El primer superclásico femenino en la era profesional terminó con una goleada histórica de Boca Juniors. La figura, Fanny Rodríguez, con reciente pasado riverplatense. Una tarde donde ganaron la pelota, el fútbol y las pibas.
Por Iván Barrera, Nadia Fink y Juan Stanisci / Foto por Charo Larisgoitia
“Ahora que estamos juntas”. “Ahora que sí nos ven”. Mientras las jugadoras de Boca salían del túnel, los carteles decían lo que se pensaba en las canchas y detrás de las pantallas.
El primer Superclásico de la era del fútbol profesional femenino estaba por iniciarse. Y, además, en la primera fecha. Recordemos, se trata de más de 180 jugadoras contrato, que perciben un salario y gozan de todos los derechos que cualquier trabajo formal conlleva. Ese primer contrato profesional fue una lucha de años, conseguida colectivamente, pero que tuvo un punto alto cuando Macarena Sánchez denunció a la AFA y fue amenazada de muerte. Ayer, también, Maca volvió al gol dos veces con su nuevo equipo, San Lorenzo de Almagro.
A pesar de que la idea original era que los partidos fueran en la previa de los de la Superliga del fútbol masculino (al modo de la Reserva en tiempos pasados, para darle más impulso y visibilidad), una vez más cambiaron las reglas del juego. En un horario incómodo para cualquier persona laburante, a las 15 horas del martes, se jugó el primer mentado Boca-River en La Bombonera. Originalmente el partido se iba a disputar en el predio Pedro Pompilio, pero debido a la alta demanda de entradas la dirigencia decidió mudarlo al Alberto J. Armando.
El público es variado pero las pibas ganan en las tribunas. “Y dale y dale y dale, Boca, dale”, el tradicional canto que baja de las bandejas de la Bombonera cada vez que Boca hace un gol, ahora es dirigido también por muchas manos, y una buena cantidad de ellas tienen pañuelos verdes atadas a las muñecas. También hay socios, banderas que dicen “Jugador Nº 12” y que hacen pensar cuánto viene a discutirle a las tribunas este fútbol jugado por mujeres, por jugadoras.
El partido se presentaba como una gran incógnita. El último campeonato de la era amateur brindó una victoria por lado, pero lo que pasó en el medio fue mucho para tan poco tiempo: entre el Mundial, los Panamericanos y la pretemporada, 22 jugadoras firmaron su contrato con la institución xeneize, 18 lo hicieron para el club de Nuñez, algunas jugadoras volvieron a vestir los colores que las vieron brillar, otras firmaron para el rival y otras migraron al fútbol europeo.
El viento que todo empuja
Pero las dudas se terminan cuando la pelota se hace andar “sobre el verde césped de su única verdad”, al decir de Panzeri, y los primeros minutos devolvieron a las tribunas y a la tele lo que cualquier amante del fútbol quiere ver: dos equipos que no pierden tiempo en medirse y pisan reiteradas veces el área rival. Sin embargo, Las Gladiadoras no tardaron en adueñarse del balón y pronto ya empezó a palpitarse la tarde xeneize. La posesión de la pelota y el pase abierto rendían sus frutos. Lentamente, la arquera riverplatense, Florencia Chiribelo, comenzó a hacerse figura, volando de palo a palo ante cada remate de media distancia. Pero a los 41 se quebró el partido. Luego de una jugada preparada, Florencia Quiñones conectó un cabezazo formidable para romper el cero. Las y los 4000 hinchas estallaron en un solo grito, dejaron atrás los nervios y se animaban a ilusionarse. Por fin se destrababa un cero que, a esa altura, parecía injusto.
Cuatro minutos después, el partido daría otro vuelco: Yamila Rodriguez, delantera que sabe representar la celeste y blanca y llenar los arcos con la azul y oro, salió de la cancha en camilla. En su lugar, entró Fanny Rodriguez, jugadora que hasta la temporada pasada había vestido la camiseta del eterno rival. Y ese ingreso sería un estigma.
El segundo tiempo empieza su curso.“Lazatti, Rattín, Roma, Randazzo, Peucelle, Mouzo”. Dos señores en la platea charlan sobre viejas glorias del club de la Ribera. De tanto en tanto, se calientan con los “ole” que bajan de la tribuna cuando las pibas tocan y tocan entre las defensoras y la arquera. No lo disfrutan, le piden al equipo que vaya para adelante, que haga otro gol.
Unos pasos más atrás también se escucha: “Mirá, mamá, están jugando las pibas”. Una niña le muestra el partido por videollamada a la madre. No tiene más de siete años. Baila cuando las canciones mueven a la gente. Sufre con alguno de los ataques de River. Seguramente, ya estará pensando en el día en que pueda debutar en la Bombonera o en seguir al equipo a todos lados, porque se siente parte.
En el campo de juego, mientras, hubo un equipo protagónico. Lejos de salir a especular, Boca buscó definir el partido desde el minuto cero. Y llegó pronto: a los 12 minutos, Quiñones volvió a conectar de cabeza, pero esta vez para servirle el gol a Fanny, que solo tuvo que darle un pase a la red. La tribuna estalló otra vez, los señores dejaron de protestar y la niña gritó y saltó y agitó el teléfono mientras su madre perdía la imagen.
A partir de ese momento, Boca se dedicó a controlar la pelota y a hacer lo que mejor sabe: jugar al fútbol, en un equipo que se muestra sólido y con grandes chances de seguir creciendo a medida que el campeonato avance. La defensa mantuvo la posesión del balón en su campo, con paciencia y sin inmutarse por la exigencia de la platea porque vayan para adelante. Subir en bloque parece ser la clave y en dos pases la pelota llegó a los pies de Fanny Rodríguez, que enganchó y cayó en el área. El reloj marca 24 minutos cuando la histórica Fabiana Vallejos mete el 3 a 0 desde los doce pasos. El resto, fue un carnaval xeneize: a los 36 y a los 44, Fanny aumentó el marcador y convirtió su primer hattrick con la azul y oro, tal como lo había advertido en la previa.
El partido terminó y la tribuna era pura fiesta. Fiesta de las buenas. Las jugadoras celebran la victoria con mayor diferencia del Superclásico femenino. Fanny recibe la distinción a la mejor jugadora, sonríe y abre los brazos. La alegría es toda local, pero aún queda mucho. Y entonces, borrón y cuenta nueva para el de Núñez que todavía tiene todo un campeonato por delante. Un Superclásico jugado en la Argentina con mucho de fútbol y nada de ruidos externos y violencias. La pelota ganó, las pibas también.