Por Francisco Farina – @panchofarina / Foto: Goethe-Institut Buenos Aires
El sábado 7 de abril se realizó en el Teatro Nacional Cervantes el evento “Marx nace“. Crónica del del panel “Diálogos marxianos: Marx en Argentina” donde expusieron Emilio de Ípola, Laura Fernández Cordero y Horacio Tarcus.
No habían abierto las puertas del Cervantes y una extensa fila aguardaba para participar de algunas de las presentaciones, actividades y propuestas que se desarrollaron durante todo el sábado en el evento “Marx Nace“. Finalmente, más de 5 mil personas transitaron durante toda la jornada en el Teatro Nacional. Sorprendió la heterogeneidad política y diversidad etaria del público, reflejo de la heterogeneidad y diversidad en la construcción de las propuestas.
En los días previos, el evento no pasó desapercibido y generó una serie de críticas (de derecha a izquierda) y artículos (de Infobae a Izquierda Diario, pasando por Página 12) que fueron desde la desilusión por usar un Teatro Nacional para homenajear a Marx, por la simplificación de identificar el signo de la gestión gobernante con la de los participantes, o arrogarse el famoso marxiometro y decir que “Marx no hubiera sido invitado”. El panel, además de explayarse sobre la recepción de Marx en Argentina, atendió y se posicionó en este debate.
Marx en Argentina
Gerhard Dilger, director de la oficina regional Brasil-Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo, estuvo a cargo de la coordinación de las dos horas de charla y debate entre los expositores y los asistentes; y eligió una provocadora cita (la primera mención sobre Marx en Argentina) para darle pie a Tarcus en su intervención: “Karl Marx, que gobierna tres millones de obreros, es un verdadero y completo Lúcifer”.
“Marx todavía desata pasiones, no es un autor muerto”
El director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) comenzó por saludar la iniciativa y celebró que un teatro nacional realice actividades de estas características. Referido a la recepción argentina de Marx explicó que “sería difícil encontrar autores, filósofos, sociólogos, historiadores -marxistas, anti-marxista inclusive, o no marxistas- que no hayan tenido, a lo largo del siglo XX y fines de siglo XIX, un diálogo productivo con Marx”, “la sociología naciente, la sociología de 1890 y 1900 dialogaba con Marx”, aseguró. Entre los más importantes grupos que recepcionaron la obra de Marx en el país enumeró a los “socialistas exiliados de la comuna de París, luego los emigrados alemanes de las leyes represivas de Bismarck y, finalmente, la primera generación de socialistas nativos: Juan B. Justo, Enrique Dickmann y Alfredo Palacio”.
Esta recepción excedió lo estrictamente académico e intelectual y “no solamente el marxismo sino la teoría de Marx interpeló a los artistas plásticos, sobre todo a nuestros artistas de vanguardia”. Minuciosamente, Tarcus recorrió todos los ámbitos, disciplinas y sus referentes que se vincularon con la obra de Marx en el país, desde el psicoanálisis al cristianismo; resumió que “justamente, la dificultad de sintetizarlos habla de una presencia continua, una presencia activa, presencia productiva”.
“Marx todavía desata pasiones, no es un autor muerto, no es el autor que estaba subido a las estatuas en el mundo del comunismo que se derrumbó en 1989, hoy sigue siendo un autor vivo, un autor leído y discutido”, aseguró y lo graficó a partir de la aparición de nuevas biografías. El historiador se cuestionó por esta “voluntad de repensar a Marx” y explicó que “cada ciclo histórico necesita traducir a su presente los momentos o el pensamiento del pasado, es necesario tender nuevos puentes, reescribir necesariamente la historia y el Marx que se escribió en el siglo XIX es un Marx distinto al que se está escribiendo hoy; y esta escritura es una escritura abierta, una escritura viva, y una escritura más laica”.
Pensando “qué Marx interesa”, Tarcus explicó la relación que se extiende con el marxismo en un momento de “explosión de una nueva crisis capitalista, la emergencia de nuevas formas de lucha han generado un nuevo pensamiento crítico donde el marxismo no tiene la hegemonía que tuvo en las décadas de 1950, 60 y 70; pero a donde hay un diálogo con Marx y un diálogo con ciertos marxismos”.
Respecto a las críticas realizadas, ironizó sobre la interpretación de Infobae referida a lo “insólito” del evento en un Teatro Nacional y demostró el “marxismo implícito” en esa “crítica por derecha”; caracterizó la nota en Página 12 como “una perspectiva populista” y negó la obsecuencia de las intervenciones en la jornada. Referido a la crítica sobre la “ausencia del Marx de partido” aseguró que “Marx no fue un hombre de partido, sino que se sumó a un partido existente, hizo una reformulación programática extraordinaria de ese partido, la Liga de los Comunistas” y que luego apostó a clausurar; señaló “esa autonomía extraordinaria que a Marx y Engels le permitió desarrollar su teoría, a veces en diálogo y a veces en tensión con los grupos existentes en la época”.
“Tomaron de las barbas a Marx”
Laura Fernández Cordero, coordinadora del Programa de memorias políticas feministas y sexo-genéricas, en el CeDInCI fue interpelada desde la pregunta de ¿cómo lo leyeron las mujeres en las décadas de 1930 y 1940 a Marx en Argentina? Su intervención circuló sobre la crítica a la posible especificidad de las femeninas en temas específicamente femeninos, denunció que lectoras de Marx “reconocidas no son muchas en nuestro país, como no son tantas las intelectuales célebres, ni las que llegan a los panteones de las izquierdas”. “En ese sentido queda mucho por hacer en cuanto a reconstrucciones biográficas y revoluciones de cánones”, sentenció.
Explicó, críticamente, que “en general somos mujeres específicas, en mesas específicas, hablando de cosas que parecen muy específicas”. “Suena a cupo temático”, sintetizó y en estas lecturas aparecen muchos modelos de Marx en relación con las mujeres, ya sea en su vida personal o sus estudios referidos a la mujer. Frente a la sentencia de “Marx fue ciego al género”, Fernández Cordero criticó esa interpretación del género como algo “disponible, a la vista, como una simple mesa, decir eso, es lo menos marxista del mundo”, “cuando Marx vio una mesa fue y escribió esas páginas maravillosas del fetichismo de la mercancía”, agregó.
Retomando la pregunta inicial, referida a la lectura de Marx en Argentina por las mujeres en las décadas de 1930 y 1940, respondió que “supieron dar esa batalla con múltiples actividades y organizaciones que atravesaron estas décadas”. “Hubo mujeres que vieron lo que Marx hace, lo vieron ver la mesa y por eso en distintos contextos históricos pero con mayor fuerza en los años 70, tomaron de las barbas a Marx y entonces sí -a la par de otros feminismos no marxistas-, tradujeron la dominación patriarcal en teoría, en conceptos, revoluciones personales y prácticas políticas” e incitó a realizar nuevas jornadas con este horizonte.
Fernández Cordero, de una alocución distendida y poética, cerró su intervención con la siguiente reflexión sobre el momento actual, “una vez más el panorama mundial y un contexto local de recrudecimiento de las políticas neoliberales, con su estela de envilecimiento de la política, pobreza y represión, clama por nuevas lecturas de Marx. Hay que medir los riesgos: puede resultar un Marx de góndola, expuesto como una opción ideológica más, en ese caso volvamos a su gesto adusto, no está hecho para la revolución de la alegría, no era un conciliador ni un tipo amable, no estaba contento. Las feministas que leemos a Marx, tampoco”.
Emilio de Ípola fue convocado a responder sobre qué lecturas de Marx se hicieron en el ámbito intelectual universitario de los años 1960 en Argentina, pero también en otros lugares. El profesor emérito de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires eligió utilizar su “propia experiencia, de su experiencia de vida, para desarrollar su tema”. Aseguró que “en los medios intelectuales y universitarios de izquierda, y políticos también, de aquellos años había por un lado una corriente de gran simpatía hacia la obra de Marx y a su vez un conocimiento acotado y selectivo de su obra en esos años” y se consideraban “fieles seguidores del Marx filósofo, el Marx de los Manuscritos filosóficos de 1844, también el de la Ideología Alemana, el Marx humanista”, resumió. A su vez, realizó un repaso de esta tradición, relacionada a las obras de juventud de Marx, en Europa. Y distinguió esta corriente con la del Partido Comunista Argentino “que descreía del Marx humanista”.
En su relato sobrevoló el debate entre Sartre y Levi-Strauss, para llegar al abordaje y descubrimiento, a mediados de 1963, del filósofo francés Louis Althusser, en la revista del Partido Comunista francés. Y explicó que este recorrido implicó un cambio “del compromiso sartreano, al análisis científico de las coyunturas de la historia nacionales e internacionales, y luego a la ciencia aplicada a la práctica política”. Resaltó que uno de los muertitos de Althusser es el acercamiento a la obra de El Capital, que su generación comenzó a profundizar sobre el fin de la década del 60.
“Nuestro mayo fue el mayo del 69”
Luego fue consultado por el convulsionado 1968, frente a lo cual expresó que en Argentina “fue en el 69, en parte a partir del Cordobazo. El 68 si se recepcionó, se recibió y llamó la atención, pero fue un poco más tarde y en función de acontecimientos de movilización que contribuyó a terminar con el régimen de Onganía”. De ese momento rescató la experiencia de distintos intelectuales y del proyecto de la Revista Pasado y Presente. Por su parte, Tarcus aportó que hacia los 70 se conformó una nueva izquierda intelectual (y política) a partir de una renovación y de “nuevas formas de leer el marxismo”. Esto se gesta por la confluencia de una juventud que se encuentra con una clase obrera radicalizada, aunque resaltó que fue “un encuentro breve”, y agregó que “la recepción del mayo francés está mediada por nuestras tradiciones, por el peronismo, por el comunismo”.
Para Fernández Cordero, esos años fueron de “un desencuentro productivo entre muchas mujeres y la izquierda”, “muchas mujeres que cuentan en sus biografías `viajamos y encontramos el feminismo´, muchas mujeres que ya no encontraban espacio en los partidos de izquierda hacen ese camino, que ya venía siendo pero encontraba un conjunto de teorías, muchas mujeres tradujeron muchísimo, entonces me parece que es un momento particularmente rico para el desencuentro entre las mujeres y la izquierda y para el crecimiento del feminismo marxista y no marxista”.
“Tendríamos que hacer más días como estos”
El momento de preguntas del público permitió la posibilidad de retomar una respuesta colectiva para las críticas y repercusiones previas. Tarcus reivindicó la posibilidad de utilizar un Teatro Nacional, en una gestión neoliberal, y valoró que se “pueda responder libremente y que todos hayamos discutidos con libertad”. Fernández Cordero coincidió con la postura de “habitar los espacios que haya” y explicó “a mí nadie me dijo que debía decir” y provocativamente aprovechó el espacio para reclamar “que se apruebe la despenalización y legalización del aborto” que atrajo el aplauso más largo del panel.
También aprovechó el espacio Carla Imbrogno, una de las curadoras, para aclarar que el evento responde a una convocatoria pública del Teatro y fundamentó que eligieron la “figura de Marx porque no es tan conocido como podría dar a pensar su fama”. Gerhard Dilger resaltó que “este espacio es un espacio público, no un espacio del gobierno y hay que aprovechar estos espacios maravillosos para dar debates plurales, de izquierda. Se ha demostrado durante todo el día que ha habido debates y libertad”. “El día muestra que tendríamos que hacer más días como estos en el Teatro Nacional Cervantes”, concluyó.
Publicado originalmente en rosaluxspba.org