Por Demián Konfino
El mismo Estado que les niega tanto, acaba de reconocer al fundador del comedor Padre Mugica en la Villa 31. Contradicciones del Gobierno de la Ciudad pero no del honrado, vecino querido y luchador incansable.
Teófilo Tapia cierra los ojos. Sus pupilas desaparecen tras la ranura que deja el choque de sus párpados. Está emocionado. Tapia acaba de ser declarado “Ciudadano Ilustre” de Buenos Aires, por ley de la Legislatura porteña.
Se permite un regocijo íntimo, imperceptible. Se deja saludar. Se abraza con compañeros del barrio que fueron a hacerle el aguante. Sabe que es parte de un colectivo, sin el cual no sería.
Se toma un par de segundos. Medita. Reflexiona. Nota, en ese preciso momento que su cuerpo enfundado en un jean y una chomba celeste ya no es el mismo. Empieza a encogerse, sus muslos se inflaman y sus pies se llenan de ampollas. Sin embargo, no piensa en largar. No. Ni se le cruza. Se lo debe a sus muertos. Se lo debe a su amor propio. Se lo debe a la causa.
¿Una ironía? Este hombre a quien el Estado le niega su derecho a la vivienda digna, acaba de ser reconocido por ese mismo Estado. No obstante, para la Patria Villera implica una admisión, una consagración del derecho a la Ciudad de los villeros. Los villeros son ciudadanos y, también, pueden ser “ilustres”.
Igualmente, claro, es un mimo de gratitud hacia el alma luchadora de un legendario. Busca, tal vez, amplificar un ejemplo vivo y necesario de nuestro pueblo. Si hay un vecino de esta ciudad que merecía esa categoría es el caminante Don Tapia. El campesino que avistó las grandes luces y no se obnubiló. El luchador incansable. El que resistió a la dictadura. El fundador del comedor Padre Mugica. El villero orgulloso y patriota. El espejo donde se reflejan las villas argentinas, cuando buscan su mejor perfil, el de la dignidad.
El proyecto había sido presentado en diciembre de 2014, bajo el número 3169-2014, por la Legisladora Lorena Pokoik y el acompañamiento de los Legisladores del FPV Paula Penacca, Gabriel Fucks y Gabriela Alegre. En un sucinto repaso de su vida “ilustre” en la capital argentina, una línea del proyecto afirmaba la identidad de este patriota villero: “Teófilo Tapia, es sin ninguna duda el principal referente e impulsor de la urbanización de la 31. Él hizo Patria en la Villa, y a la Villa como su Patria.”.
Al ser votado en el recinto, el 19 de marzo de 2015, Lorena Pokoik pronunció un vibrante discurso en el que destacó su trayectoria, recordó a mártires del Movimiento Villero y conmovió a los vecinos y compañeros que estábamos en las gradas acompañando a Teófilo. Quizás el pasaje más semántico de su alocución fue cuando sentenció: “El presente proyecto es un homenaje, un reconocimiento a un militante político, social y barrial, a un vecino de nuestra ciudad, a quien paradójicamente no le gustan los reconocimientos individuales, ya que si hay algo que tiene claro es que el único héroe válido es el héroe colectivo”.
Se trata de un merecido homenaje. Sin embargo, no es una meta, un punto de llegada, un destino conquistado para el “viejo” Tapia. El Sur anhelado sigue siendo la urbanización de la villa de Retiro.
Lorena Pokoik así lo sentenció, al cerrar su discurso, antes del aplauso: “Hoy le toca a esta casa declararlo ciudadano ilustre. Un merecido reconocimiento de todos nosotros. Pero no dudo y tengo la plena certeza de que el verdadero reconocimiento a la historia de Teófilo ‘Johny’ Tapia, como la de tantos otros, es que finalmente logren ver a su Patria urbanizada”.
Tapia no descansa porque sabe que aún no se ha logrado la urbanización y a sus más de 70 abriles aspira a tomar su cielo por asalto, no sin antes haber sido autor y testigo de las primeras viviendas nuevas levantadas en Retiro. Tapia no descansa porque se sabe un continuador y como tal precisa legar su posta, cuando el sendero esté arado y allanado. Tapia no descansa porque sabe que es ejemplo y como tal irradia lucha.
Pero Tapia, lo escribí, no está solo. Es parte de una historia unida, es parte de un Movimiento Villero que se ha repuesto a entregas y persecuciones. Es un pedazo de la historia del pueblo argentino que lucha por dignidad. Y es ese pueblo, el que hoy vive en las villas argentinas, el que se empodera de un pasado y de un destino.