Eduardo Giordano

La aparición de cuerpos de jóvenes decapitados en el marco de la represión frente a las protestas, junto a las amenazas contra políticos progresistas, evocan los peores tiempos de la violencia paramilitar en Colombia.

El ataque contra la residencia presidencial, llevado a cabo por un grupo paramilitar integrado por 26 colombianos y cinco estadounidenses de origen haitiano, contratados por una empresa de seguridad de Miami vinculada al exilio venezolano y colombiano, ha encendido todas las alarmas de la comunidad internacional.