Por Luka Morello
Los hechos de represión que se vivieron esta semana en Tucumán fueron perdiendo escena frente a los cruces entre oficialismo y oposición. Cuando la estrategia de la derecha y la defensa del “modelo” deja de lado el descontento popular.
Tucumán y la gobernabilidad
En Tucumán la crisis institucional del feudo-justicialismo que estalló después de la caída de Bussi se resolvió en la misma línea que lo hizo el kirchnerismo con el sistema político en crisis post 2001: se recompusieron las instituciones y se garantizó un pacto de gobernabilidad entre el empresariado y Alperovich. Alianza que fue sostenida entre el gobernador, economista y empresario con el kirchenrismo, luego de su traslado del radicalismo al justicialismo, una vez caído el gobierno de la Alianza. Así se selló un acuerdo doblemente necesario para dos sectores que necesitaban consolidar la gobernabilidad y la estabilización del sistema político. El Gobierno Nacional puso a Tucumán como un escenario principal para derivar recursos orientados a la política social (siempre necesaria para las mayorías pobres de la provincia norteña) y Alperovich consolidó su poder al mejor estilo del unicato roquista, siendo Gobernador y jefe indiscutido del PJ tucumano.
Sin embargo la crisis de representatividad no se resolvió como en los principales centros urbanos de la mano del proyecto kirchnerista, como tampoco lo hizo en diferentes provincias en las que el kirchnerismo, lejos de impulsar “la nueva política”, reforzó lazos con viejos caudillos. Alperovich, quien había ganado arrolladoramente en Tucumán en una de las elecciones con menos nivel de participación, fue consolidando su poder como jerarca político y económico.
Esta situación fue acompañada por graves problemas que el alperovichismo tuvo que enfrentar, como el acuartelamiento policial del 2013 o múltiples denuncias como en el caso de Paulina Lebbos, en el cual familiares y múltiples organizaciones de DDHH apuntan a personas cercanas al Gobernador como responsable del asesinato de la joven.
La protesta y la represión
Las manifestaciones sociales en Tucumán se incrementaron desde el 2011 en adelante, como producto del descontento popular frente a la prepotencia de la gobernación.
Sobre la protestas que se desarrollaron recientemente y la respuesta oficial no hay más que decir que lo emitido por el propio Centro de Estudios Legales y Sociales en un comunicado después de las vergonzosas declaraciones de Alperovich denunciando la violencia policial (desligando al ejecutivo del accionar de las fuerzas): “Los preocupantes intentos de desestabilizar el proceso electoral y deslegitimar su resultado no pueden justificar una actuación policial como la ocurrida. Por el contrario, las autoridades deben encontrar formas de canalizar el conflicto político, garantizar la protección del ejercicio del derecho a la protesta y la integridad física de todas las personas involucradas”.
El problema adquiere otros matices, como bien lo indica el comunicado del CELS, cuando en un hecho de protesta social se monta un aparato político e ideológico impulsado por la oposición mediática/partidaria al kirchnerismo que utiliza la represión al descontento tucumano para consolidar una estrategia desestabilizadora.
La cadena se rompe por el eslabón más débil: El juego de la quema y la desestabilización.
En las viejas estructuras políticas de las provincias es quizás donde se encuentran los puntos más flacos de la política kirchnerista. Los resultado electorales en varias de ellas muestran continuidad pero menguada y acompañada de la aparición de diferentes conflictos y en algunas regiones hasta importantes resultados electorales de la izquierda trotskista.
La oposición por derecha al kirchnerismo está siendo muy bien aconsejada y orquestada en un plan de desestabilización. No sería extraño que tenga consejeros del extranjero inspirados en los intentos desestabilizadores que la derecha ha orquestado tan magistralmente a diferentes gobiernos de la región.
En este panorama, su expresión más rancia se monta sobre el descontento popular, impulsa la desestabilización en las regiones que mejor expresan las condiciones objetivas para hacerlo (parecen haber estudiado mejor que nadie a Lenin) y generar hechos políticos, hasta desde el auto boicot como la bochornosa quema de urnas en algunos distritos de Tucumán. Sumado a que los medios opositores al kirchnerismo expusieron los hechos como la comprobación del fraude impulsado por el Frente para la Victoria.
Mientras Alperovich repudia la represión como un ciudadano más, Clarín habla de golpes en una manifestación pacífica: los poderes políticos y económicos acomodan sus discursos según su propia disputa. Todo se alineó un poco más cuando la tapa de Clarín fue la conferencia de prensa que denunciaba el fraude electoral en la que opinaron el PRO, Massa y Progresistas (Stolbizer y el eterno errante del progresismo sentándose junto a la derecha) y a su vez, el oficialismo sale a exigir que reconocieran un triunfo indiscutible. En síntesis, chau represión de la boca de unos y de otros.
El dilema oficial pos 2015 por derecha e izquierda
La estrategia que la derecha va tomando de cara a una contienda electoral hacia octubre, el lugar que los grupos económicos quisieran tener y el fortalecimiento de las alianzas conservadoras dentro del kirchnerismo, no proyecta un panorama muy alentador.
El kirchnerismo sostiene un discurso que cada vez se condice menos con su realidad política (sobre todo desde que el abanderado del proyecto es el menemista Scioli). Esto último no es un problema entre semántica y estructura partidaria, y menos un problema ideológico; la contención peronista de la voluntad progresista de muchos sectores que “bancan” el proyecto desde abajo tiene un límite. Es lamentable que algunos sectores más hacia la izquierda dentro del kirchnerismo hoy hagan más el papel de “lava caras” que de “imberbes que gritan”.
A pesar de este panorama, la derecha intentará debilitar al kirchnerismo hasta las últimas consecuencias, ya que después de la guerra, viene la negociación y mientras menos olor a derrota tenga el perdedor, mejor se predispone para sus condicionamientos.
Por izquierda hay una larga tradición de organizaciones tucumanas que vienen combatiendo la crisis desde los barrios más olvidados. Una denuncia al fraude pejotista que no se acomoda a oportunismos electoralistas, sino que hace rato denuncia los manejos clientelares y el poder de los aparatos políticos conservadores. Hay además cuatro militantes del Partido Obrero detenidos en Los Ralos por cuidar las urnas que la interna del PJ quiso quemar. Sin embargo, el desafío será tener la inteligencia de surfear esta disputa coyuntural de los poderosos sin abonar a ninguno de los discursos, pensando que la inteligencia y la interpelación, así como más de diez años de organización (desde el 2001 hasta aquí), serán las principales cartas a jugar en la etapa que se viene.