Por Leonardo Candiano. Se presenta en Buenos Aires y en Capital Federal el libro Montoneros silvestres, de Mariano Pacheco, en el que el autor reconstruye las historias de vida y militancia de jóvenes revolucionarios que militaban en el conurbano sur.
Desde hoy y hasta el sábado*, el periodista y escritor quilmeño radicado actualmente en Córdoba, Mariano Pacheco, presenta su último libro, Montoneros silvestres (Planeta, 2014), a través del cual rescata el itinerario de decenas de militantes populares durante la última dictadura cívico-militar.
Montoneros silvestres indaga en la cotidianeidad de jóvenes hombres y mujeres pertenecientes a la resistencia peronista revolucionaria que llevaban a cabo sus actividades en el sur del conurbano bonaerense, lo que se complementa con una minuciosa descripción de los documentos oficiales generados en la época por la dirección política montonera -muchos de ellos de escasa difusión hasta el momento, recopilados durante un largo proceso de investigación-.
El texto otorga un panorama completo de la manera en que vivían los combatientes día a día, y lo hace de forma cronológica. Da cuenta desde cómo se organizaban los pelotones de combate y las acciones que realizaban, hasta de la música que esos jóvenes oían, sus relaciones familiares y laborales, sus temores y esperanzas durante la clandestinidad. Los propios títulos de los capítulos van estructurando temporalmente las historias: “Del Golpe al mundial”, “De la contraofensiva a Malvinas” y “Resistencia y apertura electoral”. El libro toma una organización política, un tiempo y un espacio, y desde allí unifica la dispersión que prolifera en los breves relatos que lo constituyen, en su mayoría de tan solo dos o tres páginas, mediante los cuales se van configurando las diferentes acciones y anécdotas narradas.
Pacheco nació y vivió en ese mismo conurbano, siente propia una similar identidad política, realizó prácticas sociales con muchos puntos de contacto en barrios y sindicatos, tiene una edad equivalente a la de gran parte de aquellos jóvenes de los que relata su vida, y todo eso se nota en la proximidad de su escritura para con esos sucesos, la eliminación de la distancia personal y temporal. Pacheco siente lo que escribe, vive lo que narra. Se adhiere a ello. Y esa apasionada experiencia se la transmite al lector. La suya es una literatura que comprende los actos que cuenta antes que reflexionar altiva e intelectualmente sobre ellos. Y ahí radica uno de sus principales aportes. Lograr que la perspectiva de los propios entrevistados llegue a nosotros sin descontextualizadas elucubraciones.
Aquí se subraya la perspectiva y la voz de los sectores populares. Se presenta la visión de la mayoría silenciada. Por eso narrar desde la mirada del otro es lo que rige esta escritura, un otro que se convierte paulatinamente en un nosotros para Pacheco, que se siente parte de esa misma tradición de lucha y resistencia.
Se recorre, de esta forma, la práctica diaria de los de abajo desde los de abajo, a partir de sus costumbres, sus “escapes” al cine o a la cancha de Boca, sus motivos para luchar armas en la mano contra la genocida dictadura. Si “silvestre” significa “lo común”, en ello se centra Pacheco. Lo extraordinario de lo común, de los comunes, de esos héroes de carne y hueso iguales a cualquiera de nosotros que dieron el paso y le pusieron el cuerpo al sueño de una patria sin explotación.
No existe mejor síntesis para este libro que la otorgada en su prólogo por Roberto Baschetti, quien rememora una frase de Julius Fucik en Reportaje al pie del patíbulo. Fucik nos exige ejercitar la memoria, y dice: “Reúnan con paciencia testimonios de los que han caído por sí y por ustedes. Un día, el hoy pertenecerá al pasado y se hablará de una gran época y de los héroes anónimos que han hecho historia. Quisiera que todo el mundo supiese que no ha habido héroes anónimos. Eran personas con su nombre, su rostro, sus anhelos y sus esperanzas, y el dolor del último de los últimos no ha sido menor que el del primero, cuyo nombre perdura. Yo quisiera que todos ellos estuviesen cerca de ustedes, como miembros de su familia, como ustedes mismos”. Esto, exactamente esto, realiza Pacheco en Montoneros silvestres. Darle nombre, rostro, carnadura, a decenas y decenas de luchadores sociales.
Y entonces, de pronto, sin darnos cuenta, se nos empieza a hacer cotidiana la figura del Tata Sapag y nos desesperamos cuando se tirotea con una patota militar en una esquina cualquiera de Florencio Varela, nos creemos la vida que se inventa Graciela Vicky Daleo para trabajar en una papelera de Wilde mientras rearma el trabajo barrial en la zona, sufrimos con Willy cuando mantiene en su boca la pastilla de cianuro para no caer vivo ante los secuestradores en medio de una cita cantada, sentimos la opresión que siente Ramón en una pieza de Quilmes, resistimos junto con María y Lucho en una barriada popular de Lanús, tomamos las armas que decide tomar Adriana en su casilla de Monte Chingolo.
Pacheco funciona como la red que integra las fragmentarias voces de la experiencia popular, el que permite en su rol de periodista/investigador/escritor reconstruir la historia de los que no tienen historia. Recupera, así, una tradición narrativa nacida en la Rémington de Rodolfo Walsh y masificada por la práctica cultural de la revolución cubana: la de la literatura testimonial.
Como todo Testimonio, este es un libro heterogéneo. Se trata de una narración basada en fuentes y registros orales y en diversos tipos de documentos escritos que el autor selecciona y monta en una discursividad que narrativiza los sucesos sin falsearlos. Pacheco fragmenta, recopila, ordena, comenta. Otorga una versión de los hechos, a los que accede a través de la palabra de un sujeto colectivo mediante el que pretende dar cuenta de un período histórico.
Si el primer plano lo ocupan las voces de la militancia, hay que señalar también que ellas se anudan con la contextualización, la interpretación y el análisis que propone el autor, que así integra su pensamiento al de los luchadores peronistas de los setenta y teje un puente entre ambas generaciones. Pacheco nos recuerda que su intención fue la de unir la experiencia militante pasada con la de hoy, Montoneros silvestres se espeja, entonces, con otros dos libros suyos, De Cutral-Co a Puente Pueyrredón, una genealogía de los Movimientos de Trabajadores Desocupados (2010) y Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo (2012), situados en el pasado inmediato.
Esas voces dispersas que pueblan este libro encuentran en Pacheco un hilo conductor que les permite llegar hasta nuestros días.
En momentos en los que el progresismo hegemoniza a la intelectualidad nativa, este autor surge con una obra que nos insta a la rebelión. Montoneros silvestres no es un texto arqueológico que analiza pulcramente el pasado. Es un libro que, estudiando la resistencia pretérita, nos conmina a la lucha -a continuar una lucha que lleva décadas, siglos, nacida en las montoneras de Güemes-, una lucha que sigue a pesar de las derrotas, y que nos espera en la próxima esquina, con este libro bajo el brazo de nuestro puño apretado.
* El jueves 13 Montoneros silvestres se presentará a las 21:00 hs. en la Casona Cultural C´est la vie -Calle 55 N° 458, ciudad de La Plata-, con la participación de Daniel Badanes, Verónica Luna y Esteban Rodríguez. El viernes 14 se hará lo propio en el Centro Cultural de la Cooperación -Corrientes 1543, Ciudad Autónoma de Buenos Aires- con un panel conformado por Eduardo Anguita, Ezequiel Adamovsky y Natalia Vinelli, que disertará a las 19:00 hs. Finalmente, el sábado 15 el libro será presentado en el Centro Cultural Pampero de la localidad de Quilmes -Vieytes y Otamendi-, también a las 19:00 hs., con la participación de Hugo Montero, Natalia Vinelli y Leonardo Candiano.