Por Ricardo Frascara. Para cerrar mi página del Mundial de Brasil y luego de compartir los festejos por la presencia del seleccionado en la final del Maracaná, no quiero exponer críticas, pero una conclusión me brota por los poros.
“No queremos a Yazalde”. Ya a principios de los años ’70 yo titulaba así una columna en la revista Mercado. Buscaba de esa manera la síntesis para expresar mi teoría sobre la nacionalidad del seleccionado argentino. Por entonces el que fuera gran goleador de Independiente vestía habitualmente los colores del Sporting Lisboa, obviamente vivía en Portugal y se casaba con la modelo María de Deus, que prolongó su carrera en la Argentina como Carmen Yazalde. Apunté a Chirola Yazalde como ejemplo del desprendimiento que necesariamente se produce por parte de “nuestros” jugadores radicados en el exterior. La Argentina no sólo pasa a ser una tierra lejana para ellos, sino que su hogar, sus intereses, su empleo, sus hijos, sus compromisos, es decir, su mundo personal queda arraigado en Europa. Héctor Yazalde fue incorporado al seleccionado que se preparaba para el Mundial de Alemania (1974). Era el hombre/gol potencial de la Argentina, el delantero que entre 1971 y 1975 anotó 104 goles en 104 partidos en Sporting conmoviendo a toda Europa. En los 5 partidos jugados por el seleccionado en el Mundial ‘74, Yazalde anotó sólo 2 goles (en partido contra Haití). Fin de una ilusión.
A esto digo: Lio Messi es catalán, es el principal aportador al fisco español, se hizo no sólo futbolista profesional, también hombre en España. Trabaja en Barcelona, sus compañeros, a los que alimenta futbolísticamente, son quienes a su vez lo sustentan, un inteligente y hábil Iniesta sobre todo; su “padrino” es Pep Guardiola. El que Messi crea profundamente que es argentino –que sí lo es de nacimiento- no avala que se entienda con Higuaín o Agüero, Di María o Lavezzi. Sus laderos reales en Brasil vestían la casaca roja de La Furia. El que él se crea que pone todo en la cancha, no significa que lo haga, porque el instinto de conservación sobrepasa a su sentimiento patriótico (que además es una exageración en una cancha de fútbol), o su compañerismo circunstancial en el seleccionado. El Tata Martino habrá aprendido a conocerlo, Pep lo conocía infinitamente más, pero Puchero Sabella es simplemente un arrimado para el pequeño gran astro del fútbol mundial. Insisto siempre en las charlas futbolísticas con mis hijos, que Messinoes un goleador, Messi es un gran futbolista que anota goles, porque el gol es la puntada final de cualquier jugada de fútbol. En Messi sí el gol es el resultado de una jugada armada, desarrollada y finiquitada como dios manda. El único goleador de sangre que eligió el técnico argentino fue Pipita Higuaín (1 gol en el Mundial). El DT no tenía reemplazante para él, no lo previó ¿o no lo encontró? Pero Argentina fue finalista me dirán. No estoy criticando, estas son conclusiones que me brotan por los poros.
Yo le diría a la AFA que en adelante probara formar un plantel con jugadores locales, como hizo el Flaco Menotti en 1978. Yo lo vi jugar a ese equipo, y no participo de la creencia sobre que hubo arreglos, ni que el 6 a 0 con Perú fue tongo, ni futbolísticamente me importa que gobernaran el país unos militares degenerados. Como no le importó a Menotti, reconocido y confeso hombre de izquierda. Yo vi el partido con Perú, yo vi cómo esos jugadores argentinos de la Argentina hicieron un concierto de “entrega, huevo” y… fútbol. Vamos a refrescar un poco la historia porque la mayoría de los que leen esta página o no habían nacido o gateaban en aquel entonces. El único argentino/extranjero de aquel equipo fue Mario Kempes (6 goles en 7 partidos), que hacía sólo dos años que jugaba en Valencia. Pero el coro que acompañaba a este solista, que nunca estuvo tan solo como Messi en Brasil, estaba compuesto por nacidos y residentes argentinos. Ubaldo Fillol, quizás el mejor arquero de nuestra historia, pertenecía a River Plate; como el capitán Daniel Passarella y el “mellizo” (en la cancha) de Kempes, Leopoldo Luque. El cerebro del equipo, Osvaldo Ardiles, era pilar del Huracán que Menotti había llevado al título; Ricardo Villa, de Racing (los dos últimos al término del Mundial emigraron al Tottenham Hotspur inglés); Daniel Bertoni, el wing-wing de Independiente, que luego hizo sus valijas para Sevilla. Campeones. Y fácilmente pudieron no haberlo sido, si el tiro del holandés Rob Rensenbrink en el último segundo de la final hubiera entrado en lugar de estrellarse en el poste., por lo que no habría sido necesario el alargue, que dio el triunfo a Argentina. Pero ese equipo era argentino de cabo a rabo. Acudo otra vez al “me dirán”, que en esa época era otro mundo y otro juego, que hoy no existen ni esos jugadores ni esas condiciones… No me importa. Yo quiero un seleccionado argentino. Únicamente permito importar a Lionel Messi, como aquella vez lo fue Kempes.
Es claro que la AFA necesita el dinero para derrochar… o para repartir por debajo de la mesa. Pero si lo invirtiera en el fútbol, como hizo Alemania en la última década, sí que ganada, podríamos armar un equipo con genes, sangre y alma argentinos. Para eso habría que alistar un plantel local inmediatamente, y trabajar con él con regularidad constante, impidiendo las ventas al exterior de los elegidos, quizá negociando con los clubes vendedores sumas indemnizatorias. O algo así. No se trata de un invento, sino que fue precisamente lo que consiguió Menotti en el ’78 (*) del titular de la AFA, el abogado Cantilo, que respondía al poder militar. Hubo 66 jugadores (el plantel original) que fueron oficialmente intransferibles al exterior entre 1976 y 1978. No es enteramente democrático pero, ¿quién le teme a eso hoy? De esta forma todos los que al fin integren el plantel de la Argentina, en el Mundial de Rusia, tendrán con toda seguridad una cotización superior a la actual. Y para entonces, deduzco, habrán armado el equipo de fútbol que todos deseamos. O nos quedaremos otra vez sin el vellocino dorado.
(*)Ya que estamos, para ayudar a aclarar la posición de César Luis Menotti en aquel trabajo extraordinario que llevó a cabo en plena dictadura, vale reproducir una aseveración de Jorge Valdano (campeón mundial en el ’86), que respalda a Menotti y fue recogida por el periodista austríaco Harald Irnberger, en su libro “César Luis Menotti – Dejar correr la pelota y al contrario”, y a su vez transcriptas en un comentario de Osvaldo Bayer. Valdano dijo: “yo oí las palabras que él dirigió a los jugadores antes de la final”:“Nosotros somos el pueblo, pertenecemos a las clases perjudicadas, nosotros somos las víctimas y nosotros representamos lo único legítimo en este país: el fútbol. Nosotros no jugamos para las tribunas oficiales llenas de militares sino que jugamos para la gente. Nosotros no defendemos la dictadura sino la Libertad’”.