Por Leandro Albani
En una región caotizada como Medio Oriente, que desde hace más de cinco años sufre una guerra de agresión y que se convirtió en la arena de disputas de las grandes potencias y de los poderes regionales, la lucha del pueblo kurdo parece eclipsada. Como también parece silenciada la represión sostenida y permanente que Turquía descarga contra ese pueblo.
Después del asesinato de Andrei Karlov, embajador de Rusia en Ankara, el poder disuasivo de Moscú sobre su “nuevo socio”, el presidente Recep Tayyip Erdogan, se acrecentó. Aunque el diplomático fue ultimado a sangre fría por el policía Mevlut Mert Altintas, un joven de 22 años formado en los más “puros” y reaccionarios ideales del Estado turco, el gobierno de Vladimir Putin condenó el hecho, convocó a una profunda investigación y llamó a la calma para, de esa forma, mantener una relación bilateral que hace un año atrás llegó a picos de tensión que paralizaron al mundo.
El objetivo de Rusia es claro: mantener lo más cerca posible al gobierno de Erdogan que, hasta hace pocas semanas, insistía en derrocar al presidente sirio Bashar Al Assad. La liberación de la ciudad de Alepo es un ejemplo de esto. Cuando el Ejecutivo ruso reanudó las relaciones con Turquía buscó mantener a raya a Ankara, principal socio, junto a Arabia Saudí, de los grupos irregulares armados que operan en Siria, incluido el Estado Islámico (ISIS). Pero al mismo tiempo que Rusia comenzaba la contención para que el gobierno de Erdogan no avanzara sobre Alepo, tanto Moscú como Washington retiraron sus miradas del norte de Siria. Esa región, que en lengua kurda se denomina Rojava, iniciaba así una nueva etapa de resistencia luego que el Ejército turco ingresara al territorio en agosto pasado.
Bajo el débil argumento de luchar contra los grupos terroristas, el gobierno de Erdogan desplegó por aire y tierra a sus Fuerzas Armadas. Y hasta el día de hoy, las fuerzas turcas continúan con los bombardeos a los pueblos kurdos, la represión hacia los civiles y los combates contra las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ) y las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS, que nuclean no sólo a las YPG/YPJ sino también a milicias de otras nacionalidades).
El avance
No hay declaraciones de condena, ni tampoco palabras mínimamente críticas contra Turquía. El ejército de ese país y el gobierno de Erdogan saben muy bien que el mayor peligro para ellos es la experiencia política y social desarrollada en Rojava, una zona autónoma, organizada con un autogobierno inclusivo que respeta las diferencias étnicas y religiosas, y en el cual las mujeres son el motor principal tanto en lo militar como en lo político e ideológico.
El martes 27 de diciembre, la agencia de noticias Hawar informó que “Turquía está movilizando fuerzas y maquinarias en las fronteras” de Girê Spî (Tal Abyad, en árabe), paso entre ambos países controlado por las YPG/YPJ. En el reporte se detalló “que el ejército turco está movilizando sus fuerzas y maquinarias de construcción frente al pueblo Saleeb Qeran”, ubicado a 20 kilómetros al oeste de Girê Spî con el fin de “cavar trincheras y construir muros a lo largo de la frontera”. Esto no es algo nuevo: hace algunos meses se conoció que Turquía había comenzado la construcción de un muro que separa las ciudades de Kobanê (Rojava) y Suruc (Kurdistán turco).
El mismo día se conoció que más de 1.000 refugiados procedentes de Al Shahba y de otras zonas de Siria escaparon de los bombardeos y masacres del Ejército turco y de los grupos terroristas, y se dirigieron al cantón de Afrin, una de las tres regiones en que está dividida Rojava.
Medios de comunicación kurdos también denunciaron que el 22 de diciembre, cuando los desplazados se dirigían a Afrin, la aviación turca asesinó a 84 civiles e hirió a otros 45.
La agencia ARA Newz difundió que el domingo 17 de diciembre militares turcos atacaron un cuartel general de las YPG cerca de Kobanê. Desde las YPG denunciaron que Turquía apunta contra Rojava para “minar el progreso kurdo contra el Estado Islámico”.
En un informe elaborado por la misma agencia se detalló que desde junio pasado la región kurda fue blanco de al menos 25 ataques por parte del Ejército turco. Según ARA News los mercenarios amparados por las fuerzas turcas afirmaron que marcharían hacia “Ayn al Islam, el nombre con el que ISIS llama a Kobanê”.
En declaraciones a la prensa, el oficial de las YPG Habun Osman acusó a Ankara de apoyar al Estado Islámico para de esa manera volver a controlar el paso fronterizo de Girê Spî, lugar por donde ISIS se abastecía desde Turquía. El combatiente de las YPG afirmó que por esa zona Turquía puede “asistir al grupo terrorista y exportar su petróleo al mercado negro”.
Señales de alerta
Entre las decenas de advertencias manifestadas desde las organizaciones kurdas del norte de Siria, la más reciente fue la de İlham Ehmed, copresidenta del Consejo Democrático de Siria (CDS), uno de los principales organismos de autogobierno en Rojava.
Ehmed alertó que la cumbre realizada el Moscú el pasado 20 de diciembre –un día después del asesinato del embajador Karlov-, en la que participaron Rusia, Turquía e Irán no ofrecerá una solución real a la situación en Siria. Ehmed criticó que en la reunión no participaran sectores de oposición, refiriéndose principalmente al movimiento kurdo que, dentro de Siria, es el único que tiene un proyecto democrático, diferente a los intentos de los grupos islamistas que responden a Ankara y Riad.
“Si esto es lo que ellos consideran una solución, será un desastre para los pueblos de Siria. Sería un gran error si las partes presentes en la cumbre pensaron que el problema puede resolverse de esta manera. Ellos no son la única oposición que existe, porque existe una oposición revolucionaria en Siria que se defiende y lucha por la democratización y la unidad. Por supuesto, esta situación se está discutiendo en diversos ámbitos. Una verdadera solución en Siria puede progresar si todas las partes pueden reunirse y acordar una resolución”, expresó Ehmed.
La copresidenta del CDS alertó que frente a la victoria del Ejército sirio en Alepo, “Turquía trata de tomar su revancha sobre la ciudad de Al Bab, y prevenir la unificación de nuestros cantones”, en referencia a la región kurda de Siria. En Al Bab, ciudad cercana a Alepo, “las tropas turcas han llevado a cabo ataques intensificados durante los últimos días –reveló Ehmed-. En esencia, el Estado turco está cometiendo masacres de civiles en Al Bab. Decenas de civiles, incluidos niños, han sido masacrados por los recientes ataques turcos. Esta es la realidad del Estado turco, que una vez más ha recurrido a una matanza de civiles”.
En el territorio sirio, los pueblos kurdo y de otras nacionalidades que conviven en Rojava son una realidad imposible de ocultar. En su momento, Rusia presionó para que el Partido de la Unidad Democrática (PYD, principal fuerza kurda de Siria) participara en la inconducentes reuniones en Ginebra entre el gobierno de Al Assad y la oposición respaldada por Estados Unidos. Turquía fue la principal traba para que el PYD no tuviera posibilidades de concurrir a Ginebra.
En el actual panorama, los kurdos fueron desplazados de todo intento de participación en los encuentros para delinear una salida negociada a la crisis siria. Pero al mismo tiempo, las puertas para que Turquía los reprima y combata quedaron abiertas de par en par. La resistencia construida en estos últimos años en Rojava es por estos días la vía del movimiento kurdo para defender su territorio, pese a declarar en infinidad de veces su predisposición a dialogar y delinear una salida pacífica y democrática para Siria.