La Fundación Rosa Luxemburgo presentó oficialmente su nueva casa y la desplegó como un espacio abierto donde los proyectos, debates y conversaciones, en clave de experiencias territoriales y académicas, rondarán sus pasillos y rincones.
Por Ana Paula Marangoni y Laura Salomé Canteros / Foto por Nadia Petrizzo
El saber colectivo y las experiencias para la liberación forman parte de las paredes de la nueva dependencia de la Fundación en el Cono Sur. En grupos diversos y multidisciplinarios, las y los integrantes de las organizaciones y de las oficinas de la Rosa Luxemburgo, recorrieron una muestra itinerante: salones donde se recuperan e inmortalizan -en materiales impresos y gráficos- las luchas por los derechos humanos y la democracia, de los feminismos y sindicalismos y por la soberanía alimentaria. Íconos por los derechos laborales, el poder y la democracia obrera; por la no criminalización a partir de la construcción de formación política y conocimiento colectivo; de generación de herramientas para enfrentar el despojo territorial; y para dejar en claro que ningún proyecto de transformación social puede prescindir del feminismo.
Luego se dio el momento de construcción colectiva de una línea de tiempo en la región, que retrata sucesos -hitos en la lucha popular- en Argentina, Uruguay y Chile. La línea comienza en 2001 y llega a 2019; desde la crisis del “Argentinazo” hasta la declaración del último Encuentro de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans donde se afirmó: “Somos plurinacional”. Desde la creación de la Campaña contra el Hambre y la Inflación en Uruguay hasta el reconocimiento de la organización estudiantil y feminista que hizo posible un estallido reciente: “Chile despertó”.
Fue un momento para que las genealogías se recuperaran de forma colectiva en ejercicio de memoria activa y también para que surgiera la figura de Rosa Luxemburgo, retratada como una mujer solidaria, que abraza -en tiempo presente- pero que también levanta banderas; que la recupera como periodista -crítica e insumisa- en un activismo permanente. Un mural con su figura y la frase “Proletarias, corred a la lucha” recibirá desde ahora cada actividad que en la oficina en la ciudad de Buenos Aires suceda.
Del primer debate de la jornada participaron integrantes de organizaciones sociales, feministas, sindicales, de inquilinas e inquilinos, de fábricas recuperadas, movimientos campesinos y por la soberanía alimentaria y energética. Además, se hicieron presentes integrantes de las oficinas de la Fundación Rosa Luxemburgo de diferentes puntos del mapa global. Un espacio de intercambios, presentaciones y simpatías en el que no faltó el saludo solidario con los pueblos de Ecuador y Chile ante la resistencia al proyecto neoliberal y a las políticas de ajuste. De a duplas y sonrisas mediante, las presentaciones atravesaron el salón central de la oficina, ubicada en el barrio porteño de Constitución. Historias de resistencia y organización para la vida digna aparecieron en la dinámica que terminó con la presentación de la campaña gráfica “vivas nos queremos”.
Crisis sistémica global, avance de la derecha y reconfiguración de las izquierdas
Como cierre de la jornada, se abrió un diálogo a modo de tríptico que tejía un contrapunto entre Alemania y el Cono Sur de América Latina. Los diálogos se desenvolvían con una premisa más allá de los debates concretos. ¿Es posible construir estrategias globales de lucha sin por eso ignorar la historia, las tradiciones de lucha, la singularidad de cada pueblo y la identidad de cada experiencia en un territorio particular?
Mientras que el contexto mundial cambia, las izquierdas tradicionales tienen un desafío fundamental: repensarse, transformar estructuras que ya quedaron obsoletas o limitantes y dar un salto cualitativo que requiere creatividad; pero, sobre todo, requiere una escucha atenta a lo que está sucediendo en distintas partes del mundo.
Hacia una transformación socioecológica
En la primera Mesa, el intercambio se dio entre Dagmar Enkelmann, presidenta de la Fundación Rosa Luxemburgo, y Hernán Scandizzo, representante del Observatorio Petrolero Sur. Se dio lugar a debates centrales en torno a la tierra, a las formas actuales de producción, y al creciente cambio climático.
Para Dagmar, es fundamental pensar en una transformación socioecológica. Esto implica, en principio, admitir que el cambio climático es global y que tiene consecuencias dramáticas en el planeta. Esto es consecuencia directa de la acción humana, de los modos de producción extractivistas, y del uso y abuso de recursos no renovables. Pero haciendo una mirada más amplia, Dagmar expresó que estas formas económicas arrasantes no se pueden pensar por fuera del capitalismo: de los intereses de lucro y de las relaciones de propiedad. No es posible concebir una transformación auténtica sin cuestionar los modos de vida que se imponen en un mundo capitalista.
El cambio climático, que es el síntoma de la depredación capitalista de la vida en todos los órdenes, solo puede impedirse a partir de una transformación radical, que implica modificar la macroeconomía en consonancia con la naturaleza. Urge llevar a los distintos ámbitos de debate la preocupación por el “buen vivir”, que expresa una forma de vida en armonía con el mundo y la naturaleza, que la incorpora como motor fundamental de su existencia, en lugar de destruirla y arrasarla.
Como parte del contrapunto, Hernán planteaba la dificultad de poner en las agendas de sindicatos, movimientos sociales y agrupaciones de izquierda esta temática. Uno de los ejemplos puntuales fue el caso de Vaca Muerta, una suerte de “bomba de carburos” con un impacto letal para la tierra. Y cómo a pesar de las movilizaciones, no se logró generar una sensibilización sobre el tema. Para Scandizzo, lentamente se va avanzando en instalar la problemática que, como planteó Dagmar, es tan dramática como urgente. La energía no es algo lejano, sino que hace a la distribución de la riqueza y la dignidad de la vida, afectando directamente en nuestra cotidianeidad. Por eso, es necesario continuar instalando este tema en las agendas, e ir hacia una transición energética y productiva.
Por último, ambos exponentes coincidieron en la necesidad de una escucha atenta a las y los trabajadores, ya que es posible cambiar los modos de producción cuidando los puestos de trabajo. Parte del diálogo entre el Norte y el Sur es observar la distribución de la economía a nivel mundial, cómo algunos países llamados periféricos se convierten en el basural de otros. Es necesario saber qué ocurre en cada región. Eso será clave para ensayar propuestas alternativas.
Hacia un nuevo internacionalismo
En el segundo pliegue de debate, intervinieron Boris Kanzleiter, referente internacional de la Fundación, y Florencia Partenio, activista feminista y doctora en Ciencias Sociales. Aquí se trazaron puentes hacia una mirada trasnacional.
Para Boris, hay un contexto mundial signado por la crisis; crisis del sistema capitalista en lo económico, en lo ecológico y en la vida de las personas. Mientras las izquierdas tradicionales encuentran límites en las prácticas y estrategias históricas, resurgen nuevas derechas neoliberales, pero también semi fascistas.
Kanzleiter instó acerca de la importancia de que generar una renovación de la solidaridad internacional. La importancia de movimientos con esta impronta, que tiene como modelo al Movimiento Zapatista, fue perdiendo vigencia en los últimos 15 años.
En contrapartida a esta situación actual, el feminismo en Argentina representa un modelo de la solidaridad trasnacional entre luchas y movimientos sociales, ya que este movimiento alcanzó una importancia a nivel global e inspiró las luchas feministas de muchos países, a la vez que se nutre de otras experiencias feministas.
Florencia Partenio puso énfasis en la necesidad de generar infraestructuras de cuidado, en el marco de propuestas con alcance trasnacional. Mientras los países debaten sobre otras infraestructuras de alto costo y nocivas para la vida, como sucede con el extractivismo, cada vez se invierte menos en derechos básicos de las personas, como es el caso de la salud y educación. Esto genera una desigualdad para mujeres y disidencias a nivel global, ya que es este sector de la población el que tradicionalmente realizó estas tareas de un modo invisible, sin remuneración ni reconocimiento alguno.
También señaló la importancia de los Paros Internacionales de Mujeres y Disidencias como parte de una experiencia actual de internacionalismo, que cada vez adquiere más fuerza. Estas movilizaciones coordinadas ocurren, en primer lugar, por fuera de los movimientos sindicales tradicionales, pero además, presentan una reafirmación frente a grupos de derecha “anti derechos” que hoy tienen una coordinación en sus mensajes a nivel global, y que actúan de forma coordinada en distintos países.
En respuesta a este resurgir de grupos de derecha que pretenden socavar derechos adquiridos y contrarrestar nuevas luchas, Boris planteó el desafío de construir discursos emancipadores a nivel global, sin dejar de tener en cuenta los diferentes contextos. Generar estrategias que impliquen discursos emancipadores para los ámbitos sociales y laborales; en definitiva, que expresen la lucha por una vida digna.
También se señaló la “plataformización de las relaciones laborales”, que es un problema global y requiere de estrategias conjuntas y coordinadas. A su vez, se puso énfasis en la interseccionalidad, como un aspecto central a la hora de vincular luchas. Es necesario hacer una articulación entre las problemáticas de género, clase, étnicas y de raza y comprender que la colonización tiene impactos diferentes en los cuerpos y que la explotación se vivencia de diferentes maneras. Este es uno de los desafíos que se viene planteando en los últimos Encuentros Plurinacionales de Mujeres y disidencias en Argentina.
Hacia una democracia económica
Completando el último eje de la tarde, Heinz Bierbaum, jefe de la Comisión Internacional del partido Die Linke, y Gonzalo Castelgrande, referente de AUTE, debatieron sobre experiencias emancipadoras de organización de trabajadoras y trabajadores.
Heinz desplegó el concepto de democracia económica como la posibilidad de que las sociedades tengan control político sobre su propio desarrollo económico, algo que en el actual sistema capitalista no sucede. ¿Quién tiene hoy legitimidad para tomar decisiones por los trabajadores y las trabajadoras, en su nombre?
En el marco de esta pregunta, Heinz destacó la experiencia de las fábricas y empresas recuperadas, que trazan desde la experiencia otras formas de producir y de trabajar, con estructuras horizontales, pero también con enormes desafíos.
En relación con esto, Gonzalo señaló los enormes desafíos que presentan las fábricas recuperadas en la coyuntura actual. Uno de ellos es cómo prevenir la creación de castas al interior de las plantas de trabajo que generan desigualdad. Otro es el problema de la dependencia del Estado, sin el cual estos espacios no podrían ser sustentables. En contexto de crisis, que es cuando surgen estos espacios alternativos, se torna casi imposible generar modos de producción rentables y poder sostenerse. Y a la vez, el estado en un momento crítico económico tampoco dispone de suficientes recursos para destinar a las fábricas recuperadas, lo que genera una suerte de embudo o círculo vicioso.
Entre las alternativas planteadas para democratizar el trabajo, se mencionó la importancia de que trabajadores y trabajadoras formen parte de los directorios. También se habló de la importancia de las Convenciones de trabajadores, como aconteció en Uruguay. Además, se mencionaron otras formas de trabajo autogestivo, que por lo general son pequeños emprendimientos que, al estar desvinculados de las organizaciones sociales, no suelen tener mayor articulación y visibilidad.
Lograr una auténtica democracia económica requiere de enormes desafíos, pero el primer paso es la toma de conciencia de que es posible crear otras formas de producir y relacionarnos con el trabajo.
Tres ejes para revolucionar la vida
La primera Jornada en la nueva oficina del Cono Sur permitió dar cuenta de la importancia del espacio y de la potencia que allí aguarda. Articular debates, intercambiar visiones y experiencias, y complementarlas, fue un gran aporte que ya comenzó a hacerse visible. Es posible aunar experiencias que proponen modos de vida alternativos a los que ofrece el capitalismo. Es posible reunir a representantes de diversas tradiciones y territorios, y construir estrategias conjuntamente. Se trata, en definitiva, de concretar la expectativa por un mundo alternativo integrado al buen vivir, lo cual pudo hacerse palpable en un intenso día de múltiples encuentros y debates tan urgentes como necesarios.