Por Martín De Battista
A la luz del asesinato y escarnio del joven kurdo Haci Lokman Birlik, las autoridades turcas se ceban en sangre para eternizarse en el poder.
En el sudeste de Turquía, norte de Kurdistán, faltan 24 días para la repetición de las elecciones que el 7 de junio arrojaron un resultado que hizo imposible al gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del presidente Erdogan formar un gobierno sólo con sus diputados.
En el resto de Turquía también faltan 24 días para los comicios electorales, pero las políticas del gobierno hacen que ese período en Turquía sea muy distinto a las tres semanas y media faltantes en Kurdistán.
Erdogan no se cansa de repetir “Turquía es única e indivisible”, pero su policía y su ejército tienen políticas bien diferenciadas.
El 3 de octubre, en la ciudad de Şirnak, ubicada en la región kurda de Turquía, los blindados policiales apuraban motores en operativos para tapar los zanjones con que los jóvenes kurdos impiden que las fuerzas militares ingresen a sus barrios. Hace casi dos meses que se han declarado en rebeldía, desconociendo al gobierno, a la policía y al ejército, que han lanzado campañas de secuestro, matanza y apresamiento indiscriminados contra todo el mundo. Este castigo para los kurdos no solo es por reivindicarse parte de un pueblo, sino por haber dado la victoria regional al Partido para la Democracia del Pueblo (HDP, por sus siglas en turco), que el 7 de junio se impuso en el distrito de Şirnak con el 86 por ciento de los votos.
El HDP es un conglomerado de unidad donde participa la izquierda turca, las minorías armenias, asirias, cristianas y otras nacionalidades, organizaciones de mujeres, LGTB, todas contenidas e impulsadas por la potente fuerza democrática de las organizaciones sociales y políticas kurdas.
El mismo 3 de octubre, la policía divisó entre los jóvenes que protestaban al actor Haci Lokman Birlik, y dispararon contra él, hiriéndole en un brazo. Posteriormente, fue rematado con decenas de disparos y, saciando la bestialidad uniformada, rodearon el cuello del cadáver con una soga, y lo arrastraron -desfigurándolo- por numerosas calles de Şirnak. Al tiempo que el cadáver de Haci era arrastrado, los uniformados le gritaban: “Me cago en tu madre y en tu esposa”, como puede oírse en el video grabado por los mismos verdugos.
De esta forma, el mensaje mafioso de la “Turquía única e indivisible” había sido emitido, bajo los parámetros de la propaganda electoral nacionalista, y así incitar al pueblo kurdo a precipitar su rebelión en insurrección generalizada.
“Si le hacen esto a los muertos, imagínense de qué son capaces con los vivos”, protestó el líder del HDP, Selahattin Dermitaş.
Haci tenía sólo 27 años. Cuando nació, su país ya estaba en guerra y el pueblo kurdo sufría, como sufre hoy, despojos e incendios, represiones y encarcelamientos, torturas y masacres indecibles. Haci formaba parte de la joven generación que se propone el desafío de democratizar Turquía y lograr la autonomía regional para el pueblo kurdo. El joven era de los que desanduvieron los caminos una y mil veces, convencidos de que lograr la paz en Kurdistán iba indisolublemente ligado a lograr la democratización de Turquía, y que finalizar el conflicto armado jamás significaría abandonar las banderas de libertad, igualdad, autonomía y democracia de su pueblo.
Su cuñada, la diputada del HDP Leyla Birlik, junto con familiares y amigos esperaron por el cuerpo del joven en las afueras del hospital. El director del instituto de salud había sido capturado por el ejército para prestar declaración y ser interrogado. Cuando se llevaron al directivo, el hospital se encontraba completamente intervenido.
Cinco días antes, el comandante guerrillero del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) Cemil Bayik había declarado desde las montañas de Qandil, en el noreste de Iraq: “Los niños y las mujeres, los ancianos y los jóvenes, desde el punto de vista del Estado turco no son civiles. De acuerdo a su mentalidad, toda persona que se resista a las políticas de aniquilación del Estado turco es terrorista y debe ser asesinada. Este es el muy fascista gobierno y enemigo público que nuestro pueblo está enfrentando”.
Las formas de lucha de un lado y otro de las fronteras cambian, quienes se enfrentan son los mismos: por un lado el pueblo kurdo, resistiendo en Iraq al neoliberalismo y al Estado Islámico (EI); derrotando a los terroristas y construyendo una revolución popular, democrática, feminista y plurinacional en Siria, y buscando una salida de paz, participando en elecciones y ahora desconociendo al gobierno en Turquía.
Contra las fuerzas democráticas kurdas en Iraq se posicionan el EI y Masud Barzani, el señor feudal kurdo devenido en burgués petrolero que pacta con Israel, estados Unidos y Turquía cada movimiento. En Siria, el Estado Islámico y Al Qaeda, apoyados por Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Jordania e Israel, para nombrar tan solo a unos pocos, intentan truncar la rebelión encabezada por los kurdos. En Turquía, y el primer ministro Davutoglu, con su partido AKP, su ejército y sus policías, son los encargados de detener la avalancha de rebelión.
Pero Erdogan y sus seguidores han fracasado en su política anti-kurda, contrarrevolucionaria y anti-democrática. Han perdido aliados en su lucha por encumbrarse en el poder, expulsando generales del ejército y funcionarios acusados de corrupción, complots pro-chino y por pertenecer a la secta pro-yanqui de Fehtullah Gulen, antiguo compinche de Erdogan.
El presidente de Turquía no ha dudado en apoyar al autoproclamado califa del Estado Islámico. Mientras tanto, busca eternizarse él mismo como califa: cambiar la constitución de Turquía estableciendo un régimen presidencial autoritario. Pero hay un pueblo, el kurdo, que va en la dirección contraria y se ha propuesto agrupar a los sectores progresistas y democráticos, a la vez que deja la vida de sus mejores hijos e hijas para democratizar toda Anatolia y el Oriente Medio.
A 24 días de las elecciones, la estrategia de Erdogan ha quedado clara: no se puede ganar contra los kurdos en territorio kurdo, donde obtienen porcentajes de hasta el 92 por ciento de los votos, como sucedió en la ciudad de Cizre. Por lo tanto, busca generalizar la guerra civil y el terrorismo de Estado para justificar la propuesta del AKP: que no se establezcan urnas y centros de votación en Şirnak, Cizre, Yuksekova, Diyarbakir y otros distritos, debido a que no hay condiciones de “seguridad” para garantizar la elección.
Cuando incluso las formas más crueles y patentes de fraude son derrotadas por el pueblo organizado, entonces el fascismo agudiza su política y busca eliminar el derecho al voto en las ciudades y pueblos de las regiones kurdas donde el HDP arrasa electoralmente.
Presionado por las potencias occidentales y otras fuerzas políticas, el Comité Electoral acabó rechazando la propuesta oficialista y ahora queda por definir cómo se llevarán a cabo esas elecciones en medio de una fuerte militarización, toques de queda cotidianos y matanzas generalizadas.
Sin dudas, los esfuerzos de Erdogan para que el HDP baje en votos han sido demasiados, pero el HDP sigue subiendo en las encuestas: cientos de miles de electores no podrán votar, como sucede regularmente. Pero las fuerzas democráticas siguen creciendo en medio de la represión, como los hongos después de la lluvia. El poeta Bertolt Brecht dijo sobre Hitler algo que le sienta muy bien a Erdogan: “¿Por qué el gobierno no disuelve el pueblo y elige uno nuevo?”
A fin de cuentas, mientras el presidente turco obtiene cada vez menos apoyos internos y externos, en oriente y en occidente, la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK, dirección del movimiento de liberación de Kurdistán), tiene cada vez más aliados, amigos y simpatizantes en el mundo, porque ha abrazado las causas de la justicia y la libertad, dejando patente su determinación enfrentando al Estado Islámico.
En 24 días habrá elecciones en Turquía y se seguirá desmoronando la institucionalidad estatal de 92 años de antigüedad, la misma que necesita cometer crímenes atroces contra jóvenes como Haci.
En 24 días habrá elecciones en Şirnak y en el resto de Kurdistán Norte, y los que protestaban con Haci, los que lo lloraron, quienes fueron a su entierro, los millones que han llorado durante 35 años a los miles de Haci, nuevamente apoyarán al HDP para democratizar Turquía. Y si el fraude se consolidara y sellara su oscuro pacto con el terrorismo de Estado, entonces miles de ellos tomarían la trascendental decisión de incorporarse a la guerrilla del PKK.
Erdogan decidió encender la mecha del polvorín kurdo sin darse cuenta de que ese pueblo había puesto la solución del conflicto interno en sus manos.