Por Leandro Frígoli
Tratado del Movimiento, de Mariana Docampo ofrece un análisis sobre la multiplicidad de lenguaje, a partir de la observación de binomios que llevan a explorar otra dimensión del ser.
El libro Tratado del Movimiento, de Mariana Docampo, es un trabajo sobre la multiplicidad de los lenguajes que habitan en las personas. Todo empieza en la observación de un binomio; por ejemplo, danza sin música, aleteo de pájaros sin sonido; donde los lenguajes son movimientos/silencios que permiten acceder a otra dimensión del ser.
Me acerqué a la literatura actual de la Argentina en virtud de una reflexión de Horacio Lafat, actor de Azul, que me dijo “¿Cuándo vas a dejar de leer los clásicos para empezar a leer los contemporáneos?” y agregó: “En los clásicos hay un mundo que no es el tuyo, tu mundo está en esta actualidad”. Sin más, me compré Tratado del Movimiento y me devoré cada detalle, cada micro-relato, cada definición, cada sitio de internet que aparece en la novela que establece una configuración de uno con el concepto de Jesús Martin Barbero: la plasticidad neuronal, diferente en esta segunda modernidad tardía. En síntesis, con cada argumento que propone y con cada imagen que describe, interpela el sentido ínfimo del ser.
Como James Joyce lo hizo en su monólogo interior, donde demostró que el lenguaje es un mundo desconocido, inacabable, intangible, inabordable para nosotros y de la forma en que Dulce María Loynaz cultivó el amor como emoción en su palabra poética, Mariana Docampo interpreta que existen diferentes dimensiones que tienen diversos lenguajes. En el final del capítulo uno, explica: “La opción es, como dije, decodificar lenguajes existentes en el mundo material e inmaterial, desarticular los códigos para ingresar en otras dimensiones y realizar de esta manera el ascenso de plano”.
No sólo se posiciona en una mirada sobre el ser y la capacidad de éste de crear diferentes lenguajes que se evidencian en la experiencia física y metafísica, sino que está convencida que hay que salirse de lo humano para atravesar un proceso de aprendizaje sobre la existencia donde “Muerte y vida forman parte de la existencia”. Desde esta consigna, constituye e identifica los lenguajes que nos habitan, que incorporamos —mientras Nietzsche nos sonríe— porque en los sentires/decires existen desvelos entre las sombras, es decir, aquellas dimensiones que desconocemos están pobladas de lenguajes. En este sentido, Walter González Penelas, aclara: “El cosmos todo es inocencia creadora, búsqueda sin pregunta, poética del infinito en perpetua intención hacia una imagen que fluye con él como la radiosa sombra de su poderío creador.”
Por consiguiente, se leen destellos de reflexiones sobre la belleza, la muerte, la vida, la existencia y su relación con los dioses que se exploran desde la diversidad de lenguajes, de estados de condición del ser y sus movimientos, tanto en lo metafísico como lo físico. En estos sentires/ pensares aparecen caracterizaciones más que definiciones. Por ejemplo, en relación a los dioses y la existencia, indica: “Que quede claro los dioses Alfa – Sigma surgen como consecuencia de la ambición de los seres humanos en otras épocas (léase: “son su propio producto”) por ascender de estado de existencia, o lograr una Divinización”.
En relación a la belleza sostiene que es “producto de la resignación humana frente a lo incognoscible.” O en cuanto a la muerte “no constituye un ascenso de plano de existencia sino una variación de subreal”. De la materia considera que “conduce a su propia disolución”. Éste catálogo de conceptos son reflexiones puestas en territorios actuales, donde el lenguaje es una multiplicidad de sentidos que propicia otro tipo de sensibilidades en la constitución de los seres humanos.
Estos territorios de la segunda modernidad se basan en temáticas de la antigüedad literaria y filosófica. Entonces, ¿dónde está la novedad de este Tratado del Movimiento? En primer orden, en la elección de la caracterización del lenguaje que hace en la historia y las herramientas que utiliza; existe una coherencia interna entre lo antiguo y lo novedoso. Es decir, existen diferentes “multiversos” con multiplicidades de lenguajes donde la escritora utiliza un sinfín de herramientas como microrealtos, reflexiones, links de internet, notas, visiones y comentarios, para hacer visible la diversidad en el lenguaje y sus soportes. Lo segundo es interpretar la realidad en contexto, la misma que contiene nuestras nuevas visiones y definiciones de esta generación.
La existencia, en la actualidad atraviesa complejidades y diversidad de sentidos y criterios, y este libro utiliza como eje esa complejidad para definir los lenguajes que nos atraviesan, lo que comprendemos y lo que no podemos reflexionar cognitivamente, lo que responde al ámbito de lo sutil y el sentir.
De lectura atractiva por la diversidad de tópicos y géneros utilizados en la novela corta, este libro es una obra que cuadra con sentidos literarios, ya que hay huellas identitarias de Joyce y Nietzsche, por ejemplo, y características ligadas a la literatura universal desde una óptica innovadora, creativa, lúcida y llamativa. Es una apuesta a nuevas formas de sentir y pensar la literatura en contextos de multiversos donde existen espacios/tiempos que los seres vivos transitamos en mundos paralelos con lenguajes alternativos.
Finaliza con visiones porque es una expectativa, una interpelación a pensar la literatura diferente. Esto es un tratado porque intenta explicar los mundos que nos atraviesan en el movimiento de los seres que nos rodean, con quienes experimentamos momentos llenos de sentido, imaginación y dolor.
Este libro es un rescate de lo olvidado, de lo perdido, de lo ínfimo, de lo útil, lo bello con el objeto de sentir/pensar como parte de la experiencia, en una multiplicidad de lenguajes en pleno movimiento y libres de estructuras, lleno de sentidos en uno y los múltiples universos y seres que lo habitan.
Al tratarse de una temática no muy común, quizá el libro genere en el lector cierto “cansancio”, pero la realidad es que en cada lectura predomina la sensación de asombro, algo así como un destello en donde refugiar la vida.