Por En la Vuelta – Acción Fotográfica
Un gol se piantó del arco. Los comisarios saben de él sólo que no está donde le ordenaron que se esté quietito. Lo habían mandado hacer fulerías para las cámaras. Lo tenían amaestrado, mansito y bobo, vencido. ¿Lo tenían o nada cambió y aún lo tienen? El gol, el pase gol, el golero de hoy no es el mismo de ayer. Y sin embargo… Embargo, esa es la palabra. Han embargado el gol. ¿Quién recuerda la pelota milonga danzando en playones de tierra seca, propiedad de nadie, promiscua y fértil? Pero si recordar no es más que el acto inútil de lamentar, brindemos pues por el olvido. Y naufraguemos temerariamente en las seductoras aguas turbias de la bobada. Nosotros, los que no queremos ver los hilos burdos que inclinan la cabeza de la marioneta. Los que cerramos los ojos cuando nos tiran al arco. Los que alzamos la denuncia en la cola del super pero oteamos las baldosas flojas del piso cuando nos preguntan si queremos ratificar lo dicho. Los que votamos cada cuatro muertes de obispo pero nos quejamos todos los días. Los que sabemos caminar por la cuerda floja de los cuerdos. Los que zapateamos sin caernos del plato, aunque esté vacío. Los que no sacamos la bandera del ropero cada cuatro cumpleaños, porque en el placard todo se lo han comido las polillas, y entonces santiguamos con agua bendita a un lienzo de plástico, ratificando una vez más que todo, hasta lo más sagrado, es descartable. Entonces no es de extrañar que nos chupemos los dedos con sabroso gato ornamentado en liebre, o que confundamos rucula y radicheta o aparentemos una furia roja en la piel y que por dentro seamos más inmaculados que un rabanito. Porque somos la salsa en la que nos cuecen y porque cada día no puede saltar del almanaque, es que los comisarios cortan clavos con los dientes porque un gol se escapó del arco. Sospecho que los comisarios se inclinan en dar por cierto que si comes rutina cagas miedo y que un gol es apenas eso, una pelota que se deja arrear a las patadas como ovejas en el corral de la vida. Entonces tus pesadillas le importan a magoya mientras cada uno haga su negocio en paz. Pero si un día ese gol se pianta del arco y en lugar de cruzar la red te saca el frío de las patas bancatela. Mirá que sino mañana puede ser igual que ayer y cuando quieras probar de nuevo la alegría vas a tener que prender, otra vez, el televisor.
Texto: Leonardo Rodriguez
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