Por Gabriel Casas. “De la gloria a Devoto”, solían decir los antiguos periodistas deportivos cuando una estrella se estrellaba. Salvando las distancias, esa frase le cae redonda al momento que atraviesa Carlos Tevez en Manchester.
Carlitos era Gardel y ahora es el último de los músicos de la banda. De ídolo y goleador del City en la temporada pasada a borrado por el técnico italiano Roberto Mancini en la actualidad.
Convengamos en que Tevez contribuyó bastante para esto. Durante la pretemporada, que no la realizó por jugar la Copa América, hizo lo imposible para irse del club ya que según él “su familia no se adapta a Inglaterra”. Como no hubo ofertas concretas de otros clubes europeos o del Corinthians brasileño por la millonada en la que está cotizado su pase, debió quedarse contra su voluntad. Y cuando se reincorporó, el entrenador ya tenía su lugar ocupado por el Kun Agüero, que se despachó enseguida con una inesperada friolera de goles. Entonces, Tevez debió guardar banco y es sabido que eso para las estrellas es como si fueran a la silla eléctrica.
Todo estalló cuando Carlitos se negó a ingresar en un partido. Para la cultura inglesa del fútbol eso es inaceptable. Y Tevez se transformó casi en un hereje. Cuando había llegado al City, sus hinchas lo recibieron con unos carteles en la ciudad que decían, “Bienvenido a Manchester, Tevez”. Aprovechaban para burlarse de sus vecinos del United, el anterior club. Ahora que la taba se dio vuelta, los fanáticos del United devolvieron gentilezas y con mucho de ironía también hicieron carteles donde se leía “Bienvenido a Tevez, Manchester”.
Sin ponernos en maestro ciruela, el problema de Tevez (antes tapado por goles) pasa por su educación. Carlitos parece buen tipo y viene de cuna humilde en Fuerte Apache. Creció dedicándole más tiempo a la pelota que a los libros y al estudio, como la mayoría de los futbolistas. De repente, se transformó en ídolo en Boca y empezó a vivir en la burbuja que suelen estar los grandes futbolistas. Ahí cuando llueve la fama, las mujeres y dinero en cantidades, es cuando se ve cómo está formada una persona para no creérsela. Se fue a Brasil comprado por un excéntrico iraní que lavaría el dinero de sus jefes, poderosos empresarios europeos. De ahí a Inglaterra. Primero en el West Ham y luego el salto al Manchester United.
En el medio, Carlitos fue Gardel en su tierra. Se convirtió en el “jugador del pueblo” de la Selección Argentina, más por su carisma que por el rendimiento con esa camiseta. Empiezan sus romances con modelos y actrices famosas (aunque sus hijas las tuvo con su mujer de toda la vida). Arma “Piola Vago”, una banda para tocar en bailantas. Va al programa de Susana Giménez vestido con traje de diseñadores europeos famosos que valen fortunas (¿qué habrán dicho en Fuerte Apache?).
Todo le sonreía en ese mundo tan diferente al de su infancia. Y estaba bien que así sea. Tevez no tiene la culpa –ni ninguna otra estrella- de que el fútbol mueva cifras exorbitantes y ofensivas para el resto de los mortales. Hay que saber rodearse de gente, en especial la familia, que sepan bajarlo a la realidad. Ser un futbolista famoso como Tevez en el mundo implica que no sólo sus hijos, sino que hasta los nietos que todavía no tuvo, tengan asegurado el futuro económico para toda la vida. Que le palmeen siempre la espalda (algo que Maradona odia) “los amigos del campeón”. Que la gente se desespere por una foto o un autógrafo. Y que las mujeres que antes lo rechazaban, ahora hasta lo vean lindo.
Ahora Carlitos está viviendo el otro lado de la moneda en Inglaterra. Y así como despertó una idolatría extrema ahora sufre un rechazo exagerado. Los hinchas devuelven o tiran las camisetas del City con su nombre. Se olvidaron pronto de tantas tardes de alegría por los goles del Apache. Los fanáticos futboleros son así, en los países subdesarrollados o en los desarrollados. La prensa amarillista se está haciendo una panzada con esta novela. El club lo sancionó con dos semanas de suspensión y un mes sin goce de sueldo. A Tevez eso le debe resultar lo mismo que a un elefante lo picara una hormiga. Igual que le va a iniciar juicio al club por “difamación” para forzar su salida.
En la Selección Argentina también cayó en desgracia. Después de pelearse con el Checho Batista, ser indultado por una orden de Julio Grondona para que juegue una floja Copa América –donde erró el penal clave en la eliminación ante Uruguay-, ni siquiera fue convocado ahora por Alejandro Sabella para el arranque de las eliminatorias. El pueblo no tiene a “su jugador” en cancha. Carlitos ya no es Gardel. Aunque todo es relativo en el fútbol. Tevez puede irse al Tottenham Hostpur, ser figura, y volver al seleccionado. O hasta regresar a Boca, su lugar en el mundo. Lo que sería bueno es que Tevez, con todo lo vivido, se haya dado cuenta como decía Borges de que “el éxito y el fracaso son dos impostores”.