Por Adriana Pascielli / Foto: Juan Salvador Bordas
El 12 de abril de 1997 era asesinada por una bala policial Teresa Rodríguez, de 25 años. Empleada doméstica que vivía en la ciudad de Cutral-co, provincia de Neuquén, era fanática de Gilda y se convirtió en símbolo. Su nombre fue identidad del movimiento piquetero.
Las políticas implementadas por el neoliberalismo de la mano de Carlos Menem en la década del 90 tuvo como objetivo la privatización de todas las empresas estatales en beneficio de grandes empresas multinacionales. Pero este proyecto económico, político y social arrasó con los derechos de los y las trabajadoras con despidos y quitas de conquistas históricas.
La desocupación y la carestía de la vida cotidiana fue la marca de época. Se avanzó sobre cientos de miles de puestos de trabajo de empresas estatales como YPF, Gas del Estado, Entel, Aerolíneas y Obras Sanitarias de la Nación. El petróleo, el gas, el agua y los servicios esenciales pasaban a manos de multinacionales con la sociedad de empresarios locales siempre dispuestos a servir al gran poder económico mundial.
La educación pública como instancia de igualación y formación común de millones de trabajadores y trabajadoras, fue también el flanco de aquellas políticas impuestas por los mismos organismos que hoy, con el gobierno macrista reingresan aumentando la deuda externa que pagará el pueblo. Los y las docentes llevaban para el 12 de abril de 1997 más de 20 días de huelgas y movilizaciones en reclamo del recorte de 20% por zona desfavorable que pretendía imponerse
Aquellas medidas antipopulares y de destrucción de construcciones políticas y sociales de años, que apenas empezaban a recomponerse luego de la feroz dictadura genocida que vino a desaparecer para disciplinar al pueblo, fueron resistidas y combatidas aún en favorables condiciones.
En abril de aquel 1997 los y las docentes neuquinas realizaron diferentes medidas de lucha para resistir los recortes salariales y en defensa de la educación publica, gratuita y laica. Meses de paros y acciones diversas llenaron las calles de la provincia de Neuquen. Los trabajdores del petróleo despedidos, ya habían retomado viejos métodos de lucha del movimiento obrero: corte de rutas para impedir la libre circulación de las mercancías en ciudades que crecieron y fueron tales al calor de la industria petrolera. Los despedidos de YPF tomaron las calles en Plaza Huincul y Cutral-có, dos ciudades contiguas, reclamando reincorporaciones, revisión de despidos y trabajo digno.
Fue así que docentes, trabajadores del petróleo y de otros gremios, apostados en diferentes movilizaciones y medidas de lucha, fueron reprimidos por la Gendarmería que tuvo que retroceder por la respuesta del conjunto de los habitantes de esas ciudades que quedarán en la memoria como una de las cunas de los piquetes de desocupados y desocupadas que marcará a fuego a generaciones siguientes.
A media mañana del 12 de abril de 1997, la policía de la provincia se sumó a la represión y un disparo de bala de plomo rebotó en el piso pegándole luego a Teresa Rodríguez en el cuello. Teresa tenía a su novio en los piquetes de desocupados, ella ese día salía de su casa como muchas mañanas y la bala la atraviesa. La noticia de esa muerte se expandió rápidamente y ya no se podía ocultar que en Cutral-co estaba realizándose una verdadera pueblada. Como muchas otras veces desde el poder se intentó imponer la teoría de los excesos policiales remarcándose que la muerte de Teresa fue un efecto no deseado de la necesaria liberación de las rutas.
Teresa Rodriguez era una mujer que salía a ganarse el mango como empleada doméstica y parte de los habitantes de esas ciudades que contagiaron dignidad de lucha a todo el país. Para investigar su crimen se abrieron dos causas que, pasados los años, no tuvieron resultados. Solo 4 policías: Santiago Antigual, Leonardo Magallanes, Daniel Vece y Daniel Videla fueron condenados por “abuso de armas” a dos años y medio de prisión en suspenso y 5 policías más fueron absueltos. Todos siguieron siendo parte de las fuerzas represivas neuquinas.
Muchas especulaciones se escuchaban por entonces respecto a Teresa. Todas tendientes a construir la teoría de los excesos, porque en su caso no se trataba de una sindicalista o militante lo que la convertía en una suerte de víctima inocente. Esa tremenda clasificación que pretende lavar culpas de los victimarios que son las fuerzas represivas del Estado avanzando sobre el pueblo.
Teresa Rodríguez tenía 25 años y era madre joven. Es símbolo de una época; su madre y su padre conformaron una familia humilde, de trabajadores y tuvieron 5 hijxs que como parte de este pueblo, practicaron la solidaridad y el involucramiento en la vida colectiva. Esa empleada doméstica, fanática de Gilda, asesinada por la policía, se convirtió en símbolo de las luchas que empezaban y su nombre fue parte de la identidad del movimiento piquetero de fin del siglo XXI. Las mujeres que salían a cortar rutas eran así, como ella.
Teresa es como miles de nuestras mujeres, trabajadora doméstica, madre, fanatica de la cumbia y las fiestas populares, la solidaridad como forma de vivir. Ayer marchabamos por Micaela García, gritábamos “porque el patriarcado se va a caer” y sobre todo, porque las pibas que vos mataste van a volver. No podía dejar de imaginar el cuerpo de Teresa bailando Gilda en ese círculo de cantos y gritos de justicia por Teresa Rodriguez, por Micaela y por todas las que mató este sistema capitalista y patriarcal hoy en avanzada e incrementando el avance represivo.