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    Sin categoría

    Un discurso programático

    12 diciembre, 20115 Mins Read
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    La presidenta Cristina Fernández desarrolló en su discurso de asunción del segundo mandato los ejes de su próximo gobierno. Como viene ocurriendo en los últimos meses, puso el acento en los temas económicos.

    “Hoy tenemos un país que ha tenido el período de crecimiento más largo en sus 200 años de historia. Además, el crecimiento de su producto bruto interno per cápita ha sido uno de los más importantes, sino el más importante del mundo, superado por el del nivel de industrialización.” Estos datos, elocuentes por sí mismos, marcaron la tónica de un discurso de ratificación del rumbo desarrollado hasta ahora y de valoración de los logros de su gestión.

    En primer lugar, de la resolución elegida para el problema de la deuda externa. La presidenta recordó a Néstor Kirchner “parado ante la Asamblea General de Naciones Unidas planteando el eje central de nuestra política en materia de desendeudamiento y pago de la deuda, que era que los muertos no pagan las deudas”.

    En segundo lugar la relación entre un modelo altamente dependiente de las exportaciones como el de nuestro país y el desarrollo de la industria y del mercado interno. “Otro de los ejes fue finalizar con esa dicotomía de mercado interno o exportación”, señaló Cristina, quien agregó que “el comercio exterior es apuntalado por un mercado interno creciente y pujante”, visible en el auge del consumo. La creación de la Secretaría de Comercio Exterior, en el ámbito del Ministerio de Economía y articulada con la Secretaría de Comercio Interior, apunta a fortalecer esta relación. Asimismo la presidenta anunció la creación de la Subsecretaría de la Competitividad, con la que espera avanzar en las políticas de sintonía fina que viene anunciando, es decir, la idea de evaluar específicamente cada rama de la producción para establecer las mejores reglas de juego teniendo en cuenta las particularidades, rechazando también las presiones de los empresarios que apuntan a ganar competitividad a costa de la reducción salarial.

    Por otro lado la presidenta se refirió a la política de acumulación de reservas. En ese momento destacó que su gobierno debió “soportar cinco corridas cambiarias que las corporaciones hicieron creyendo que este gobierno iba a ceder.” “Nos querían obligar a devaluar o a fijar las marcas en la cancha.” A lo cual agregó: “Que se den por notificados: ¡yo no soy la presidenta de las corporaciones, soy la presidenta de cuarenta millones de argentinos!” Este tema es cada vez más recurrente en el discurso oficialista, que apunta a referenciarse como representante del conjunto de los argentinos, por sobre todas las presiones corporativas, sean empresariales o sindicales.

    Ante estas presiones la presidenta destacó una vez más la voracidad de los reclamos empresariales corporativos y realizó el enésimo pedido de nuestra historia a que los empresarios nacionales razonen con el bolsillo. “Cuidemos lo que hemos logrado en estos años –subrayó-, donde los pequeños empresarios se convirtieron en medianos; los medianos, en grandes y los grandes se cansaron de ganar dinero. Está bien, no me quejo de los que ganan dinero; simplemente les pido la contribución sensata e inteligente –ni siquiera patriótica– de seguir colaborando con un modelo virtuoso de economía que les ha producido pingües ganancias.”

    A pocos días de la fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) Cristina remarcó otro de los ejes de su política, íntimamente entrelazado con el apoyo al nuevo marco de naciones de Nuestra América. “Nada de esto tampoco habría sido posible si no hubiéramos virado estratégicamente la dirección de nuestra economía y de nuestra mirada. La volvimos a casa, al continente, a América del Sur, al Mercosur. Porque sabemos que aquí, en la integración regional, está una de las mejores defensas que podemos tener contra un mundo difícil y plagado de desafíos que debemos enfrentar.”

    Con su habitual claridad expositiva la presidenta sintetizó su mirada sobre la crisis económica que vive el capitalismo. “Para que ustedes tengan una idea de lo que está pasando al mundo quiero recordar que, en el año 1980, la relación entre el producto bruto global –o sea, todo lo que produce el mundo en bienes y servicios– y el stock de activos financieros –llámense bonos, derivados o lo que fuere– era del 1,1. En el año 2010, llegó a 3,4, habiendo tenido una punta, en el 2006, de 3,6 veces. ¿Qué significa esto? Algo muy simple: el dinero es el elemento fungible por esencia para comprar bienes y servicios, y hay casi cuatro veces más dinero que bienes y servicios para comprar. ¿Y después nos quieren contar a nosotros que ellos gobiernan con metas de inflación? Gobiernan con metas de crecimiento, pero del sector financiero y yo quiero notificarles que nosotros gobernamos con metas de crecimiento del trabajo y del empleo. Es una economía que no se basa en la economía real sino en una economía financiera. No es que no nos interesen los bancos. Sabemos que los bancos son una parte fundamental, pero no pueden ser el fundamento de la economía. Tienen que ser el instrumento; la palanca para que la economía real sea mueva y produzca más bienes y servicios.”

    Finalmente, y ante la sugestiva ausencia del Secretario General de la CGT en toda la jornada, la presidenta se expresó sobre las luchas de los trabajadores. Nombrando explícitamente a los docentes y petroleros de la provincia de Santa Cruz, afirmó que “el derecho de huelga es un derecho que asiste a todos los trabajadores por imperio de la Constitución reformada. Con nosotros, derecho de huelga hay; pero derecho de huelga, no de chantaje ni de extorsión.” Con estos dichos la presidenta responde con firmeza a las demandas que surgen desde el movimiento obrero y replantea sus intenciones de equiparar los conflictos de los trabajadores con los reclamos de los empresarios, ubicando a su gobierno en el justo medio como presunto garante del equilibrio general del próspero capitalismo argentino.

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