Una cheta mira horrorizada como unos negros toman mate en su barrio privado. Una multitud baila gozosa al ritmo de Sudor Marika en la Avenida Corrientes, blandiendo la promesa del fin de Larreta. Cada cual, armado con sus propios valores estéticos y morales, pugna por apropiarse del teatro histórico de la política: el espacio público.