Por Marcelo Yaquet. El 16 de septiembre de 1955 fue derrocado el General Perón, se clausuró el Congreso de la Nación y se depuso a la máxima autoridad de justicia: la Corte suprema. La autodenominada “Revolución Libertadora” se proponía liberar al pueblo de la opresión de Perón.
El General de división Eduardo Leonardi se autodenominó Presidente de la Nación, asumiendo el cargo una semana después del golpe cívico-militar. Luego fue sustituido – el 13 de noviembre del mismo año – por el Teniente Pedro Eugenio Aramburú. Ambos líderes de la sublevación antiperonista.
La contrarrevolución estaba en marcha. El odio de clase acometía hacer desaparecer al peronismo de la escena nacional. Borrarlo de la memoria histórica, polvorizar sus intenciones de nación justa, libre y soberana.
El imperialismo británico estaba en plena decadencia. Lo cual no implicaba debilidad. El enemigo externo acechaba, con ansias de venganzas, al proceso nacional que desato el 17 de octubre de 1945. Proceso que se llevo puesto intereses económicos del imperio ingles. En el exilio, en uno de sus tantos artículos, el Gral. Perón escribía: “Nacionalizamos, comprando y pagándoles, los transportes, puertos, teléfonos, silos y elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el Banco Central, creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del mundo, y dimos al país transportes aéreos. Industrializamos la Nación facilitando la instalación de industrias pesadas. Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y automotores. Así logramos la independencia económica, arrojando por tercera vez al invasor británico”.
Las minorías oligárquicas y la burguesía hacían (y hacen) causa común con el imperio. En nuestra historia, este sector social interno siempre estuvo atado a los intereses extranjeros. Su razón de clase la llevo hacer asquerosamente cipayo y a odiar al peronismo, como movimiento de masas de liberación nacional y social. El imperialismo británico, la oligarquía y la burguesía fueron la dirección del frente antiperonista, que mucho antes del ’55, empezó a trabajar el golpe de la contrarevolución.
La constitución del ’49 y a posterior el murmullo de la candidatura de Eva Duarte a la vicepresidencia de la Nación, dinamizo la reacción dentro de las fuerzas armadas y a la oposición de derecha conservadora y de izquierda liberal.
Evita renuncia en el Cabildo Abierto del 22 de agosto de 1951, y a pesar de semejante demostración, los enemigos de la clase trabajadora y del pueblo todo, se preparaban para derrocar a Perón. Unos meses antes, mayo del ’51, se desbarata la intención del secuestro de Perón y convocatoria a una constituyente para restablecer la Constitución de 1853. Desde este primer intento hasta el golpe, existieron diferentes levantamientos y planes desestabilizadores contra el gobierno popular del General Perón, que fueron abortados. Pero que degastaban y herían a la revolución peronista, a pesar del triunfo electoral aplastante del 11 de noviembre de 1951. Donde votan por primera vez las mujeres; aventajando 30 puntos a la UCR de Balbín que obtuvo el 32% de los votos.
La muerte de Evita (26 de julio del ’52), regocijó a la oligarquía nativa y al conjunto del frente antiperonista. Expresada cabalmente en ¡Viva el Cáncer! Mientras la clase trabajadora y los descamisados de la patria, presumían tiempos difíciles.
Día a día se tensaba la relación entre el Gobierno de Perón, la Iglesia y el movimiento estudiantil. El 11 de junio la Iglesia convoco a una concentración Corpus Christi reuniendo a más de 300.000 personas, provocando así un despliegue de masa antiperonista inimaginable. El cual acelero la decisión tomada de bombardear Plaza de Mayo.
El Capitán de Fragata Jorge Alfredo Bassi, era conocedor de la planificación del ataque sorpresa de la Armada Japonesa a la base naval de EEUU en Pearl Harbor (1941). Así se imagino el ataque a la Casa Rosada, para deshacerse de Perón. La idea la compro el otro Capitán de Fragata Francisco Manrique. El 16 de junio se llevo adelante una acción terrorista, el ataque fue un infierno de 5 horas a una población indefensa, alrededor de 400 muertos, centenares de heridos y mutilados. La intención no era matar a Perón, sino desperonizar a las mayorías populares, marcar la cancha a sangre y fuego a los sectores populares sobre lo que no se debe hacer, y preparar el terreno para desandar los profundos avances de la revolución nacional y social del peronismo. La suerte del gobierno del Gral. Perón y del movimiento peronista, ya estaba sentenciada.
La contrarrevolución gobernó por dos años, en contra de las mayorías populares y de los intereses nacionales: derogo la Constitución del ’49, prohibición del uso de símbolos patrios, intervino la CGT, encarcelo a numerosos dirigentes peronistas, fusilo a los patriotas, peronista del levantamiento popular del Gral. Valle. Hasta prohibió por decreto la utilización del nombre de Perón, Evita, su movimiento y la marcha peronista; y puso la economía al servicio al servicio del capital extranjero.
Sin Evita se esfumo nuestra razón de clase. Las milicias populares propuesta por Eva para defender al Gobierno de la antipatria, era la vanguardia obrera para enfrentar-combatir al frente antiperonista cívico-militar.
Las oligarquías, los imperialismos, la clase poderosa, las corporaciones económicas nunca fueron, ni serán convencidos de dejar de ganar menos, de respetar la decisión de las mayorías populares, de dejarse arrebatar sus privilegios mezquinos. Tienen conciencia y odio de clase.
Nuestra historia así lo demuestra.