Por Orlando Agüero
A 50 días de asumir la Intendencia, el conocido chef Martiniano Molina, quien despidió a 1000 trabajadores, hoy sufre una tremenda interna política que originó varias renuncias. El macrismo teme réplicas hacia adentro de los gobiernos provincial y nacional.
El 11 de diciembre del año pasado asumía alegremente al frente de la municipalidad de Quilmes, importante distrito al sur del conurbano bonaerense, el famoso cocinero Martiniano Molina. Realmente parecía un triunfo más de la alegría amarilla, donde entre globos y sonrisas era acompañado por el presidente de la nación, Mauricio Macri, y la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, en un claro gesto de reconocimiento por la victoria ante su contrincante Francisco “Barba” Gutiérrez, luego de ocho años de gestión de signo kirchnerista en el distrito. Lo cierto es que un elemento distintivo de la gestión PRO, en general, fue la dificultad para organizar los equipos de gobierno.
Esta clave se notó en la formación del gobierno nacional, en el provincial y también en los distintos distritos donde ganaron las elecciones. En este caso particular, es decir, en el Partido de Quilmes, el macrismo no contaba con suficiente estructura como para bancar una gestión por sí solos. Es así que tuvieron que echar mano a la formación de aliados de distintas fuerzas políticas que ayudaran, primero a afrontar el proceso electoral, y luego del éxito en las urnas, poder gobernar. Esta estrategia, que ofició como una soga que los impulsó hacia adelante, pronto se le comenzaría a enredar alrededor del cuello de la gestión, provocando una peligrosa asfixia.
Martiniano y los peronistas vs radicales
Los primeros pasos del gobierno comunal estuvieron en línea con la gestión PRO, o sea que los despidos se hicieron sentir entre los trabajadores y las trabajadoras, quienes tuvieron que resistir sólo para lograr algunas pocas reincorporaciones en relación a la cantidad de cesantes que dejaba el nuevo intendente. Sin embargo, este no iba a ser el principal obstáculo que iba a tener que soportar el municipio en sus primeros tiempos. La tremenda disputa por ocupar los cargos más importantes, era lo que iba detonar prontamente en un inesperado temblor político que inmediatamente iba a preocupar a las principales figuras del gobierno asumido en diciembre del 2015.
El caso es que la alianza heredada por los acuerdos nacionales, ponían a la UCR en un papel protagónico, después de los macristas quilmeños, y en un tercer lugar al peronismo local. Esta ecuación no tardó en reconfigurarse, sobre todo debido a la impronta que el peronismo le imprimió a la disputa interna de la comuna.
Renuncias, temblor y temor a las réplicas
En la cocina de Martiniano, el principal menú estaba a cargo del Diputado Provincial Fernando Pérez, un joven dirigente radical, al frente de la Secretaría de Gobierno. Disgustado por la falta de poder hacia adentro de la gestión decidió presentar la renuncia, en un acto que invitaba a que todos los radicales designados lo imitaran. El argumento fue que los peronistas estaban copando la totalidad de las áreas. Durante el fin de semana pasado, y ante la también inesperada renuncia de Federico Peña a la Secretaría de Seguridad, luego de varios acontecimientos como robos de bancos y distintos casos de inseguridad en el distrito, se sintió desestabilizado. Peña es un “puro” del PRO, así que rápidamente fue convocado por el Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires Cristian Ritondo, como método de protección. Estas dos renuncias de relevancia tuvieron como inmediata respuesta el “ascenso” de sectores identificados con la familia Molina. Hoy podemos decir que el efecto dominó de la renuncia del joven Secretario de Gobierno Pérez, tuvo su efecto sobre la gestión de los radicales. Hasta el momento en la última reunión de reordenamiento del gobierno municipal quilmeño no participó ningún radical, lo que vaticina el alejamiento de esa fuerza de la gestión en la comuna.
Además, colaboradores de la dictadura
Existe una ordenanza municipal en el distrito que prohíbe designar funcionarios públicos que hayan colaborado con el pasado Proceso de Reorganización Nacional, que en nuestro país causó 30.000 desaparecidos entre 1976 y 1983. Sin embargo, como sacado del microondas, Martiniano sin ninguna clase de disimulo y haciéndose el distraído ante la requisitoria de periodistas y dirigentes políticos y sociales, designó en la Jefatura de Gabinete a Ariel López, quien fue colaborador de la pasada dictadura militar en el municipio de Berazategui. Además hasta hace muy poco fue Secretario de Cultura de la Municipalidad que dirige Patricio Mussi, y fue un fuerte militante del sciolismo en las últimas elecciones.
Así es que Quilmes parece ser el epicentro de un temblor que se puede replicar al resto de la gestión PRO, demostrando que la falta de estructura política desencadena internas insalvables, desnudando que el reciclado de dirigentes lo acerca más a una bolsa de gatos que a verdaderos equipos de gestión.