Por Marcelo Righetti
Alexis Tsipras fue ratificado en las urnas pero el futuro de Grecia es una incógnita. La alta abstención parece un mensaje claro para Syriza que, aunque logra revalidarse en el gobierno, perdió mucho de su fuerza renovadora que había generado ilusión a los pueblos de Europa.
Las elecciones del domingo pasado en Grecia volvieron a darle la victoria a Syriza y en especial a Alexis Tsipras, quien el mismo lunes juró como primer ministro por segunda vez en ocho meses, y un mes después de haber renunciado.
El sistema parlamentario que organiza la vida política griega exige la constitución de una mayoría de 151 escaños en el Congreso para armar gobierno. La victoria de Syriza en enero de este año le había otorgado 149 diputados y, para alcanzar el poder, realizó una alianza con una fuerza nacionalista de derecha, ANEL. Luego de la aceptación por parte de Tsipras del “plan de salvataje” que impuso la Unión Europea (UE), Syriza sufrió un cimbronazo y una parte de su bancada decidió quitarle el apoyo, generando la imposibilidad de formar gobierno. Bajo estas circunstancias, Tsipras decidió presentar su renuncia, obligando al llamado a elecciones para conformar un nuevo Parlamento.
Los resultados del escrutinio de este domingo son muy parecidos a los de enero, aunque sus significantes son algo distintos. Lo primero que salta a la vista es que una porción mayoritaria del electorado -el 35%- decidió refrendar su apoyo a la actuación política de Tsipras durante el medio año en que fue primer ministro. Aun cuando por estas tierras muchos consideran que el líder de Syriza traicionó a su pueblo al aceptar las políticas de la UE, buena parte de las y los griegos parece no compartir esa mirada.
Es lógico pensar que entonces lo que sucedió es que hubo un giro pero no fue de 180º sino más bien de 90º, ya que el discurso de la anti-austeridad con el cual llegó al poder a principio de año nunca fue contrario a mantenerse dentro de la UE y del sistema del Euro. Tsipras logró comprender el sentimiento de un sector importante de la población y su recorrido político resulta validado con estas elecciones.
Mientras tanto, Unidad Popular, el desprendimiento de Syriza que se opuso a la aceptación del plan de la Troika (Banco Central Europeo, FMI y Comisión Europea) no pudo siquiera superar el piso del 3% para tener representación parlamentaria, sufriendo una grave derrota. Es muy probable que el margen para el accionar político, que ya es escaso para el propio Syriza, sea casi inexistente para la propuesta que reivindica este espacio, que incluso recibió el apoyo del mismísimo Yanis Varoufakis, el ministro de Economía de Tsipras durante el primer período de su gobierno.
El resto de las fuerzas políticas obtuvo resultados similares a los comicios de enero. Nueva Democracia (centro derecha, neoliberal) quedó segundo entre las preferencias con un 28%, mientras que tercero se ubicaron los neonazis de Amanecer Dorado con casi el 7%, el cuarto lugar correspondió a los socialdemócratas del PASOK con el 6%, quintos quedaron los comunistas del KKE con poco más del 5%, el sexto puesto fue para To Potami (socioliberales) con el 4%, ANEL se colocó séptimo con algo más del 3% -y volverá a formar alianza con Syriza- y la última fuerza que alcanzó representación parlamentaria fue la Unión de Centristas, con poco más del 3%, logrando escaños por primera vez en sus 20 años de historia.
Esta cierta continuidad que se puede observar se acentúa en uno de los principales datos que emanan de esta elección y que se convierte en el principal indicador de que la victoria de Tsipras no es tan poderosa como aparece en primera instancia. Tan solo el 56,5% de los electores ha concurrido a las urnas este domingo, siendo el voto obligatorio. El descenso en la participación electoral es una constante que se registra desde 2007 y que en esta elección tuvo un retroceso notorio –casi un 10% menos– en relación a las realizadas en enero (63,8% de participación) y al referéndum de julio (62,5%).
Sin dudas, esta tendencia es una muestra clara del descreimiento cada vez mayor de la población griega ante las alternativas de gobierno, al tiempo que muestra la incapacidad de construcción política de fuerzas que buscan desarrollar un camino distinto al que se ha venido desarrollando en los últimos años y que ha generado esta apatía electoral.
El brusco retroceso es también un mensaje claro para Syriza, que aun cuando haya ganado, ha perdido mucho de su fuerza renovadora y de su ímpetu de cambio que habían vuelto a generar alguna ilusión al pueblo heleno y a los pueblos de Europa. Así como la victoria es un hecho potente, la desilusión también lo es.
El futuro gobierno de Tsipras tendrá que desarrollarse bajo estos condicionantes. Muchas incógnitas están por resolverse. ¿Cómo será la relación con la UE? ¿De qué manera llevará adelante las medidas que le exige el “plan de rescate” que él firmó? ¿Será capaz de ampliar el margen de maniobra?
Syriza llegó al poder como la encarnación de un proceso de cambio radical. El desarrollo de los acontecimientos lo ha puesto en duda. ¿Es posible pensar una experiencia de cambio político (con ciertas características radicales) si no se asume una postura audaz? ¿La construcción de mayorías sin transformar el sentido existente es concordante con la posibilidad de impulsar un proceso de cambio? ¿Está dentro del horizonte político de Syriza (y de Podemos) construir un sentido que ponga en cuestión el fetichismo del Euro y por ende de la integración neoliberal que impone la UE?
Si siete meses era muy poco tiempo para poder verificar esto (aun cuando se haya aprobado el “chantaje” de la UE), con la victoria de este domingo tendrá la legitimidad para encarar un gobierno por un tiempo más largo y donde se podrá dilucidar si Syriza se convierte en un típico ejemplo de transformismo y pasa a ser el PASOK pero con nuevas ropas, o si el proyecto de cambio que dicen encarnar comienza a transformar a Europa.