por la acción humana. Sin embargo, el de ayer fue un día muy peculiar. Centenares de miles de personas se manifestaron en diversas partes del planeta para reclamar un cambio de paradigma con respecto a las políticas globales en materia ambiental. En América Latina, las principales movilizaciones fueron preparadas por las organizaciones que forman parte de la Articulación de Movimientos Sociales hacia el ALBA, que a través de un comunicado explicaron que estas acciones ocurren “en respuesta al llamado mundial contra la mercantilización de la vida, en defensa de la justicia social y ambiental, el intento de recomposición del capitalismo imperial a través de la economía verde y las causas estructurales que han generado las múltiples crisis a nivel global”. Todos estos movimientos confluirán dentro de pocos días en la Cumbre de los Pueblos, que se desarrollará entre el 15 y el 23 de junio en Río de Janeiro, en paralelo a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, más conocida como Río+20.
La Economía Verde y sus alternativas
“Economía verde, futuro negro”, es el eslogan con que la Alianza por una alternativa ecológica y social al capitalismo, en España, lanzó en los últimos días su participación en la Cumbre de los Pueblos. Y justamente de alternativas a las formas de producción capitalista se trata la agenda de los movimientos sociales y organizaciones civiles que debatirán durante esas dos semanas una serie de documentos a presentar en Río.
Como en toda cumbre internacional, desde hace varios meses ya circulan los borradores de lo que va a ser el encuentro de delegaciones de unos 176 países, con la presencia de 102 jefes de Estado convocados por la ONU a sentar su posición. Luego del fracaso de los 27 puntos de acuerdo a los que se llegó en la primera edición del encuentro sobre desarrollo sustentable en 1992, los representantes oficiales parecen decididos a apostar por lo que se definió como Capitalismo Verde, una -supuestamente- nueva forma de enfrentar los desafíos medioambientales mundiales. En síntesis, la propuesta ronda en torno a la idea de que los daños medioambientales constituyen un costo para los mercados, y por ende la eliminación de estas ‘fallas del sistema’ representarían una oportunidad de lucro que los mercados mundiales no pueden dejar pasar. Todo pasa por la inversión en el cuidado del medio ambiente, una filosofía basada en la imposibilidad de salir de las reglas del libre mercado, pensado como única forma de relación con la naturaleza. Esto ha trascendido de los borradores disponibles en la página web de la ONU y por declaraciones oficiales ofrecidas por los principales referentes de los bloques económico-políticos del mundo en las últimas semanas.
Sin embargo, no existe un consenso unánime al respecto. Diferentes países, especialmente los latinoamericanos, han planteado su disconformidad con la idea misma de capitalismo verde. Para algunos -los menos por cierto-, la real alternativa al fracaso de 1992 está representada por la propuesta que están elaborando los movimientos sociales reunidos alrededor de la Cumbre de los Pueblos.
La alternativa a la idea de capitalismo verde se plantea alrededor del concepto de bienes comunes, un conjunto de bienes materiales e inmateriales que son propiedad colectiva de la humanidad entera y deben ser pensados por fuera de los mercados. Son bienes comunes el agua, el aire, las montañas, pero también el conocimiento, el software libre o el lenguaje. Existen derechos individuales sobre ellos, pero sólo para satisfacer necesidades a término, ya que el rector de estos bienes es el derecho comunitario y colectivo. Los Estados, según este paradigma, son simples garantes del derecho al acceso a los bienes comunes y no pueden apropiarse de ellos sin el consentimiento de los pueblos. Esto representaría un pasaje muy fuerte del paradigma basado en las necesidades del hombre como productor de bienes al reconocimiento de los derechos de la naturaleza. Obviamente, esto tiene consecuencias económicas y políticas muy importantes. La necesidad de garantizar la soberanía alimentaria de los pueblos, el respeto de los derechos humanos y el medio ambiente representa una fuerte crítica a los modelos económicos existentes, y en Latinoamérica especialmente al modelo agro-minero-exportador. Los movimientos sociales ven la posibilidad de avanzar sobre los intereses del mercado, cuestionando lo que denominan una “actual crisis de la civilización”.
Los organizadores de la Cumbre de los Pueblos tienen la expectativa de que al Capitalismo Verde le pase en Río lo que le sucedió al ALCA en Mar del Plata, es decir que su fracaso ofrezca espacio para el avance de otras alternativas, como el ALBA en el caso latinoamericano. Para eso, las movilizaciones de ayer representaron un paso hacia la construcción política que permita avanzar sobre los intereses en juego y llegar a Río+20 como interlocutores reales frente a los poderes mundiales.