Por Juan Manuel De Stefano.
Parece un título de una de acción pero no lo es. River avanza en sus competiciones con otro ADN. Es otro River ¿y adivinen de dónde sacó muchas de sus virtudes actuales?
Vaya uno a saber en qué momento ocurrió la transformación. Así como en aquellos cuentos, novelas o películas en las que el actor principal se despierta y todo cambia; aparece en otro cuerpo, en otra vida o en situaciones insólitas. A River le ocurrió algo similar. De un día para el otro mutó, cambió, se reinventó. Y adoptó nada más y nada menos que un modelo que se asemeja a su rival de toda la vida. Porque el encuentro ante el Cruzeiro en Brasil demostró que el conjunto de Gallardo juega como le conviene, y que adquirió una enorme experiencia en partidos claves. Hoy hace pata ancha donde antes flaqueaba y quedaba eliminado en forma contundente. Ya había brindado muestras de un cambio al ganar la Copa Sudamericana, dejando afuera en semifinales al Boca de Arruabarrena.
Y en 2015, y luego de un comienzo pobre y al borde de la eliminación en la Copa Libertadores, apareció en su máxima expresión. Boca lo sufrió en el partido y medio que se jugó antes de la suspensión. Un equipo serio, bien parado, que no regala nada y que juega cada pelota como si fuera la última. Cualquier coincidencia con los preceptos fundamentales de la Historia boquense son pura casualidad. Este River se destaca por la garra, los dientes apretados, la solidez defensiva y una agresividad notable para presionar en todos los sectores de la cancha a su rival. Es cierto que cuando puede, y lo dejan –como ante el conjunto brasilero– juega mucho y bien. Y ahí forma un combo explosivo que da placer: la determinación para ganar y el buen fútbol. En ese terreno Teo marca la diferencia, Sánchez riega la banda derecha de dinámica, salida clara y llegadas al vacío; Vangioni acompaña y Mora mete goles importantes. Y el gran hacedor de todo esto es el entrenador. No sólo de decisiones futbolísticas hablamos, el Muñeco Gallardo se maneja con una sapiencia y una sabiduría que les deben envidiar varios entrenadores de experiencia. Capeó varios temporales y demostró su pragmatismo e inteligencia en partidos importantes. Mantuvo a Teo cuando todos pedían a Cavenaghi, sacó a Rojas y no se le cayó ningún anillo al momento de defender con uñas y dientes un resultado. El primer tiempo en Brasil es para guardar en un marco y pasarlo en todas las escuelas de fútbol del país. Se conjugó la determinación, la fiereza, la contundencia y el buen trato de balón en todo momento.
Pero este River saca diferencia desde lo mental. Hace jugar a los rivales el juego que menos saben. Es un equipo molesto, que traba los encuentros y gana por precisión y por demolición. Tal vez es menos lucido y lúcido que el equipo del comienzo de la era Gallardo, pero ganó en varios terrenos características dignas de un campeón. ¿Es casualidad la coherencia –en general– del técnico al momento de declarar? No lo es. ¿Gana partidos o campeonatos manejarse así? Negativo. Pero crea un clima interno saludable, un ambiente de trabajo que fortalece la paz del grupo e impone reglas de convivencia claras y convincentes. Para pasarlo en limpio: los jugadores ganan partidos y campeonatos importantes por las decisiones y procederes del Muñeco, eso es más que evidente. Aquellos que denostan o se mofan de la importancia que poseen los conductores, dirán que “los players ganan y pierden los partidos”. Y así es en lo fáctico. Pero el que los para en la cancha, los ordena, los motiva y “les da alas” es la cabeza de un grupo. Y la de Gallardo está clara, optimista y transmite en forma inmejorable sus postulados acerca de lo que quiere de un equipo de fútbol. Y las cosas que les inculcó a sus muchachos son las virtudes históricas de Boca.
Sí, aunque parezca mentira. River es Boca y Boca es River. Los de Nuñez haciendo historia en torneos internacionales, dejando la vida en cada encuentro, y los de enfrente protagonizando espectáculos lamentables desde lo ético, lo moral y –en algunos casos– desde lo futbolístico. Es cierto que River venía muy mal, que empezó el año sufriendo en varios aspectos, y así fue que entró por la ventana a los octavos de la Copa. La muñeca de Gallardo se notó más que nunca y derivó en el presente del equipo. ¿Qué dirán en la vereda de enfrente? Porque la cuestión es de fondo y de forma. Y la forma es inentendible para los de la Ribera. Jamás se explicarán cómo hicieron sus rivales para protagonizar una nueva y exitosa película: “Trasfundiendo al enemigo”.