En ocasión de las elecciones legislativas y municipales en El Salvador, dialogamos con Tatiana Marroquín, economista feminista, sobre debates pendientes. ¿Qué se juega en estas elecciones para las y los más vulnerables y para el sistema democrático?
Por Maru Waldhüter y Laura Salomé Canteros
Tatiana Marroquín es economista feminista y su teoría se complementa con un posicionamiento político de una izquierda anticapitalista. Es una rockstar de las redes sociales y sus tuits arden en verdades y reflexiones necesarias; de esas que obligan a frenar la coyuntura para informar con rigurosidad los acontecimientos de cada día en el agitado panorama noticioso de El Salvador.
En El Salvador se elegirán nuevas y nuevos integrantes de la Asamblea Legislativa y del Parlamento Centroamericano; alcaldes y alcaldesas, síndicas/os y concejales/as en un clima político donde los discursos de odio acompañan las decisiones del gobierno de militarizar los territorios, entregar poder a los grupos fundamentalistas y antiderechos y revivir la retórica del enemigo interno. La generación de un clima de tensión política y enfrentamiento social impuesto estratégicamente por el presidente, Nayib Bukele, quien pretende con los votos alcanzar obediencias automáticas.
En ocasión de las elecciones legislativas y municipales del 28 de febrero de 2021 en el país centroamericano, dialogamos con Tatiana, para preguntarle cuáles son aquellos temas de los que no se hablará y que podrían formar parte de próximas decisiones gubernamentales.
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¿Qué se juega en esta elección en El Salvador?
Bueno, ineludiblemente estamos ante el escenario de abrir grandes espacios al autoritarismo o mantener los pequeños espacios que se lograron después de los Acuerdos de Paz, la democracia. Entonces, claro que conocemos las limitantes de la democracia liberal y de la participación electoral dentro del Estado capitalista, pero sí veo que hay matices que nos obligan a defender ciertos principios a los que no queremos renunciar, ni en este sistema ni en ninguno, como el pluralismo, la libertad de expresión o la no participación de las fuerzas armadas y de la policía en la política.
Todas estas son discusiones que deberían ser prioritarias en la izquierda, con los componentes anticapitalistas y antisistema que ya conocemos. Pero sí hay un punto que no se está discutiendo que me parece el más importante, y es el económico. Ya en los diez años de gobierno del FMLN, la economía venía con tanques de oxígeno, incluso bajo los estándares del sistema capitalista y de la derecha. O sea, El Salvador, ha sido poco funcional en lo económico y en lo fiscal. Pero este gobierno, que más que todo responde a la popularidad y a la demagogia, aceleró el problema fiscal y económico; y luego vino a la pandemia a terminar de profundizarlo.
Entonces, hay una discusión que es un reto para las izquierdas, la política fiscal. Porque normalmente dábamos la discusión desde el gobierno. Era el gobierno versus la derecha diciéndonos que teníamos que reducir gastos, que había que atacar la evasión fiscal, etc. Pero ya no estamos en esa posición (El FMLN gobernó durante 10 años entre el 2009 y el 2019)). Y sí, tenemos que tener posturas claras en la política fiscal. Con la deuda como está, con el gasto como se ha ocupado, es bien difícil que encontremos espacio para el beneficio de las poblaciones vulnerables. La deuda es insostenible.
De acuerdo a las expectativas que tenemos de cómo va estar la correlación legislativa en los próximos años, no hay posibilidad de una gran representación de los intereses de la población dentro de la Asamblea Legislativa. A lo largo de estos últimos meses, ya vimos acuerdos con el Fondo Monetario -muy cercano al gobierno así como lo ha estado la banca nacional y la internacional-, aprovechándose de forma mezquina de las necesidades de la gente. Lo que pienso es que están esperando que pasen las elecciones para un acuerdo fiscal. El presupuesto de 2021, por ejemplo, venía bien inflado en cuanto a las expectativas de recaudación de IVA. Entonces, alertamos sobre esta intención de un aumento del IVA. Claro, en la narrativa se perdió diciendo que ellos iban a lograrlo sin aumentar impuestos, pero técnicamente no hay viabilidad de cumplir con esas metas, sin que se aumente el IVA. También hay compromisos con préstamos que piden hacer ajustes fiscales. Cómo van a ser esos ajustes fiscales es dónde todavía no hay claridad.
¿Dónde se ve en la vida cotidiana este ajuste fiscal, este impacto que tiene la deuda en el pueblo salvadoreño?
Bueno, primero que los ingresos más fáciles de conseguir van a ser aquellos que van a venir de impuestos directos o de impuestos fáciles de poner, como el IVA, que lo vamos a ver todos los días al ir a comprar cosas. Sabemos, desde un criterio técnico, que no afecta a todas las personas por igual. A los que ganan 600 dólares, la mayoría de sus ingresos se les va en comprar alimentación, y esa alimentación toda está grabada con el 13 por ciento del IVA, mientras que quienes ganan 10 mil o 15 mil dólares mensuales, aunque gastan más, la mayoría de su ingreso no se va en alimentación, se va en inversión, en ahorro, en cosas que no están gravadas de esa forma. Entonces, a quién más va a afectar un aumento en ese tipo de impuesto va a ser a la población con menores ingresos, que es la mayoría del país. Luego, se van a tener que recortar gastos y al recortar gastos el Estado va a tener que elegir en cosas que consideran no prioritarias, pero que para el país y para las poblaciones con menores ingresos y más vulnerables socialmente tienen impacto, como la salud. El simple hecho de ir a una unidad de salud y que no haya un tipo de medicina, que ya no hallan dos doctores, que solo haya uno. Todo ese tipo de cosas son parte del impacto de las correcciones que pretenden hacer en la política fiscal.
¿Cuáles son los ejes prioritarios a tratar desde una economía feminista?
Lo fiscal porque ahoga el día a día del Ejecutivo, entonces, ese y el tema de las pensiones, que en El Salvador van unidas, va a tener que ser discutido y desde la economía feminista porque quienes más están siendo afectadas por los problemas fiscales que tiene el país, -como las limitaciones en la inversión en programas sociales o el sistema de protección social que no está respondiendo a la pobreza y la marginacion- son las mujeres. Esta problemática tiene que ser abordada desde esa perspectiva porque una tradicional, incluso desde la izquierda, no va a resolver los problemas porque no los va a entender con la claridad que se necesita.
Además, en la discusión que se va a venir sobre los impuestos, los gastos y la deuda vamos a necesitar que las feministas, y sobre todo las economistas feministas, planteemos cómo y de qué manera la situación está afectando más a las mujeres mas que a los hombres. Y a la vez, una de las discusiones que se está dejando de lado es la atención en la salud -un tema de pandemia y de cómo maneja el gobierno el Estado-, pero que se ha visto totalmente descartado por este gobierno que ha quitado programas de salud que eran especializados para las mujeres.
También, la lucha por despenalizar el aborto y abordar los retrocesos en este último año y medio, de no poder, por ejemplo, encontrar anticonceptivos en las unidades de salud, de ya no poder tener los chequeos anuales que necesitamos, decisiones que están impactando gravemente la vida de las mujeres y que van a tener repercusiones muy tristes y duras para las mujeres jóvenes. Por otro lado, la pobreza de las mujeres, sobre todo en el comercio informal, es desgarradora; y soy bien clara, el Estado no va a responder a ninguno de esos problemas. Y ahí se necesita otro tipo de pensamiento y organización económica que no va a venir a través de una ayuda del Ministerio de Economía o de enseñarle a las mujeres cómo coser. Si bien el Estado debe responder a la cuestión de la pobreza de las mujeres, la izquierda tiene que dar planteamientos acerca de una forma de organizarse económicamente para ellas, para que logren tener lo necesario para vivir.
¿Cómo es hacer política -y desde las redes sociales- para las mujeres en El Salvador?
Es particularmente difícil, como mujer de izquierda anticapitalista y como mujer. Es conflictiva la situación en la que estamos porque no es la ideal, en la que a una le gustaría, pero lo que me ha servido es tener una red de personas que entienden que la política me atraviesa el cuerpo y las emociones de forma que a otras personas no; mujeres y hombres que entendemos la política y sobre todo la de izquierda, como una elección de vida. Sobre todo en esta última época en que hemos vivido cosas que no hubiéramos imaginado: ver a las Fuerzas Armadas dentro de la Asamblea Legislativa o la forma en que nos acosan y lo que nos dicen en redes sociales y a otras mujeres… También nos tocó mucho el asesinato de los compañeros del FMLN, pero soy muy afortunada en tener espacios -incluso dentro del ámbito legislativo- donde las emociones no son prohibidas; hemos podido llorar, hemos podido decir que tenemos miedo, que no tengas miedo.
Me he rodeado de personas que me ayudan a transitar las dificultades que generan el hablar en contra del Estado, incluso a pesar del constante ataque a la imagen de las mujeres. Y eso es importante para la izquierda, que cualquier organización, que cualquier iniciativa que intente ser fuerte, tiene que entendernos como personas más allá del discurso político, que podemos estar cansadas física o emocionalmente, que queremos llorar, que tenemos miedo, que estamos confundidos, que nos equivocamos; porque si no podemos comprenderlo, difícilmente logremos acuerparnos todo lo que necesitamos, porque somos pocos y pocas. Entonces, necesitamos mucho apoyo de los otros, de las otras, de les otres. Sino, no lo vamos a lograr.