Por Orlando Agüero / Foto por Gustavo Pantano
En un solo día y con el presidente Mauricio Macri de vacaciones, renuncia el ministro de economía, la gendarmería reprime a inundados en Pergamino y por la muerte de un pibe en Flores, las y los vecinos toman la comisaría al grito de “Que se vayan todos”.
Ya va poco más de un año de gestión del gobierno de Cambiemos, con Mauricio Macri como presidente de la Nación, y muchas cosas han pasado. De hecho, en este año se elevó el nivel de la pobreza en el país, la cantidad de desocupados debido a los miles de despidos que el gobierno nacional tomó como una de sus principales medidas. También, la devaluación de alrededor del cuarenta por ciento, junto con los aumentos de precios de los productos de primera necesidad y la suba de las tarifas de los servicios esenciales, configuran un mapa que envuelve en el plano de inseguridad a la mayoría de la población. Esto sin que hablemos de la quita de retenciones a los sectores exportadores y a la apertura de importaciones, que sin dudas, echa por tierra a la empobrecida industria nacional que día a día deja sin futuro a muchos trabajadores y trabajadoras.
Esto en un año en donde la resistencia popular no llegó a generar una fuerza tal que doble el brazo del gobierno ajustador. Sin embargo, todo indica que en un solo día pueden pasar más cosas que a lo largo de todo un año. La renuncia o despido del gobierno nacional, del super-ministro de economía Alfonso Prat Gay, la salvaje represión a los habitantes de la ciudad de Pergamino, mientras intentaban protestar por las inundaciones que los asoló en los últimos días y la toma de la comisaría 38 del barrio porteño de Flores, al grito de “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, representan sin medias tintas la realidad que parecía oculta en todo el año de gestión.
Prat-Gay, un blando
El ministro de Economía renunciante, o echado del gobierno nacional, parece que al final de cuentas era un aguilucho (si tuviéramos que dividirlos entre halcones y palomas). Cuando comenzó la gestión, ésta se organizó en un plano donde Prat Gay asumía la responsabilidad de un super-ministro, coordinando una cantidad de ministerios. Dentro de su órbita se ubicaban áreas fundamentales como la de Trabajo, que a la hora de negociar con los sectores obreros, las decisiones finales dependían de la aceptación del jefe de economía. La tarea principal de este ministro era llevar a cabo un shock de medidas que impactaran de forma inmediata sobre la mayoría de la población, en beneficio de los sectores de poder representados en los que más tienen en el país. Prat Gay realizó esa tarea sin dudar.
Devaluó, quitó retenciones, despidió y aumentó las tarifas en una orgía de ajustes que tanto la oposición como muchos medios de comunicación criticaron por la falta de gradualidad en su aplicación. Hoy, ante su salida, desde los pasillos del propio gobierno se escuchan acusaciones que lo indican como demasiado blando en las medidas tomadas y que el shock tendría que haber sido superior.
Parece ser en serio que Alfonso puede quedar como “el bueno”, en una película donde los verdaderos malos aún están por venir. En días pasados, la salida de Isella Constantini de Aerolíneas Argentinas, nos mostró la puntita de un ovillo que puede ser el vaciamiento, desgaste y quiebre de la línea aérea de bandera nacional para su posterior privatización. Ese futuro, que ya lo vimos en la década de los noventa, parece acercarnos al pasado, pero con manos menos expertas que en aquella oportunidad. Lo cierto es que esta renuncia es una situación de crisis, que puede ser tanto por enojo de Prat Gay, por el bochazo a su proyecto sobre Ganancias, o bien porque ya haya cumplido su misión. De cualquier forma, esta situación a fines de diciembre, genera un caldo de cultivo para que surjan diversas formas de expresión de sectores que hasta ahora se mantenían ocultos o en silencio.
Para los inundados, la represión
La ciudad de Pergamino es uno de los poblados que hasta hace poco sufrían por la falta de lluvias. En poco más de dos días cayeron como mínimo doscientos centímetro cúbicos de agua que anegaron las barriadas y los campos. Más de cuatrocientas personas tuvieron que ser evacuadas. La mayoría de estas no son los más agraciados por la economía pergaminense, por el contrario, pertenecen a los barrios más pobres. El agua les llevó todo. Todo lo perdieron. La respuesta de la provincia de Buenos Aires y del gobierno local, no pudo en este tiempo reparar los problemas de todas estas familias.
Estos habitantes tuvieron entonces que salir a cortar la ruta para pedir por lo menos baños químicos y agua potable. Entonces acá sí el Estado se hizo presente. Primero con la policía local, luego con la Infantería y posteriormente con la Gendarmería Nacional, para reprimir el reclamo de las víctimas que ya nada tenían. Las inundaciones pueden verse como un fenómeno natural, sin embargo esto no es así del todo. La obras que estos lugares debieran poseer para superar estos problemas nunca se realizan y las familias deben lidiar con el agua y la desazón de perderlo todo.
Toma de la Comisaría 38: “Que se vayan todos”
La inseguridad es, entre tantos otros, un tema pendiente en nuestro país. Para algunos gobiernos fue tema principal, para otro fue solo una sensación. Lo que en realidad no se resuelve es el tema de fondo, que es la trama de corrupción que existe entre los dueños de la seguridad y la delincuencia. El negocio de la calle, el manejo de los robos, las zonas liberadas, el gatillo fácil, el control de la venta de droga, la trata, la prostitución, el juego y tantas otras coimas que engordan a comisarios y jefes policiales.
Ya no asombra a nadie encontrar que había tal o cual comisario detrás del negocio de tal corrupción. Es por eso que ante el asesinato de un pibe de catorce años llamado Brian, en el barrio porteño de Flores, los vecinos y vecinas del tomaron literalmente la Comisaría 38. Mientras el comisario asustado intentaba calmar a los enardecidos vecinos que entraban a la dependencia policial, la guardia de infantería intentaba reprimirlos para desalojarlos. La indignación popular fue tal que la infantería se tuvo que refugiar detrás de sus escudos en un rinconcito de la comisaría.
Al mismo tiempo, los gritos vecinales que en la marcha daban la sensación de ser una movilización a favor de mayor seguridad, prontamente se fueron convirtiendo en un pedido de renuncia para la ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich y para que se haga presente algún funcionario de la Ciudad de Buenos Aires, ya que la policía en esa jurisdicción depende del gobierno de la ciudad y reavivaron el cántico más pronunciado en las jornadas que el 19 y 20 de diciembre del 2001 cuando se derribó al gobierno de De la Rúa: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”…
Todo un símbolo
Mauricio Macri vacaciona tranquilo en Villa La Angostura. Mientras tanto, en el país se suceden estas cosas. El “Que se vayan todos” es un verdadero símbolo, si es coreado por un conjunto de ciudadanos tomando una Comisaría reclamando por una situación de injusticia. Sobre todo en el contexto de renuncia del super-ministro de economía y de represión a los inundados.
El proyecto de cambio que el PRO intenta llevar a cabo empieza a hacer agua, o mejor dicho, pareciera que empieza a prenderse fuego por algunas de sus fisuras. Prat Gay está fuera de la gestión también para resolver una de las internas de este gobierno. La represión a los inundados es porque una protesta legítima desde el interior de la provincia de Buenos Aires, es peligroso a esta altura del año y la toma de la comisaría de Flores puede reavivar aquellas brasas que nunca se apagaron.
El endeudamiento y el ajuste empiezan a estar acorralados si es que el pueblo comienza a ejercer sus derechos a peticionar y decirles en la cara del poder, que se está acercando a un límite que nadie puede sobrepasar.