Por Julieta Dorin, Juan Salvador Bordas, Marine Morandeau, Mariano Bruno y Analía Cid
El 8 de marzo, además de ser en todo el mundo el día de las mujeres trabajadoras, en 50 países las feminidades oprimidas llevarán adelante el primer Paro Internacional de Mujeres. Pero ¿quiénes somos?, ¿qué hacemos?, ¿cuáles son nuestras luchas?, ¿por qué paramos? Un trabajo de la sección “Fotografía” de Marcha.
Gabriela es trabajadora social del Patronato de Liberados de la provincia de Buenos Aires, un instituto criminológico que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires. “No están muy claras las funciones en el Patronato porque históricamente los/as trabajadores/as sociales nos hemos negado a realizar prácticas de control”, cuenta. En el Patronato la mayoría de los y las trabajadoras sociales son mujeres, y paradójicamente reciben una población que en su 90% son varones. El abordaje es diverso, depende tanto de la profesional como de quien esté a cargo de la delegación; lejos de la lógica positivista e individualista, asisten a las personas que estuvieron privadas de su libertad.
“Estamos expuestas a situaciones de mucho riesgo, no sólo por la población a la cual atendemos sino porque esa población está en contacto con un montón de “mafias”; son la carne del asador de un montón de otras cuestiones que se vinculan al delito, porque el delito no es sólo los que están presos sino las redes que sostienen eso y que están vinculadas al Estado, a las empresas, a sectores muy poderosos, que son con los que nosotras no trabajamos.” afirma Gabriela.
Las mujeres del Patronato se organizan para acompañarse en algo que el poder judicial garantiza impunidad; cuando hay una situación de violencia contra una trabajadora se informa al poder judicial y el poder judicial no toma ninguna medida. “Está muy mal tomada la cuestión desde los juzgados. Pero en esa disputa estamos y la situación laboral está más jodida ahora, porque ha habido muchos despidos en la provincia, muchos programas se han cerrado. Las mujeres dentro de los espacios, somos las que en muchos sentidos llevamos una voz más crítica. Los espacios de género han crecido y también la respuesta machista frente a esto.” Gabriela hace referencia a la ausencia del Estado frente a la contraofensiva machista que parece enraizarse. “Tenemos que parar por todo.”
Mañana Gabriela va a estar en el barrio, por la mañana realizará una actividad con las mujeres que estén cerca, y después marchará junto a sus compañeras, en la Campaña contra las Violencias hacia las Mujeres. “La expresión máxima de la precarización laboral y del machismo, en el Patronato de Liberados, es el asesinato de Laura. En ese sentido, con esa consigna, por toda la verdad y toda la justicia, vamos a marchar el 8 siendo parte de un montón de otros reclamos y otros pedidos, de un montón de otras mujeres que han sido víctimas de las violencias machistas desde diferentes ámbitos”, dice.
María Florencia Naudy es profesora y licenciada en periodismo. Tiene 48 años y comenzó en la docencia en 1999, porque le incomodaba ver como se estaba matando al periodismo desde los medios hegemónicos. Fue despedida de una universidad por, justamente, afiliarse al sindicato. Y a partir de ahí comenzó una militancia gremial que no tenía prevista, y al año de estar afiliada se convertió en delegada.
“Es un terreno duro porque peleamos con grandes empresas monopólicas de la educación, que son machistas y dirigidas por hombres en su mayoría”, reflexiona, “recién en las terceras líneas podés llegar a encontrar más mujeres. Pero nada es casual si vemos el gabinete de ministros de la nación donde todos son CEOS de empresas y efectivamente, hombres”.
Como mujer y docente María Florencia adhiere a los tres paros de marzo. Paro nacional docente bajo la consigna de apertura de paritarias nacionales; salario digno en todos los sectores y basta de despidos y precarización laboral; y el 8, no más pérdida de derechos, reivindicación de lucha. “Las mujeres tenemos que visibilizar nuestra problemática y avanzar en mejorar nuestras condiciones en todos los niveles. Sobre todo como trabajadoras”, dice, “no podemos dejar de visibilizar los derechos que aunque nos quieran quitar, tenemos. Eso significa el 8 de marzo para nosotras”.
Itati trabaja desde muy joven, cuidando ancianos primero y en una clínica de recuperación integral después. Cuando la despidieron, comenzó a dar clases particulares. “Fue un manotazo de ahogada, pero estaba criando sola a mi hijo”, dice. Participa de la “Feria Desvío a la Raíz”, una organización de productores y productoras sin agrotóxicos. “Cuándo el cáncer te toca cerca, te planteas no comer tanta basura”, cuenta. De consumidora pasó a colaborar con los repartos, a instalar un puesto propio y, finalmente, a producir alimentos orgánicos. Junto a su pareja, Jorge, elaboran dulces y conservas, plantines, tomillo, entre otros.
“El problema es la tierra”, dice Itatí, “para sembrar algo, le ganamos centimetro a centimetro a los canteros y al patio”. Está tratando de mantener una huerta orgánica urbana, aunque se entusiasma con “conseguir algún campo algún día”. Va de dos a tres veces a la semana a Desvío Arijón a colaborar con las 15 familias rurales del proyecto. Ella, como muchas otras mujeres, comenzó a movilizarse desde el primer “ni una menos”, porque “mi familia es muy patriarcal y teniendo un hijo varón preadolescente, tengo que dejarle otra enseñanza. Es lo más importante”.
Lucia trabaja en el ferrocarril hace aproximadamente dos años y medio. En la actualidad el ferrocarril cuenta con 300 trabajadoras; incorporaciones que fueron producto de una lucha incansable de grupos de mujeres que no se dieron por vencídas ante una jefatura que, aun hoy, mantiene la idea de que el ferrocarril es territorio exclusivo del macho argentino. Muchas mujeres se han capacitado en diferentes áreas pertenecientes a la labor ferroviaria pero apenas desde 2014 (7 años después de que un grupo de mujeres comenzaba a alzar la voz), comenzaron a oficializarse los puestos de trabajo.
“Nos falta ser conductoras pero las únicas compañeras que pudieron acceder a anotarse nunca las llamaron”, cuenta Estella, compañera de Lucía, e integrante de la Comisión Ejecutiva de la Seccional Oeste de la Unión Ferroviaria. Desde 2007 las mujeres se organizan en el mundo ferroviario para ganar espacios como por ejemplo de guardas, banderilleras, personal de señalización.
La creación de la Comisión de mujeres “Mujer bonita es la que lucha” marca un punto de inflexión en la historia de la línea. Originalmente unas diez mujeres –entre las que se encuentran Mónica Acevedo y Mónica Schlotthauer-, se unieron para erradicar la discriminación comenzando por abolir los cercos patriarcales de una trabajo y un salario desigual. Los triunfos recientes vinculados a la posibilidad de las mujeres de ser banderilleras o incluso guardas se materializan a cuentagotas. Aun hoy atraviesan extremas discriminaciones que se manifiestan en situaciones tan elementales como aquellas que les impiden tener acceso a un baño o un vestuario propio.
Lucía y Estella hacen referencia a situaciones problematicas preexistentes y, aunque muchas se vean notoriamente agravadas por el hecho de que ser mujeres, hacen referencia a cómo la problemática de género se disuelve cuando quien lo dice es quien discrimina a sus propias compañeras y hacen hincapié en como el discurso de “la inseguridad” culmina en un recurso para recortar el derecho al acceso a un mejor salario. “Dado el vaciamiento que está sufriendo el ferrocarril desde los últimos años, emergen un monton de situaciones en que los edificios terminan siendo abandonados; se nos ocurrió proponerle tanto a la empresa como al Congreso Nacional de las mujeres convertir, por lo menos uno de ellos, en un refugio para mujeres que son victimas de algún tipo de violencia machista. Decidimos llamarla ‘’La casa que Abraza’’. Aun seguimos peleando para adquirir los subsidios y que eso efectivamente funcione. No vamos a poder atender a todas las mujeres del oeste como nos gustaría, pero podemos empezar por nuestras compañeras, las familias de los compañeros…”.
El viernes pasado 130 mujeres de la línea asistieron a una asamblea donde decidieron que el 8 pararán todas sus actividades de 12 a 15 horas, para luego concentrar en la jefatura y así demostrarles a quienes consideran que las mujeres no tienen lugar en el ferrocarril que todas ellas llegaron para quedarse. “Todas somos víctimas del patriarcado, es importante reconocernos como mujeres, nuestras compañeras son iguales a nosotras, mas allá de los colores, todas sufrimos discriminación en la familia, en la calle y en el trabajo”, dice Lucía. Nos sobran los motivos para parar el 8.