Por Camilo Bermúdez
El pasado 21 y 22 de mayo se reunieron nuevamente, esta vez en Washington, las delegaciones de Estados Unidos y Cuba que discuten el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Roberta Jacobson, secretaria asistente para los Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado y Josefina Vidal, directora general de Estados Unidos en la cancillería cubana, dirigieron los intercambios que abordaron el tema de las relaciones diplomáticas y el comportamiento de sus funcionarios en ambas capitales.
Esta fue la cuarta reunión bilateral entre ambos países y la tercera ronda de conversaciones desde que el pasado 17 de diciembre los presidentes Raúl Castro y Barack Obama anunciaron el inicio de conversaciones con el objetivo de avanzar en el restablecimiento de las relaciones. Esta ronda también fue la primera desde que los mandatarios se reunieran en la VII Cumbre de las Américas celebrada en Panamá en abril pasado.
Las conversaciones se dan en un contexto favorable: la decisión del presidente Obama de excluir a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo internacional (decisión que por sí misma permite cuestionar la legitimidad de tal lista) y la reanudación de los servicios bancarios de la sección de intereses de Cuba en Washington.
Las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos antes del triunfo de la Revolución en 1959, es la historia del vasallaje y la constricción de los gobiernos cubanos a los mandatos del gigante de las siete leguas. Algunas personas hablan de la normalización de las relaciones diplomáticas, sin embargo estas nunca fueron normales. Desde su instauración hace 113 años, luego del entrometimiento de Estados Unidos en la Guerra de Liberación Cubana contra el yugo español, el saldo es un trato inequitativo en las relaciones políticas, económicas y comerciales con la isla.
Pero ahora las cosas se configuran distintas, sobre todo después de que el presidente Obama reconociera que las políticas de asfixia y muerte de Estados Unidos no fueron efectivas contra un pueblo combatiente. A su vez, presionado obviamente por la integración latinoamericana, Obama se ve impelido a establecer conversaciones respetuosas con el gobierno cubano. De repente, Raúl Castro comenzó a ser el presidente de Cuba y no el dictador que tanto vociferaban desde Washington.
Cambio de métodos pero no de objetivos
Con el reestablecimiento de la misión diplomática estadounidense en La Habana, como lo dijo el vocero de la Casa Blanca en la conferencia de prensa del día 21 de mayo, lo que intenta la Casa Blanca es que “los diplomáticos estadounidenses hagan en Cuba lo que hacen en todo el mundo”, o sea inmiscuirse directamente en los asuntos internos de cada país, principalmente en naciones con procesos políticos distintos a los que su égida acepta, conspirar para derrocar a las administraciones democráticas y legítimamente elegidas.
Es una fuerte tarea la que se propone la dirección de la Revolución cubana, con el objetivo de consolidar los lazos de dos pueblos que históricamente han sido hermanos, y darle fin al monstruso genocidio que desarrolla Estados Unidos contra la isla mediante el injusto bloqueo económico, comercial y financiero que provoca daños a Cuba por más de un billón 112.000 millones de dólares.
Las conversaciones para el restablecimiento de las relaciones avanzan y parecen que van en buen camino. Sin embargo, la normalización no se va a dar mientras que Estados Unidos no acepte levantar el bloqueo, a la par de otros temas de interés como el cierre de la Base Naval de Guantánamo, el fin de las transmisiones ilegales hacia la isla desde territorio estadounidense, la suspensión de los programas que impulsan un cambio de gobierno en Cuba, y la discusión de la compensación al pueblo cubano por daños económicos y humanos.