Por Hernán Apaza
“Está en juego el ‘nosotros’”. Primera parte del análisis a propósito de “El cambio y la impostura. La derrota del kirchnerismo, Macri y la ilusión PRO”, de Ezequiel Adamovsky.
Un país atendido por sus propios dueños, solemos decir a partir de la llegada de Macri y sus CEO’s a la presidencia de la Nación. Ahora bien: ¿conocemos con precisión cuáles son sus objetivos y cómo pretenden alcanzarlos?, ¿comprendemos qué cambios proponen respecto de la sociedad argentina no sólo económica sino política y culturalmente? Las respuestas que ensayemos para estas preguntas se encontrarán, seguramente, íntimamente relacionadas a las razones por las que la coalición encabezada por el PRO logró hacerse de la presidencia. Ezequiel Adamovsky se da a la tarea de responder a estas y otras significativas preguntas en su último ensayo.
Además de debatir, profundizar y comprender el estado de situación de las organizaciones de la izquierda (o del campo popular, como se prefiera), de tácticas y estrategias, de análisis de coyunturas y tantos ejercicios críticos tan válidos como necesarios, lo cierto es que no abundan los intentos por precisar la naturaleza de la dominación de clase que ejerce la nueva coalición gobernante. Una discusión en este sentido se dio al momento de fundamentar, desde diferentes posiciones, la actitud que debían asumir las organizaciones y partidos políticos de izquierdas ante el balotage. La prescindencia, el voto en blanco o el llamado a votar a Scioli demandaron de una justificación minuciosa ante una disyuntiva cuya significación, con sus divergentes interpretaciones, no escapó a nadie.
Transcurridos sin grandes sobresaltos más de un año y medio de gobierno, la gestión PRO / Cambiemos, avanza decidida. A las puertas de las elecciones de medio término, estas elecciones son presentadas como un plebiscito: entre el pasado -representado por el kirchnerismo- y la profundización de la apuesta por un cambio hacia delante. De acuerdo a simpatías y aversiones, lo negativo está en uno u otro lado. En este esquema, las diversas opciones de izquierdas intentan hacerse un lugar que desmonte la dicotomía, siendo el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) quien más referencia pública a nivel nacional ha ganado en los últimos años.
Dentro de este cuadro o más precisamente cuestionando el marco interpretativo político-cultural e ideológico dominante, Adamovsky interviene lúcidamente, desplegando con destreza su oficio de historiador para reconsiderar el último proceso electoral con todas sus aristas, perentoria y pretendidamente explicadas a partir de categorías e imágenes que, tal y como el autor se encarga de precisar, merecen ellas mismas ser reconsideradas. En sus palabras, este libro es “una reflexión sobre las dinámicas culturales, mediáticas e ideológicas que condicionaron las elecciones de 2015 y que afectaron tanto las demandas de la sociedad como las decisiones políticas de Macri una vez en el poder.” Se trata de “entender exactamente cómo se configuraron los deseos de la ciudadanía y las propuestas políticas en aquella coyuntura, las características específicas de las ideologías que se pusieron en juego, sus imágenes y sus palabras clave, sus imposturas y operaciones político-culturales y los cambios históricos de más largo aliento que explican el ascenso del macrismo y permiten aventurar cuál será su futuro” (p. 13).
En seis capítulos sólidamente elaborados, con un aparato referencial concreto y preciso, el notable intelectual de izquierdas despliega con sutil destreza argumental y ágil prosa, diferentes núcleos problemáticos que iluminan las disyuntivas propias de esta etapa. El republicanismo (capítulo 1); el populismo y su némesis liberal materializada en el antiperonismo (capítulo 2); Nisman como “caso testigo” de una dinámica mediática y de los usos políticos de su muerte y del caso AMIA (capítulo 3); la consolidación de una estructura oligopólica de medios de comunicación y su impacto profundamente regresivo en la vida democrática (capítulo 4) van confeccionando un cuadro de situación harto complejo para las izquierdas (y la cultura democrática en general). Sin permitirse la comodidad de lugares comunes, desarma falsas dicotomías a través del recurso a su oficio con maestría: historizando términos y conceptos, contextos de emergencia y cambios de modulaciones entre uno y otros. No se permite caer en abstracciones más allá de las necesarias para explicarse y permitir comprender las bases de su argumento; encuentra además en las prácticas concretas de actores políticos, sociales y mediáticos ejemplos que autorizan al autor a fundadas conclusiones.
El capítulo 5, pensamos, condensa las líneas interpretativas que se desplegaron hasta allí, como resultado de considerar que tanto el kirchnerismo como el macrismo son dos intentos de responder y clausurar, cada uno a su manera, las demandas ciudadanas abiertas por la rebelión popular de 2001/2002. Porque todo lo anteriormente desplegado (imposturas de diversa naturaleza y operaciones mediáticas) no basta para explicar la derrota del kirchnerismo a manos de Macri, Adamovsky desarrolla a partir de este capítulo los propios límites de la estrategia kirchnerista y los aciertos de su oposición, que la llevaron a la victoria.
Pero a su vez, este capítulo se transforma en una importante caracterización del horizonte del “cambio” propuesto por el PRO, que hace sistema y da basamento más concreto a la interpretación propuesta. Y si compartimos las conclusiones a las que arriba el autor, resulta imposible no preocuparse por las serias consecuencias que tendría para la cultura política argentina, de alcanzar el partido gobernante sus objetivos. El “ataque a la memoria” popular (capítulo 6), no es casual, sino que se constituye en una condición de posibilidad para el éxito de este proyecto. Lo precisa así: “está en juego el nosotros. Está en juego aquello que somos, la memoria de nuestros ancestros, nuestros valores y lo que deseamos ser en el futuro” (p. 228).
Lo que sigue no pretende ser un desarrollo exhaustivo de lo abordado en el libro sino más bien la presentación sumaria de algunos elementos centrales de la explicación desplegada por el autor, a fin de considerar lo que merece estar entre las prioridades políticas de las izquierdas: a qué derecha nos enfrentamos.
El Caballo de Troya para el “cambio cultural”: la República (liberal) asediada por el populismo
A modo de espejo invertido, los capítulos 1 y 2 están dedicados a analizar dos términos que dieron (y aún hoy dan) sustento a una “retórica exaltada y fuertemente maniquea”: republicanismo y populismo. Cierto es que puede imputársele al kirchnerismo haber operado decididamente en la construcción de un campo político bipolar en el que “a la izquierda está la pared” y sólo hay lugar para kirchneristas y una oposición de centro-derecha, cuando no definitivamente de derechas. Pero lejos de intentar desarmar esa operación, las fuerzas opositoras se montaron sobre ese esquema, lo reafirmaron y sólo procedieron a invertir los términos de los valores encarnados por uno y otro polo. Con ambos términos, Adamovsky procede del mismo modo: rastreando sus orígenes, contextos de emergencia y los sentidos que fueron adquiriendo a lo largo del tiempo, para luego considerar qué es lo que cada uno de ellos significa hoy en el contexto político, social y cultural argentino de acuerdo a los usos que hacen unos y otros.
Contrasta la flema retórica con lo que llama “indignación moral selectiva”, a la luz del cambio de gestión presidencial. Las decisiones de gobierno de Macri evidencian la diferente valoración de quienes, por situaciones no muy diferentes, consideraban a la República en peligro producto del populismo. Los ejemplos son múltiples: corrupción, transparencia (o la falta de ella), la justicia independiente versus el partido judicial, el congreso como escribanía o la soberanía popular, entre otras disyuntivas. Concluye, elocuentemente, que el recurso del “republicanismo” opera como un ‘discurso ideológico’, “vehículo de voluntades políticas que no se presentan como tales y que contribuyen a reforzar determinadas relaciones de poder” (p. 62).
El populismo tiene también su historia. Luego de recorrerla, alega que -más allá de los intentos de algunos teóricos- hoy “parece más un latiguillo que busca dar credibilidad conceptual a nociones más antiguas y menos sofisticadas como ‘demagogia’, autoritarismo’, ‘nacionalismo’ o ‘vulgaridad’” (p. 76); y que “es un término de combate profundamente ideologizado. Su valor como concepto para entender la realidad, si alguna vez lo tuvo, se ha extinguido” (p. 77). La operación ideológica queda desmontada al demostrarse que el recurso al término ‘populismo’, pretende convertirse en una invitación a “cerrar filas alrededor de la democracia liberal (es decir, una democracia de alcances limitados, tal como gusta a los liberales)”. ¿Qué valor tiene esto y qué necesidad tienen las izquierdas de comprender esto? En sus palabras: “dentro de esa masa de elementos ‘populistas’ hay… también ideas, experimentos políticos y organizaciones que tienen el potencial de ofrecer formas mejores y más sustantivas de democracia para las sociedades modernas” (p. 79).
Con ello, Adamovsky identifica la concepción que está operando bajo el manto del republicanismo: la perspectiva liberal de la política y de la sociedad. Recorre la historia del liberalismo para establecer concretamente el carácter excluyente y hostil a la democracia que ha tenido desde sus orígenes, no sólo en Argentina, con lo que desmonta las bases sobre las que se fundan las encendidas defensas republicanas frente al populismo (materializado a partir de la segunda mitad del siglo XX en un ferviente antiperonismo). De esto se desprenden conclusiones claras… y una lección: “el propio liberalismo, con sus valores individualistas, su ethos productivista y su compromiso irrestricto con los intereses de los empresarios es, de hecho, una de las mayores amenazas que corroen las democracias actuales” (p. 79); “es legítima la sospecha de que sus pedidos de ‘diálogo’, ‘tolerancia’, y ‘pluralismo’ llevan implícita una lista de invitados que excluye a buena parte de la población y a sus expresiones políticas preferidas (…). El reverso de ese ‘pluralismo’ se revela, así, curiosamente unanimista, intolerante y presto a promover o permitir el autoritarismo y la violencia” (p. 99). Y por ello, la lección: “la necesidad imperiosa, para los intelectuales que pretendan situarse a la izquierda, de plantear las críticas al peronismo sin caer en las chocheras del antiperonismo. Porque éstas -queda probado-, inevitablemente terminan alimentando las alternativas de derecha” (p. 104).