Por Francisco J. Cantamutto.
Tras 7 años de ineficientes recetas neoliberales, la Unión Europea dirime sus posibilidades en Grecia, donde el gobierno se mantiene en una tensa estrategia.
Desde el estallido de la crisis mundial en su sección europea, las instituciones de salvaguarda del régimen –la Troika- ha insistido en trasladar el costo del ajuste a los integrantes más débiles de su “comunidad”. No solo el ajuste debía ser duro, sino la estigmatización debía dejar claro de qué se hablaba: los “cerdos”, por sus siglas en inglés, Portugal, Irlanda, Gracia y España (PIGS) fueron la carne de cañón del ajuste. Salvavidas a las entidades financieras detonantes de la crisis (salvatajes directos, pero también reducción de las tasas de interés para inundar el mercado de euros) y lastre de ajuste social para el pueblo europeo, así se puede resumir la lógica. Esa propia lógica de ajuste es la que favoreció el escenario de protestas en el que emerge Syriza en Grecia, llegando al gobierno con su discurso contra los recortes.
Las negociaciones han sido tensas desde que se formara la coalición de gobierno. Tras tres meses de tirantez, en los que Syriza acabó reclamado fondos a los municipios y el capital ha mostrado su “apoyo”, retirándose masivamente del sistema financiero griego. Parte de los nuevos fondos que la Troika promete son para reponer lo fugado, salvando así a los bancos de caer en su propio juego. Pero la salida de capital ha incrementado el problema de recesión, erosionando el superávit fiscal primario. El flamante gobierno, asumen los analistas, ya no cuenta con la amenaza de no pagar intereses y usar esos fondos para pagar pensiones y salarios, como ha dicho hasta el hartazgo el ministro de Finanzas, Yanis Varufakis. Un documento filtrado del Fondo Monetario Internacional (FMI) da cuenta de que el organismo apuesta al desgaste y, en última instancia, forzar a Grecia a una bancarrota al estilo de lo que ocurriera en Detroit.
El partido de Alexis Tsipras, mientras tanto, negocia, hace compromisos con la Troika, pero no garantiza los pagos, y mantiene la amenaza de salida de la Zona Euro (llamada “Grexit”). En un ensayo políticamente tenso de teoría de juegos, esta carta de cesación de pagos y salida del euro, señalan, permitiría contar con recursos fiscales y al mismo tiempo recuperar la política monetaria y cambiaria.
Para los argentinos y las argentinas que recordamos la situación de 2001 y 2002 sabemos que esta reivindicación de soberanía no es gratuita. El FMI también sabe que esto significaría más ajuste y austeridad, y por eso sostiene sus presiones para arreglar en sus términos.
La semana última Grecia usó sus recursos (Derechos Especiales de Giro) para pagarle al FMI. 750 millones de euros giraron sobre sí mismos dentro del organismo, para pagarse en su propia ruleta, graficando con palmaria claridad la lógica financiera que propone. Pero esto no será suficiente para agosto, cuando tiene que pagar 23.600 millones de euros más. De hecho, anunció el último domingo que no pagará los 1.600 millones de euros que le correspondían a inicios de junio. Es decir, lo que ha hecho es comprar tiempo, sin resolver el problema.
Un ala de Syriza ha reclamado públicamente por la ruptura de las negociaciones. Así se expresó el ministro de Reconstrucción Productiva, Panayotis Lafazanis, junto a otros tres miembros de la dirección del partido, y otros dos de su comité central. Estas declaraciones funcionan como amenaza política mientras se negocia y estudian alternativas. Es que los tratos no se restringen a la Troika: ante la posibilidad de que ésta no ceda, Grecia ha estado negociando acuerdos con las potencias orientales, Rusia y China. Los desafíos mutuos de la Unión Europea (UE) con el gobierno de Vladimir Putin han sido constantes en los últimos años –como prueba Ucrania-. Grecia comparte lazos culturales fuertes con Rusia, y tiene más herramientas de negociación que su antecesor en las tratativas, la isla de Chipre. De salirse del euro, Grecia no estaría sola, como los representantes de la Troika –y no pocos analistas “progresistas”- pretenden.
A esta alternativa geopolítica, se suma además otra jurídica de interés sustancial para Argentina. Se trata de la auditoria de la deuda que el Parlamento está llevando a cabo. Una comisión de 30 integrantes, la mitad de ellos expertos extranjeros, está analizando la deuda griega, y como ya ha adelantado la joven vocera parlamentaria Zoe Konstantopoulou, han dado con indicios de ilegalidad e ilegitimidad, lo cual permitiría hablar de deuda odiosa. Actos de corrupción, interferencias de empresas ligadas a la industria armamentística, autoridades no autorizadas para tomar deuda son algunos de los problemas detectados. El presidente de la comisión es el famoso portavoz del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, Eric Toussaint. A diferencia de la comisión argentina, Grecia detuvo los pagos y puso autoridades reconocidas en la materia a investigar. Incluso más, Grecia ya ha reclamado a Alemania por reparaciones de guerra, cuyo no pago fue clave para la recuperación alemana de post-guerra.
El gobierno de Syriza mantiene en vilo Europa con sus negociaciones que, por el momento, no tienen un final claro. Si la Troika los doblega, será un nuevo éxito en la trayectoria de soluciones neoliberales al problema causado por el neoliberalismo. Además, será un nuevo estallido social en Grecia, que difícilmente el gobierno pueda sobrevivir. Que Grecia declare el default no sería nada demasiado nuevo o terrible respecto de su situación actual; pero una salida del euro sí sería un fuerte golpe. Más si esto significa un acercamiento a Rusia, que saldría fortalecida sin mayores costos. La auditoria de la deuda, finalmente, representa el antecedente quizás más valioso de lo que está ocurriendo, emulando la experiencia de Ecuador.