Siempre guardavidas, la nueva obra del actor y titiritero Sergio Mercurio aborda el vínculo de dos viejos amigos y la urgencia de sostener la memoria y los recuerdos.
Por Jésica Farias y Nadia Fink/ Fotos, prensa de la obra
Siempre guardavidas es una obra de teatro que te abraza, que trae otra mirada sobre las vejeces en tiempos de jubilaciones magras, gases y palazos; y también sobre las masculinidades: los protagonistas son Juanito, un guardavidas retirado que tiene alzhéimer, y su amigo Juárez. Se conocieron en el mar y ahora, muuuchas décadas después, intentan que la enfermedad no se coma los recuerdos, así como las olas a la playa.
Sergio Mercurio es el famoso “Titiritero de Banfield”, que partió del conurbano bonaerense, con sus grandes personajes de espuma, y se fue a recorrer el mundo. Allí fue cambiando su técnica, sumando aprendizajes y ganando premios, para volver con su arte renovado al Chacarerean teatro, en la ciudad de Buenos Aires.
Y en esta obra, lo desplega: actúa en escena, como Juárez, y maneja a Juanito, ese títere de goma espuma de tamaño real, que no difiere en nada a su amigo. La potencia de su voz, la precisión de sus movimientos, los gestos de viejo cansado a veces, de pícaro otras, hacen de Juanito un personaje querible y perdurable.
Dos tipos grandes, con las voces ásperas y los cuerpos cansados, pero en movimiento, comparten historias y cuidados. Y eso sorprende: ¿cuántas veces aparecen dos viejos acompañándose con ternura en escena? Con cariño, vuelven a andar por esos caminos que los llevaron hasta donde se encuentran hoy, al ritmo del 2×4. De ahí surge la pregunta, tan simple como profunda: ¿Qué harías cuando el amigo de toda tu vida comienza a perder la memoria?

Haciendo despliegue de las múltiples facetas, el también cineasta (no olvidemos su documental sobre Garrafa Sánchez, “El Garrafa, una película de fulbo”) se da el gusto de llevar a escena una técnica en vivo: la de dibujar con yerba en una mesa con la imagen proyectada, como si la arena y el mate, la pava y el agua salada fueran amuletos para preservar un pasado que se desdibuja. ¿Sólo para los viejos de esta historia o el temor va más allá y pide resistencia al olvido de nuestra propia historia?
Como en su anterior obra, Viejos, Mercurio recurre a esa etapa de la vida para hablar de lo cercano y lo unicersal. Consultado en una entrevista, el actor contó: “Mi infancia estuvo muy marcada por la presencia de gente vieja. Siempre me siento muy cómodo dialogando con gente mayor. Cuando estoy con ellos creo estar con alguien extraordinario”.
Y para hacer común lo extraordinario, en escena también acompañan Laura Pagés y Amanda Mercurio, mientras que Violeta Mercurio se ocupa de la luz y del sonido.
Una obra para reencontrarse con nuestros viejos queridos. Una bocanada de aire salado y fresco que nos sacude los pelos y los ojos fijos en las pantallas para acercarnos a las palabras dichas entre un mate y una conversación amiga.

La obra puede verse en el Chacarerean teatro, Nicaragua 5565, los martes 3 y 10 de junio.