Francisco J. Cantamutto
El referéndum griego dejó un aplastante triunfo del No al ajuste, No a la Troika, constituyendo una renovación del regalo heleno al mundo: democracia popular en toda su potencia.
Resulta difícil escribir unas líneas que reflejen la alegría del NO ganador del domingo. La plaza Syntagma mostró al pueblo griego festejando en pleno su decisión, mostrando no sólo su soberana potestad. La auténtica fiesta de decidir, de afirmarse contra la petulancia del poder político y económico.
El domingo 5 de julio de 2015, el pueblo griego votó programáticamente: ejerció democracia no solo de mandatarios, sino de mandato; no quiénes, sino qué. La pregunta del referéndum era “¿Debería aceptarse la propuesta sometida por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI durante el Eurogrupo del 25 de junio de 2015?” Un contundente 61,3% dijo que No. Entre la juventud, en distritos obreros y en varias de las islas, todos sectores que se veían particularmente afectados por las medidas de austeridad de la Troika, los guarismos llegaron a superar el 70%.
Un NO impactante, que desafió toda la campaña de terror mediático compuesta por los multimedios del mundo y las falsas encuestadoras. Un No que dejó atrás la dirección titubeante del Partido Socialista y la artera campaña del doble No del Partido Comunista (no a la Troika y a Syriza). Un No que puso en escena la inconmensurable potencia de lo político: la decisión última ante soluciones en el filo de la navaja. Syriza había anunciado que, de ganar el Sí, renunciarían al gobierno; la Troika y sus emisarios se encargaron de amenazar con que la votación era en realidad seguir dentro de Europa o salirse del mapa. Los griegos castigaron esta intromisión en su democracia, votando contra la arrogancia de la Troika.
Las reacciones
El resultado fortalece a Syriza y siembra dudas en la Troika. Quedó claro que un acuerdo en los términos que propone esta última, de mayor ajuste social, es completamente inviable, y por lo tanto, deberá modificar el testarudo programa. Las reacciones han sido diversas.
El ministro de finanzas francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, ya han llamado a sus colegas al diálogo, para evitar un desmembramiento de la Unión Europea. Sin embargo, otros colegas han reforzado su rechazo al proceder griego. En Holanda y Alemania se ha sugerido que la Unión estaría mejor sin Grecia. El sistema político alemán de conjunto ha sido el que más ha presionado por el ajuste, de acuerdo con su interpretación no sólo del problema griego sino de la crisis mundial: es necesario profundizar el ajuste. El ministro de economía socialdemócrata Sigmar Gabriel afirmó que “Tsipras y su gobierno están llevando al pueblo griego en un camino de amargo abandono y desesperación”. Dos grandes cámaras patronales alemanas –de cajas de ahorros y de exportadoras– ya se han expresado públicamente por expulsar a Grecia del Euro. La canciller Angela Merkel, sin embargo, no ha cerrado las puertas al diálogo, y en el día de ayer atendió el llamado de Tsipras para reanudar las negociaciones sobre esta nueva base.
Dentro de la Troika, las reacciones son diversas también. El FMI, acorde con las intenciones de Estados Unidos, ya suavizó su posición, y señaló a través de un comunicado que estaría dispuesto a prestarle a Grecia. La Comisión Europea, en cambio, no ha puesto demasiadas esperanzas. “El resultado del referéndum amplía la brecha entre Grecia y sus socios del euro”, dijo su vicepresidente, Valdis Dombrovskis. Junto con el Banco Central Europeo (BCE), que aportó la friolera de 89.000 millones de euros, estas instituciones han estado prestando desde 2010 con el exclusivo objetivo de salvar a los bancos y el capital especulativo, sin ningún beneficio para Grecia.
Ante la inminencia del referéndum, el BCE suspendió los ELA (préstamos de emergencia), lo que llevó al gobierno griego a implementar un impopular corralito. Esto le ganó el enojo de pensionados, que en el marco de un desempleo que afecta a un cuarto de la población, han devenido en jefes de familia. El 20 de julio próximo vence un bono de 3.500 millones de euros: si el BCE no otorga un aplazamiento, Grecia entraría en cesación de pagos, y no hay ningún mecanismo previsto sobre cómo operar. Si el BCE otorga nuevos créditos sin ajuste, otros países de la Unión podrían tomar este camino de negociación (España es la siguiente preocupación, con Podemos en ciernes). Pero Alemania está negada a cualquier negociación que no implique una quita, omitiendo el rol que este proceder tuvo en su propia historia de reactivación económica. Los mercados financieros europeos y asiáticos mostraron su antipatía, cayendo entre 2 y 3% en el día de ayer. Las primas de riesgo para los bonos españoles e italianos se han elevado, a sabiendas de que son los siguientes países en la lista de deudores con posibles complicaciones de pago.
Si el BCE no le otorga nuevos fondos, estaría básicamente condenando a la bancarrota al sistema financiero griego: los especuladores nunca fondearán sus filiales en el país, a pesar de haber recibido miles de millones en salvataje. Grecia podría explorar diversos caminos. Islandia estatizó su sistema bancario y repudió deuda, iniciando un camino de reactivación. En este caso, Grecia tendría que volver a emitir su propia moneda (dracma), abandonando el euro. Rusia y China ya prometieron fondos frescos en este escenario; amenaza de “intromisión” en Europa que complica el camino testarudo de Alemania, al introducir problemas de geopolítica mundial.
El gobierno griego ya se comunicó para reanudar el diálogo, pero tomando nota de la nueva situación. El ministro de finanzas, Yanis Varoufakis presentó su renuncia, alegando que su figura complicaba las negociaciones, aunque sostuvo su apoyo total a Syriza. “Considero que es mi tarea ayudar a Tsipras a explotar, tal y como considere adecuado, el capital que el pueblo griego nos ha concedido a través del referéndum del domingo, y portaré el odio de los acreedores con orgullo” dijo el domingo. Su reemplazante es el coordinador del equipo griego en las negociaciones y viceministro de Exteriores, Euclidis Tsakalotos. Este prestigioso economista se ha mostrado más dispuesto al diálogo que Varoufakis, por lo que su nombramiento es un gesto de que no todos los puentes han sido quemados. Pero no debemos engañarnos: Tsakolotos tiene una postura ideológica más radical que Varoufakis y es parte orgánica de Syriza, todo lo cual permite anticipar mayor firmeza en la negociación.
Tal como anticipara el diputado Stathis Kouvelakis, esto pone a Grecia ante un escenario de disputa más tenso. Las salidas intermedias parecen cada vez más lejanas, con un poder financiero y mediático amenazado, y un pueblo griego envalentonado. Los poderes imperialistas y el capital concentrado han leído –correctamente– este referéndum como un acto de valentía que, tras 4 décadas de neoliberalismo, ya no creían posible.