Por Red Cetorca. El autoritarismo de Grondona, sumado a la sumisión de los que lo acompañaron, hizo pedazos el fútbol argentino. Lo más seguro es que la desaparición de don Julio no sea más que un dato y el fútbol siga el rumbo tan lamentable que ha tomado.
“No hay nada cómo la muerte para mejorar a las personas” dicen las comadres del barrio al lado del féretro del quinielero que no les pagaba sus aciertos.
La muerte, como el nacimiento, son los hechos trascendentales en la existencia humana. No hay dos hechos en el transcurso de la vida que tengan tanta importancia como los nombrados. Con uno se “empieza” la vida y con el otro se “termina”, y esta simpleza es tan contundente que hace superflua cualquier explicación al respecto. “El hombre es un ser para la muerte” sabía decir Martín Heidegger que nunca jugó a la pelota.
Murió Julio Grondona quién dirigió los destinos del fútbol argentino durante los últimos treinta y cinco años. Sí. Treinta y cinco años presidiendo una de las asociaciones profesionales de fútbol más importante del planeta fútbol; y, además, fue el vicepresidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado, la autoritaria y prebendaría FIFA que, cuando la nombro, me agarro el derecho por las dudas.
Don Julio reunió en su persona, dos de los cargos más importantes al que puede aspirar un dirigente local de una asociación profesional. Este es un mérito que hay que destacar por lo menos a nivel persona. El tipo, sabía muy bien como “rosquear”, sobre todo, para beneficio propio y de amigos.
Podríamos suponer que su actividad engrandeció el fútbol local, que el hecho de ser un dirigente de tal fuste, beneficiaría al fútbol y a los futbolistas locales, pero no fue así. Su gestión no se caracterizó por la grandeza sino por los arreglos. Aún recuerdo la firma con TyC Sport otorgándole graciosamente la transmisión del fútbol local a una manga de estafadores y vivillos durante diez años, que fueron muchos más. No, Don Julio no fue ningún gil y gracias a él nos comimos más de diez años “mirando” el fútbol por radio o garpando una cervecita en el bar del barrio cuando jugaba nuestro equipo su clásico. Gracias a Don Julio, Niembro y sus nietos, tiene asegurado su suculento sustento para todo lo que le resta de la vida, y este “privilegio” solo se consigue haciendo lo que hay que hacer: genuflexión ante los poderosos, ocultamiento de las verdades que todos sabemos, denigrando a los contrarios y, como ya dije genuflexión, no lo voy a repetir. Sí, ¡cómo me voy a olvidar! ¿Y cuánto ganaron los equipos con este arreglo? Deudas, responsabilidades compartidas con y de los dirigentes amigos de Don Julio. Mientras Avila, Niembro y los otros se llenaban los bolsillos de “tarasca” y compraban lujosos departamentos y autos que valen un trasplante de corazón, Futbolistas Argentinos Agremiados se las tenía que ingeniar para no desaparecer y dar cobertura a los otros jugadores, esos que no salían por canal 13 y de los que nadie daba cuenta. Don Julio, evidentemente, dirigió la AFA para los poderosos, no para todos. Luego, cuando sus amigos entraron “en la mala” porque se acabó la fiesta neoliberal, supo acomodarse a los nuevos tiempos y se avino a firmar Fútbol para Todos. Sí, de gil no tenía nada. Ya nos vamos dando cuenta como se puede estar treinta y cinco años dirigiendo una asociación de ese tenor. Don Julio pudo haber sido un gran presidente de un fondo de inversión holdouts.
Un medio como el nuestro, pródigo en el surgimiento y formación de excelentes jugadores, debería, en consecuencia, promover una madurez deportiva y financiera que nos permitiera disfrutar sanamente de esa condición original. Un dirigente de treinta y cinco años de trayectoria en la cumbre de la organización, debería haber podido solucionar los acuciantes problemas con que hoy cuenta el fútbol local a nivel financiero y a nivel criminal. Y digo criminal porque nuestro fútbol, como quizás el fútbol internacional, se parece cada día más a una mafia que a una organización deportiva. Las componendas, los partidos que se “arreglan” entre bastidores, las “barras bravas”, las prebendas a los amigos, las ventas truchas, la evasión de impuestos, el colocamiento de jugadores, el doping, etc., son algunas de las maniobras que se han cobijado en la administración de Don Julio y que él, obviamente, no sé si propulsó pero al menos no evitó. El sólo hecho de dirigir durante treinta y cinco años una organización, nos dice claramente que dentro de ella, no debía imperar la tolerancia ni la democracia; que la férrea conducción personal tiene como obligada consecuencia la anulación de los dirigentes independientes y más capaces. De esta manera, se entroniza una burocracia –una Nomeklatura- de acólitos y chupamedias que le dicen al rey lo bello que le queda el traje de luces y todo aquél que ose disputarle el sitial de poder, se las verá con las que se tiene que ver.
Don Julio, como le decían, fue un don, un capo que ascendió en las oscuras noches de la Argentina. Después del Almirante Lacoste, quien ha sido acusado de haberse “fumado” unos cuantos millones cuando dirigía el EAM 78, nadie mejor que Grondona para no investigar que pasó, justamente y permitime que me vaya por las ramas, algunas de las cuestiones que se están dirimiendo con los holdouts tienen como origen algunos verdes que vio pasar Don Julio, ese que ayer falleció y parece que por el hecho de morir debemos rendirle tributo. No es descabellado pensar que, si sucedió al almirante, es porque les caía bien a los señores que en esos años eran dueños de la vida y la muerte de los argentinos, y también de sus posesiones no nos olvidemos.
En fin, no es mucho lo que tengo para decir porque no quiero que este escrito se convierta en un panegírico. Yo creo que la gestión de Don Julio no le hizo todo lo bien que debió haberle hecho al fútbol argentino; que en realidad, siempre dirigió la organización para él y para su familia en primer lugar, los cargos en el AFA parecen comprobarlo. Ahí está su hijo para continuar su linaje, Cherquis Bialo y demases.
La muerte de una persona como fue Julio Humberto Grondona nos obliga a pensar en la historia porque al fin de cuentas, ella no sabe de buenos y malos, ella solo es, y nos corresponde a nosotros, sobre todo a aquellos que nos convoca el escribir, intentar dar cuenta de su fenomenología. Ayer se cerró un capítulo de la historia del fútbol argentino que no sabe lo que es un capítulo, esta es una categoría de la conciencia que elucubramos para comprender lo que nos es difícil de comprender. Con la muerte de Grondona se abre una nueva puerta que yo no creo que sea tan nueva. No creo que el fútbol local cambie demasiado porque ya no es una organización profesional del deporte aunque sí lo sea. Esta organización ha madurado como una organización económico-financiera porque los millones que están en juego superan nuestra limitada imaginación. No estamos a las puertas de una transformación radical de la AFA sino en una continuidad ordenada por los intereses que suplantaron a los originales. De tal manera que no tengo demasiadas expectativas y lo más profundo e interesante que puedo decir, para ir terminando, se vincula con la filosofía existencial y sus aportes sobre la muerte de las personas, principalmente siguiendo la lectura de Heidegger y también sobre la historia, esa sobre la que la muerte de alguien como Don Julio nos hace reflexionar.
En un dedo de la mano derecha, dicen, Grondona llevaba un anillo que dice “Todo pasa”, y quizás este sea el aporte más considerado de un dirigente que reinó durante treinta y cinco años y del que próximamente nos iremos enterando quien fue realmente. Si analizamos lo que dice el anillo, tendremos una clave de quien fue esta persona. Nada es importante porque todo pasa, todo es efímero, entonces aprovechemos lo que la vida nos da y que los demás se vayan al carajo. Esa parece ser la máxima que nos deja el reinado de Don Julio.