Por Javier Pineda Olcay – @javierpineda
El debate en los periódicos gringos es sobre la renuncia a la carrera presidencial de los underdogs, es decir, los que corren segundos en las elecciones primarias tanto del Partido Republicano como del Demócrata, luego que Donald Trump y Hillary Clinton ganaran las primarias de Nueva York.
Como prevención al análisis, cabe mencionar que para las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el Partido Republicano y el Demócrata definen a su candidato/a mediante procesos de primarias en cada uno de los Estados, que nombran a sus delegados para asistir a la Convención Nacional del Partido en julio. Los demócratas tienen un total de 4.047 delegados, de los cuales 3.253 son electos democráticamente por los Estados y 794 “superdelegados” que corresponden a autoridades públicas o partidarias del Partido. En tanto, el Partido Republicano elige 2.380 delegados. En definitiva, es una elección indirecta, pues no gana quien tiene más votos, sino quien consigue más delegados.
Asimismo, los Estados para nombrar a sus delegados pueden ocupar el mecanismo de caucus (asambleas donde se vota públicamente a mano alzada o mediante la escritura del nombre del candidato en un papel) o primarias propiamente tal (votación en urnas). Dependiendo el Estado las primarias pueden ser cerradas (sólo votan militantes), semicerradas (votan militantes y no afiliados a otro partido) y abiertas.
Primarias Demócratas: el establishment demócrata se recupera y las dudas sobre el destino del movimiento político que ha generado Sanders comienzan a surgir.
Luego de perder 7 de las últimas 8 primarias, Hillary Clinton gana en Nueva York con un 57,9% llevándose la mayoría de los delegados, lo cual la acerca a la nominación demócrata para las elecciones generales de noviembre. El formato cerrado de la primaria – en la cual sólo podían votar militantes del Partido Demócrata que se hayan registrado antes de octubre de 2015 – favoreció a Hillary, pues millones de personas que apoyaban a Bernie Sanders no pudieron votar al no estar registradas. A pesar de que Sanders ganó en mayor cantidad de condados (equivalentes a municipios), Hillary ganó las grandes ciudades del Estado, llevándose mayor cantidad de votos.
Así, Hillary quedó con 1.446 delegados y Sanders con 1.200 delegados. Si suman los superdelegados – que son la aristocracia del Partido Demócrata como gobernadores, congresistas, etc. y que votan libremente en la Convención Demócrata – Hillary suma 502 llegando a los 1.948 delegados, mientras Sanders sólo suma 38, alcanzando 1.238 delegados. Para lograr la nominación presidencial requieren alcanzar 2.383 delegados. Aún quedan más de 15 primarias que repartirán 1.668 delegados, por lo cual matemáticamente las elecciones no están terminadas.
Sin embargo, con estos resultados se hace más difícil la nominación de Bernie Sanders, pues tendría que ganar en Pennsylvania, New Jersey, Maryland y California, que son los Estados con mayor cantidad de delegados a repartir. En todos ellos, salvo Maryland, la diferencia en las encuestas cada vez se reduce más, liderando Clinton con menos de un 6%, ante lo cual algunos analistas políticos dicen que Sanders podría dar la sorpresa como en Michigan, Estado que Hillary lideraba en las encuestas pero que finalmente venció Sanders. De todas formas, el próximo martes 26 de abril será decisivo, pues son las primarias en Connecticut, Delaware, Maryland, Pennsylvania y Rhode Island. Si Sanders no gana aquí, la calculadora electoral tendrá que hacer maravillas.
Más allá del resultado de las primarias, lo interesante es saber que sucederá con el movimiento de jóvenes, intelectuales, trabajadores y minorías que Sanders a logrado sumar en su campaña. Por primera vez en los últimos años se ha planteado un programa rupturista para lo que es la política estadounidense, atacando directamente a los privilegiados de Wall Street y reivindicando las demandas de la clase trabajadora norteamericana, además de una política internacional colaboracionista y no imperialista como acostumbran a hacer los gringos. Más de 6 millones de personas han realizado pequeñas donaciones a la campaña de Sanders y ha conseguido el apoyo desde independientes y figuras intelectuales como Noam Chomsky, hasta el apoyo de las bases del Partido Demócrata. La discusión será si disputan el Partido Demócrata por dentro o construyen un movimiento político por fuera del duopolio histórico, tal como ha planteado la activista Ángela Davis.
Primarias Republicanas: el fascismo a paso firme.
Donald Trump obtuvo más del 60% de los votos en las primarias de Nueva York, llevándose los 89 delegados que repartía el Estado. Esta primaria deja sin posibilidades al Senador por Texas y ultraconservador Ted Cruz y al Gobernador de Ohio, John Kasich.
Donald Trump ya no está peleando contra Cruz y Kasich por la nominación, sino la pelea la tendrá contra el propio establishment del Partido Republicano, quienes apostaban en un principio por los candidatos Marco Rubio y Jeb Bush – quienes quedaron fuera de la carrera presidencial al contar con escaso apoyo en las primarias –. Trump requiere 1.237 delegados para obtener la nominación en la Convención Republicana, sin embargo, ante la existencia de tantos candidatos al comienzo de las primarias, lo más probable es que no alcance dicha cantidad de votos.
Ante esta posibilidad, las cúpulas del Partido Republicano plantearon la posibilidad de nombrar a un candidato de consenso. En un primer momento, sonó el nombre de Paul Ryan, quien es Presidente de la Cámara de Representantes, pero este rechazó públicamente tal posibilidad.
Lo preocupante en las primarias republicanas es el fascismo que han demostrado sus bases al apoyar a Cruz y Trump. Ambos son candidatos racistas, misóginos y ultraconservadores. Sus planteamientos políticos rayan en lo absurdo, como la propuesta de construir una muralla en la frontera con México o prohibir la entrada de musulmanes al país. También han quedado en evidencia en la discusión sobre el uso de tortura en interrogatorios, tal como el waterboarding, ante lo cual los dos candidatos se mostraban a favor de legitimar la tortura por causas de “seguridad nacional”. Lo preocupante de esto, como dice Zizek, es que aquello que hace un par de décadas era simplemente impronunciable en un debate público ahora se puede decir con impunidad.
El Partido Republicano deberá definir en los próximos meses si lleva a perder a las elecciones generales a Donald Trump – pues las encuestas muestran que perdería ante Sanders o Clinton – o buscan un nuevo candidato con los costos que traerá dicha decisión para el Partido.
Se cierra lo electoral y se abre lo político
La batalla electoral cada vez está más cerrada. Para el Partido Demócrata, las primarias del martes 26 darán mayores luces de si Sanders sigue manteniendo posibilidades o estas se vuelven prácticamente imposibles. Hillary Clinton representa el status quo norteamericano, apoyada por Wall Street no significará un cambio en las políticas económicas y sociales estadounidenses y tampoco significará un cambio en la política exterior, pues su mentor es Henry Kissinger – quien colaboró con el golpe de Salvador Allende – y ella ya tuvo un rol clave en la Guerra en Irak y en el golpe militar en Honduras, el cual legitimó en una entrevista hace pocos días.
Ante esa opción, el movimiento político que ha soportado a Sanders tendrá que decidir cómo avanzar en una alternativa transformadora para Estados Unidos independiente de la nominación presidencial de Sanders. Esta será la discusión más interesante para nosotros.