Por Guillermo Caviasca*
El autor propone un repaso por la política de los gobiernos kirchneristas para entender el sorpresivo escenario del balotaje y como podrá ser la gestión de quien resulte ganador. Ademas, analiza los desafíos del campo popular para dar respuesta acordes a los tiempos por venir.
Repetir que el resultado electoral reciente fue una sorpresa es redundante. Ya ha sido dicho por propios y ajenos. Lo que no esta de más indicar es que esa sorpresa implica un cambio de escenario que debería repercutir en nuestras opciones políticas. Aplicar siempre la misma táctica en diferentes escenarios nos aleja de los objetivos.
Claro, todo depende de cuanto valoremos el cambio de escenarios entre un posible gobierno de Scioli y uno de Macri. Y eso depende de cómo valoremos la etapa actual y el proceso político que se abrió en el 2001.
Desde nuestra perspectiva el kirchnerismo fue una expresión del 2001, no su negación, ni una reacción contrarrevolucionaria, sino un proyecto político que se desarrollo en el contexto de un campo popular incapaz de hace nacer, en condiciones de crisis de hegemonía, un movimiento que llevara a una ruptura profunda con el modelo neoliberal.
El kirchenrismo fue hijo del 2001, no su negación. Y a su vez el constructor de una hegemonía que, tomando banderas populares y nacionales, atrajo a grandes porciones de nuestro pueblo y de la militancia. No arrebató el poder a las clases que lo detentaban durante el periodo anterior, lo limitó y lo reorganizó. Fue la fase progresista del modelo neoliberal que llevo las posibilidades de reforma al limite, sin romper con las estructuras que hacen al modo de acumulación.
El ejemplo más claro fue la 125, medida necesaria, donde el gobierno busco poner la mano en el bolsillo de los propietarios rurales, beneficiados por unos precios elevadísimos de sus productos en el mercado mundial, pero sin alterar el ordenamiento de la producción rural, ni tocar a las grandes exportadoras. No podemos negar que la política de Derechos Humanos, las reformas democráticas como el matrimonio igualitario, las nacionalizaciones como las AFJP, YPF, Aerolíneas, etc. y muchas otras medidas implicaron pasos adelante. Eran parte de un proyecto “neodesarrollista” que implicaba regulación estatal y amortiguación a las políticas más duras impulsadas por el capital, con cierta protección al mercado interno y una búsqueda de autonomía parcial en el contexto internacional. ¿Que hará Macri en cada cuestión que enfoquemos? será sin dudas desandar lo avanzado.
La única verdad es la realidad
La estrategia que elaboramos de oposición al kirchnerismo estaba basada en el presupuesto de que éste expresaba un piso, tanto en lo que hace a tácticas de lucha a desplegar en lo económico y político como de ideas básicas que podían llegar a ser mayoritarias en la sociedad. Era un piso del que partían nuestra posibilidades El resultado electoral parece indicar que estamos parados en una sociedad donde las relaciones de fuerzas e ideas son distintas a las que imaginábamos. El piso es otro.
Se abre un ciclo más conservador, más de derecha, más liberal. La elección de los candidatos por el FPV, tanto Scioli como el impresentable de Aníbal Fernández, era de por si expresión de eso. Son parte del pasado que se decía repudiar, muy perecidos a sus oponentes de derecha. Y el caso de Fernández ahondó la fractura entre el relato y la realidad produciendo un “efecto Herminio” que da nombre a la derrota. Las situaciones provinciales se deterioraron siendo presentadas con un grado de degeneración creíble por la “opinión pública”.
El kirchnerismo abusó del “relato”, fue furibundamente sectario, y negador de realidades evidentes, lo que le impidió tomar nota de que su estrategia de polarizar a la derecha podía generar una oleada anti-k que lo dejara en minoría si esta se unía detrás de una sola referencia. Tampoco organizó una base social popular propia, dividió al movimiento obrero y pretendió reemplazar al pueblo organizado por diversidades posmodernas y hegemonía discursiva. Quizás esto estaba en la naturaleza y los límites de su proyecto político. Eso se debió especialmente que los proyectos políticos que se pretenden nuevos, expresión de un nuevo tiempo histórico, sólo se consolidan como tales cuando expresan a nuevas fuerzas sociales y con ellas a una nueva hegemonía.
El kirchnerismo no llego a ser ese cambio. El kirchnerismo termina su ciclo dejando un giro a la derecha como horizonte. En 12 años no había podido o no había querido (o no estaba dentro de sus posibilidades ideológicas) crear una fuerza política que sostuviera su proyecto.
Que hacer
Sin embargo que Scioli exprese un “giro conservador” alejado de la “profundización” proclamada por muchos kirchneritas progresistas. No debe enturbiar en hecho de que el anti-kirchnerismo, sea macrista o massista, expresa una oleada reaccionaria de derecha, un nuevo ciclo que buscará ofrecerle al capital mas concentrado, “al mercado”, el timón de nuestra economía sin discusión ni mediaciones. El macrismo es el menemismo recargado.
Pero es peor que eso. El PRO es la primer fuerza política de derecha, con un programa neoliberal explícito, culturalmente de derecha, públicamente proimperialista, sorprendentemente antinacional, objetivamente antiobrero, que se ha constituido como un partido coherente, con un programa común que se expresa en todos los niveles, de masas e intelectuales y que tiene una base electoral de masas que le permitiría aspirar a ganar democráticamente unas elecciones nacionales. Nunca en nuestra historia esta situación se dio. Siempre estos programas fueron impuestos por golpes de estado, engaños, proscripciones o fraudes.
Por eso, volviendo al inicio de esta nota, el escenario que se abre es nuevo y debe alterar nuestras definiciones anteriores, basadas en la idea de hegemonía kirchnerista. El PRO en el gobierno, elegido democráticamente, tiene la posibilidad de avanzar hacia la construcción de un gobierno de mayorías y desarrollar una nueva hegemonía, corriendo radicalmente el piso desde el cual hacemos política. Las condiciones para la organización de una alternativa, para impulsar la ruptura con las estructuras de nuestra dependencia se alejarán. No hay oleadas de lucha que preanuncien una resistencia popular que sea la base de la derrota de los planes macristas.
Nadie puede dudar que el macrismo desarmará paso a paso las más módicas o más importantes mejoras que el kirchnerismo realizó en esta década. Tampoco hay dudas de que profundizara los rasgos estructurales del neoliberalismo afianzando nuestra dependencia y arbitrando políticas que garanticen la tasa de ganancia del capital a costa de los trabajadores. Debilitará a la industria y dejara de lado cualquier atisbo de desarrollo científico técnico. Y alineará sin titubeos a nuestro país con los Estados Unidos y el eje pacífico. Lo hará con convicción y casi sin oposición política.
Se perfila este escenario: Si gana Scioli, será un gobierno débil, con un fuerte condicionamiento por derecha, y con una fuerza política propia fragmentada, presionado por el capital para avanzar sobre los trabajadores y los intereses nacionales. Donde se deberán dar fuertes luchas para frenar el avance del enemigo, pero habrá disputas que estarán al nivel de nuestras módicas fuerzas actuales. Si gana Macri, será un gobierno potencialmente fuerte, con fuerte apoyo imperialista, con solidaridad plena de los “mercados”. Con una oposición aun no definida pero que también se perfila de derecha, con sectores del kirchnerismo debilitados, pensado en un hipnótico retorno en cuatro años, y una izquierda política y social muy débil. Un escenario que nos augura duras derrotas.
En esta coyuntura no deberíamos ser ajenos. Debemos votar a Scioli, por autodefensa.
*Militante de Encuentro Antiimperialista