Por Rodrigo Oscar Ottonello. Sobre Frontera. Poesía y periodismo sobre la ruta del narcotráfico, de Belisario Sangiorgio Trogliero.
Hubo un tiempo en que el periodista o detective, el protagonista del género policial o la novela negra, era tan virtuoso que no podía ser policía. El problema de la policía no era necesariamente la deshonestidad de sus agentes, sino la lógica de su estructura institucional: fuerza burocrática, jerárquica y lenta cuyo peso recaía sobre unos vigilantes poco motivados cuando no vagos que, menos por maldad que por desidia, a veces terminaban aceptando coimas que decoraban la monotonía de sus salarios y compraban su inmovilidad para que los criminales operasen a gusto. El investigador privado, en cambio, era un hombre sin patrón, un profesional liberal del bajo mundo, un caballero y emprendedor que porque arriesgaba más lograba más. Ser empleado era ser servil y mediocre y tenerlos era obsceno, complacerse con alimentar parásitos.
Ésa era la forma del relato policial forjado durante las décadas de 1920 y 1930 — en especial a partir de las novelas de Raymond Chandler— y vigente durante buena parte del pasado siglo. Pero tres hechos han marcado que, al menos en Latinoamérica, esa receta de género ya no sea viable. En primer lugar, la constatación de que los trabajadores asalariados, antes que estar cómodos, padecen situaciones de fragilidad, precariedad y sobreexplotación. En segundo lugar, la constatación de que la actividad policial —al menos desde las dictaduras de los años 1950-1980, pero no solo gracias a su accionar— se ha alejado del resto de la sociedad a fuerza de imponerse sobre ella, y tras haber servido sistemáticamente como fuerza represiva contra los trabajadores, ha vuelto casi imposible pensar a los policías como obreros de cualquier tipo. Por último, tal vez como consecuencia directa de esto último, la corrupción policial que antes tomaba la forma de pasividad ante el crimen ha tomado ahora carácter activo: hay fuerzas policiales que están directamente implicadas en la ejecución de robos, secuestros, asesinatos y operaciones de tráfico.
Frontera. Poesía y periodismo sobre la ruta del narcotráfico, de Belisario Sangiorgio Trogliero, da cuenta claramente de esta configuración del conflicto y se esfuerza por buscar nuevas formas narrativas para enfrentar esa complejidad.
Frontera se estructura como una novela en la que conocemos cómo su protagonista, Felipe Bogliaccino Torres, joven de 22 años, lleva a cabo —y padece— una investigación sobre el narcotráfico entre la Argentina y Bolivia. Al interior de esa estructura Sangiorgio vuelca los fragmentos de la investigación llevada a cabo por él mismo en aquél territorio, entre 2011 y 2012: encontramos testimonios de víctimas, reportajes a autoridades gubernamentales o periodistas hostigados por la mafia y la policía, encontramos recortes de diarios y noticias diversas. Y entre la novela y la investigación, entre las grietas por las que Sangiorgio salta de un registro al otro, hay poesías que, menos que para embellecer el conjunto, aparecen como intentos desesperados por digerir una realidad que se vuelve alucinada tanto para el narrador como para el protagonista.
Esta superposición de elementos y registros hacen que Frontera sea un libro caótico. Ése es el riesgo que Sangiorgio parece asumir deliberadamente al prescindir de la trama clásica del policial en la que primero hay pistas, luego hay elaboración de un caso y finalmente hay señalamiento de unos culpables. Sangiorgio elige que su libro se mantenga fiel al caos del territorio que describe, como si darle cauce y guía a esas postales fuese pasteurizar un campo que le interesa mantener crudo. En ese sentido, aunque la forma novela se mantiene hasta el final, Frontera puede leerse, antes que como un relato, como un mapa. Pero no se trata ya del mapa escolar donde los límites son claros, sino de un mapa de experiencias donde todas las separaciones son confusas: ¿Dónde termina la Argentina y dónde empieza Bolivia? ¿Dónde lo policial no arrastra consigo lo criminal? ¿Dónde la droga se impone y dónde es necesaria? Para quien se para sobre la frontera y no la contempla desde la calma de una cartografía, los límites son problemas.
El último límite que Sangiorgio pone en cuestión es el que separa a un país de tránsito para el narcotráfico de un país cartelizado. Sangiorgio avanza la hipótesis, bien a tono con el carácter fronterizo de todo su libro, según la cual la Argentina está en un momento de incipiente cartelización. Ni de un lado ni del otro.
Estas preguntas arrojadas por Frontera son, también y a fin de cuentas, las de una realidad de asesinatos permitidos o ejecutados por fuerzas policiales, las de un momento en que jefes policiales son depuestos y detenidos bajo acusaciones por narcotráfico, las de una situación en que la política argentina no se decide a hablar con seriedad y urgencia de qué hacer con los traficantes, con las drogas y con quienes las consumen.
Frontera. Poesía y periodismo sobre la ruta del narcotráfico se publicó en edición del autor en septiembre de 2012. También se encuentra disponible su edición digital en http://fronterapoesiayperiodismo.blogspot.com.ar/.