Por Juliana Díaz Lozano*/ Fotos: Ayelén Rodríguez
A diez años de un femicidio paradigmático en La Plata, la lucha continúa.
Diez años atrás nadie conocía en La Plata el nombre Sandra Ayala Gamboa, ni el de su mamá, Nely, y poco se hablaba de “femicidio” en las organizaciones populares y nada en la prensa y en las charlas cotidianas sobre las noticias de los diarios. Diez años atrás, Sandra Ayala Gamboa dejaba de a poco de ser un nombre propio que designaba a una mujer joven, migrante, pobre sometida a las peores violencias, para ser el símbolo de una lucha con cada vez más cuerpos y voces.
Pero Sandra vivió una historia que debe seguir siendo contada. Su nacimiento en Perú en una familia pobre, sus sueños de ser médica y así ayudar a los demás, su deseo trunco en su país natal y entonces su migración a la Argentina a los 22 años, impulsada por un novio que le aseguró que aquí tendría todo. Meses después, luego de haber vivido muy precariamente en una pensión del centro de La Plata, violentada, todavía desempleada, Sandra fue detrás de una entrevista de trabajo, para la que había tenido una recomendación, un viernes 17 de febrero de 2007. No regresó. Cinco días después se encontró su cuerpo en un edificio del Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires. Sí, en una dependencia estatal había sido violada y asesinada Sandra Ayala Gamboa.
Su crimen no habría pasado de las páginas grises de la sección policial sino hubiera sido por la lucha de su Madre y de las miles de mujeres que empezaron a denunciar que allí, en pleno centro de La Plata, en el edificio de Rentas habían violado y asesinado a una mujer. Y a denunciar que la policía no había querido tomar la denuncia de su desaparición ni bien ocurrió y que luego tampoco la había buscado. Que apareció por azar cuando un vecino advirtió del olor que salía de la construcción. Tan poco valía la vida de una mujer joven, pobre y migrante.
Diez años después cambiaron muchas cosas. Por empezar, el edificio donde Sandra fue asesinada nunca más pudo ser re abierto a pesar de los deseos de Scioli primero y de Vidal después. Por el contrario, se transformó en un monumento vivo para Sandra, para todas las víctimas de violencia machista, y un recuerdo también de la fuerza del movimiento de mujeres y feminista. Fue pintado, decorado, grafiteado, adornado con flores, con la cara de Sandra y de todas las que la mantienen viva en la lucha. Uno de los agresores de Sandra está preso, aunque siguen sin investigarse al resto de las personas involucradas en la escena del crimen y a los encubridores, dentro de quienes se encuentra la policía y los funcionarios de Economía.
Diez años después en el país también hubo transformaciones. Ya nadie habla de “crimen pasional” gratuitamente, nadie puede decir impunemente que las mujeres se buscan lo que les pasa, o que el feminismo es el machismo al revés. Diez años después se moviliza masivamente los 8 de marzo, los 3 de junio, los 25 de noviembre, también internacionalmente, gritando que merecemos vivir, y vivir sin violencias, y que el Estado tiene una responsabilidad fundamental en garantizarlo. Diez años después muchos y muchas escuchan lo que desde el feminismo se viene diciendo desde hace tanto: que existe un sistema, que se llama capitalismo patriarcal y que está sostenido en la dominación de lo masculino sobre lo femenino, lo blanco sobre lo negro, lo rico sobre lo pobre. Y que la violencia es la guardiana de este orden de cosas.
Pero la historia no va en un solo sentido. Diez años después, en nuestro país una mujer es asesinada cada 20 horas. El aborto sigue siendo ilegal y por lo tanto, un derecho solo para quienes pueden pagarlo en condiciones. Las redes de trata sexual y laboral siguen intactas. Las mujeres seguimos siendo las más pobres entre las pobres, sobre todo si somos migrantes y jóvenes. El cupo trans, por el que Diana y tantxs lucharon no se cumple; Higui está presa por defenderse de sus violadores, pero también por ser lesbiana y pobre; las iglesias se siguen metiendo en nuestras vidas y nuestros cuerpos.
Diez años después, el Estado Provincial, al que le exigimos políticas contra la violencia machista, el mismo Estado que hace diez años no quiere explicar cómo asesinaron a Sandra en un edificio oficial, es el mismo que nos dice, por boca de María Eugenia Vidal (como antes lo había dicho Daniel Scioli) que quieren reabrir el edificio donde mataron a Sandra, porque así cerrado el Estado “pierde mucho dinero”. Más que clara la lógica predominante del sistema: el lucro por sobre la vida. Nely, la mamá de Sandra, y las organizaciones de mujeres tienen otros planes para el espacio, y en la semana del 3 de junio presentaron un Proyecto de Ley para que allí funcione la Casa Sandra Ayala Gamboa, donde desde las organizaciones pueda acompañarse a víctimas de violencia de género.
Diez años después, un 2 de junio, en el marco de una gran movilización y acampe frente al edificio ya histórico del centro platense, Nely afirma: “En este lugar triunfaron los sueños de Sandra. Ella tenía muchas ilusiones y se quedaron todos su sueños dentro de ese edificio, es por eso que son más de diez años de pie aquí en la puerta, pidiendo justicia y que sea escuchada su voz (…) esa solidaridad, esos proyectos que Sandra quería no se van a quedar encerrados allí, y desde aquí Sandra va a poder ayudar a todas las mujeres que estamos pasando por esta situación”. Con ese proyecto bajo el brazo, y con esta esperanza Nely espera este 3 de junio.
Este 2017, el movimiento de mujeres y feminista de La Plata, vuelve a salir con la bandera de Sandra, como parte de una historia interminable de violencias y de luchas. Este 3 de junio la movilización surge forjando espacios de unidad, multisectoriales de mujeres, coordinaciones multicolores y sale a ganar las calles, como en todo el país, para que algún día la historia sea diferente.
*Cátedra Libre Virginia Bolten