Por Mónica Molina* desde Santa Rosa. Una pregunta retórica, una respuesta que se espera de quien la formula: Víctor Purreta. Una vez más el imputado y victimario de Andrea López, en su última palabra previa a la sentencia, ratificó su postura de preguntar dónde está en la línea de su coartada de que Andrea está viva en una red de trata.
La jornada de los alegados era aguardada con expectativas por la familia, las agrupaciones de defensa de los derechos de las mujeres y la prensa. En la audiencia donde las partes expusieron los alegados, el fiscal Jorge Amado pidió 18 años por homicidio simple con dolo eventual y con la unificación de una condena previa por proxenetismo llegaría a 25 años. Con una pobre exposición el fiscal argumentó la condena solicitada haciendo base la violencia de género expresada en los distintos testimonios y, fundamentalmente lo expresado por el hijo de Andrea López en cámara gesell. La querella pidió el cambio de carátula a homicidio con alevosía y cadena perpetua, por el contrario la defensa pidió la absolución.
Así, los testimonios de Julia Ferreyra (madre de Andrea), Susana López (abuela), Marta Ulrich, María Luz Di Caro, mujer prostituida en un cabaret que Purreta y su socio Moran tenían en Pehuajó, Analía Gómez (ex de Purreta, también prostituida y víctima de violencia), Carlos Chicco, comisario que tuvo a su cargo como jefe de la Brigada de Investigaciones la mayor parte de la investigación y allanamientos fueron los considerados por el fiscal Amado para argumentar la condena que mantuvo en el tipo penal de homicidio simple con dolo eventual, sumado el de la condición de boxeador profesional, un dato relevante puesto que sabía donde pegar, “con precisión quirúrgica” dijo el testigo Alberto Bravo exaltando las virtudes de boxeador del victimario de Andrea.
Omar Gebruers, abogado querellante expuso casi dos horas detalladamente los aspectos relevantes surgido de cada uno de los testimonios brindados por testigos, claramente hizo hincapié en la vida que Andrea López desde que conoció a Víctor Purreta, que duró unos diez años. La joven, que había sido operaria de Calzar, que cursaba el secundario nocturno fue obligada a dejar todo al comenzar su noviazgo con Purreta. A partir de allí, su vida conoció todo tipo de vejación, de violencia sistemática, de explotación sexual, de aislamiento de sus vínculos familiares. Situación que transformó a la joven en una mujer subordinada, despojada de sus posibilidades de autonomía, con un ascendente deterioro físico y psicológico respecto de poder frenar la manipulación de su victimario, descripto por los cuatro profesionales en psicología que pasaron por el juicio como poseedor de rasgos psicopáticos.
La querella valoró la declaración del hijo de la pareja, que a los 11 años pudo expresar lo que vio en la noche del 9 y madrugada del 10 de febrero de 2004. Sus dichos fueron sustanciales para que el juez de Instrucción, Daniel Rally imputara a Víctor Purreta con la figura de homicidio simple. A su vez, para Gebruers esta declaración en cámara Gesell es en la que se funda la prueba principal para condenar al ex boxeador. La información allí vertida es la que el niño a lo largo de estos diez años ha sostenido y constituyen los datos nucleares. El niño vio como su padre golpeaba a su mamá con los puños, con patadas y con un rebenque, que la levanta del cuello, que ella no reacciona, ve que a su mamá le sale sangre por la boca, Purreta la lleva al baño y la pone bajo la ducha para lavarla y, luego la acuesta sobre la cama. El victimario lleva un colchón a la cocina donde acuesta al niño que al despertarse en la mañana del 10 de febrero ya no encuentra a su mamá. Imágenes, que desde sus cuatro años, el niño pudo ponerle palabras en el ámbito judicial.
Esta narración fue escuchada por varios testigos antes de pasar el niño por la cámara Gesell, hasta llegó a decirle a su abuela, al mirar una escena de un funeral en una novela, porque a su mamá no la habían puesto en un cajón, información que su abuela Julia siempre contó como un dato que perturbaba al niño. De allí que su declaración sea la prueba más contundente para la querella. En el alegato se describió todo el movimiento que Purreta habría realizado para hacer desaparecer el cuerpo de Andrea, que aún sigue sin aparecer, aunque el imputado se pregunte “¿y Andrea dónde está?”, y solo él tiene la respuesta, porque otros dos testigos que podrían ser claves para este juicio están fallecidos. Morán, ex socio de Purreta apareció ahorcado en el prostíbulo de Pehajó y Pinto en un accidente.
Este último es el argumento en el que se basa la defensa, que antes había pedido la nulidad por entender que está viciada en los aspectos procesales. Gastón Gómez defensor de Víctor Purreta sostuvo su alegato en la nulidad de la cámara Gesell, el pedido ya había sido desestimado por el Tribunal integrado por Alejandra Ongaro, Elvira Rossetti y Miguel Angel Gavazza, no obstante volvió a insistir argumentando que en el momento de realizarse no había abogado defensor, cuestionaron la presencia en el lugar de la terapeuta del niño, que a pedido de este estuvo asistido por Teresa Gatti. Pero, el principal argumento es que al no encontrarse el cuerpo este juicio no puede ofrecer resultados, es decir que no se puede condenar si no hay cadáver.
En sus últimas palabras Víctor Purreta hace la pregunta de la que toda la sociedad espera una respuesta “¿y Andrea dónde está?”. En ningún momento deslizó que era inocente, que él no había dado muerte a Andrea, sino que preguntó dónde está, respuesta que solo él puede dar.
La sentencia se escuchará el próximo martes 7 de octubre a las 18.
*Licenciada en Comunicación Social. Miembra de la Red PAR
Notas relacionadas:
A las mujeres no se las traga la tierra. Andrea López, el juicio
¿El último round? Purreta el proxeneta