Lo ocurrido el pasado domingo a Vinicius es una muestra del racismo estructural que impera en España y en sus instituciones. Y quien no lo vea es porque no quiere o no le conviene.
Por Paula Guerra Cáceres | Foto Prensa Real Madrid
Lo ocurrido este domingo a Vinicius en Mestalla, donde el jugador del Real Madrid volvió a recibir insultos racistas por parte de la afición del equipo contrario, esta vez del Valencia, está muy lejos de ser un hecho aislado, o de tratarse de un acontecimiento solo circunscrito al fútbol.
Lo ocurrido este domingo a Vinicius es una muestra del racismo estructural que impera en España y en sus instituciones. Y quien no quiera verlo es porque no quiere o no le conviene.
Parece mentira que todavía haya gente a la que le sorprenda escuchar que en España hay racismo. Desde hace años, una serie de colectivos y organizaciones antirracistas del Estado español venimos denunciando este racismo estructural y sus dimensiones institucional y social. Por ejemplo, se ha denunciado el racismo de la Ley de Extranjería, con la que se quitan derechos a personas por su origen y nacionalidad; se han realizado cientos de manifestaciones contra la existencia de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs), en los que se encarcela a personas migrantes que sólo están en una falta administrativa como es no tener papeles; y se han denunciado incluso a nivel europeo los controles policiales por perfil étnico-racial que se producen en España.
También se ha visibilizado el racismo de las inmobiliarias que se niegan a alquilar viviendas a familias migrantes, la imagen estereotipada y esencializante que hacen de nosotros los medios de comunicación y el racismo que sufren muchos niños y niñas racializadas en los colegios.
La lista sigue y sigue. Podemos mencionar también las denuncias de las festividades que realizan la práctica racista del blackface, como la cabalgata de reyes de Alcoy, o el reciente informe de SOS Racismo Madrid que analiza el racismo en los libros de texto de la ESO.
Sin embargo, pese a todo lo anterior, todavía hay quienes se ofenden cuando decimos que en España hay racismo. El tuit de Vinicius, escrito por el jugador tras el episodio de Mestalla, en el que afirma que para Brasil España es un país racista, ha despertado la indignación en muchos de estos ofendidos, partiendo por el presidente de LaLiga, Javier Tebas, que en lugar de apoyar irrestrictamente a Vinicius por los ataques recibidos, le reprocha lo injusto de esta afirmación, y se apresura en afirmar que “Ni España ni la LaLiga son racistas, es muy injusto decir eso”.
Es decir, no solo no lo apoya, sino que lo critica públicamente, revictimizándolo y desviando la atención hacia su persona en lugar de hacerlo hacia los agresores.
¿Existe algo más violento que negar una opresión que no se sufre? No solo Tebas niega el racismo en España, también lo hace la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso, quien al ser preguntada por los insultos hacia Vinicius afirmó que “España no es un país racista” y que es lamentable que se traslade una imagen del país que es perjudicial y que “encima es mentira”.
Resumiendo, tenemos a gente blanca autóctona que nunca ha sufrido racismo afirmando que en España no hay racismo y tenemos a gente blanca autóctona más preocupada de cuidar sus marcas (LaLiga y la “marca” España), que de denunciar abiertamente y sin reparos el racismo que campa a sus anchas, sin que existan medidas contundentes por parte de las instituciones para frenarlo.
Vivimos en una sociedad que, por estructura, es racista. El racismo es un sistema mayor de opresión que jerarquiza las sociedades y que hace que algunas personas estén sujetas constantemente a la opresión racial. Negar esto demuestra un profundo desconocimiento sobre cómo se articulan las relaciones de poder en el sistema-mundo.
Por eso, aquí no cabe aquí ni justificar ni relativizar. Los insultos a Vinicius son producto de un racismo estructural arraigado en la sociedad española, afirmado por las instituciones y alimentado por el imaginario racista que crean los grandes medios de comunicación.
Para erradicarlo, se debe reconocer su existencia, escuchar a quienes lo denuncian y promover leyes y normativas que permitan combatirlo. Si bien la lucha contra el racismo es una lucha de la sociedad en su conjunto, quienes están en las instituciones son los máximos responsables ante esta situación, tanto por el altavoz que tienen sus opiniones como por la posición que ocupan y que les permitiría, si así quisieran, levantar iniciativas en esta materia. Porque no solo promueven el racismo quienes lo expresan abiertamente, también lo hacen quienes lo niegan y quienes, estando en posiciones de poder, no hacen nada por combatirlo.
Publicada originalmente en El Salto.