Por Nadia Fink. A partir de la gestión de una organización social con la comisión del Club Lanús, un grupo de pibes tiene garantizado el acceso a la cancha cuando el club juega de local. Crónica de un domingo de fútbol igual a todos pero con un horizonte distinto.
El barrio de Lanús se pinta de granate cuando juega de local. Familias, barras de amigos, gente suelta, circulan por veredas y calles y forman una peregrinación acompasada hacia la cancha. Es un club de barrio aunque haya llegado lejos. “El club del barrio más grande del mundo”, reza una bandera que cuelga del alambrado.
Con ese escenario, algunas personas de Monte Chingolo llegan en colectivo y se mezclan entre los que caminan. Se trata de un grupo que pertenece al MTD de Lanús, del Frente Popular Darío Santillán, y que generó el emprendimiento de ir a la cancha con pibes y vecinos del barrio.
Empieza el partido…
¿Cómo surgió esta movida? Desde Rosario ya se había realizado una experiencia similar cuando vecinos de los barrios del sur de esa ciudad, con el Movimiento 26 de Junio, fueron en banda a ver a Ñuls de local. Desde el MTD de Lanús se contactaron con Alejandro Marón, el Presidente de la institución, y enseguida los derivó con el equipo de Relaciones Institucionales. Las gestiones se aceleraron y el primer ofrecimiento fue que pudieran asistir a todos los partidos que el equipo jugara de local. El lugar asignado… el codo Esquiú, que hace esquina con la calle Arias y que es parte de la platea de socios. Así empezaron a convocar a vecinos, militantes, familias y pibes para que empezaran a ser 20 los primeros partidos (hace unas 7 fechas) y terminar siendo 80 en el último partido por la Copa Libertadores.
Es domingo 27 de abril y la cancha está repleta (de hinchada local, ya lo sabemos): Lanús juega con All Boys y si gana, con un partido menos, se acerca a la punta de los que campeonan. Marcelo y Sergio son quienes están coordinando las idas a la cancha. Hinchas de Lanús de toda la vida, supieron colarse para ver a su equipo “cuando los tablones eran de madera. Había que treparse hasta arriba de todo y entrar por ahí”. Supieron saltar en esos tablones donde el vértigo era pura adrenalina que atravesaba la garganta. Y ahora, atentos, viven el partido cuidando a otros y transmitiendo su pasión por el fútbol.
Entretiempo
La primera mitad termina 0 a 0. Los adolescentes aprovechan para dar una vuelta y los más chicos juntan los papeles que llenaron las tribunas con la salida del equipo para tirarlos una y mil veces para arriba. Y entonces Sergio y Marcelo se sientan un rato en los escalones que ya son de cemento, y nos cuentan un poco más. Ambos viven en Monte Chingolo y militan en el MTD desde hace once años, hoy en el predio de Roca Negra. Marcelo es parte de la custodia y Sergio en la bloquera. La iniciativa los entusiasmó y tomaron la posta. “Para muchos de los pibes es la primera vez que pisan una cancha. Además de lo caro que es (una popular sale $ 80 por el campeonato y $ 120 por la Copa), esto termina siendo una salida en familia. Pensamos que el fútbol y todo lo que rodea una ida a la cancha los aleja de la calle, de los problemas cotidianos. No buscamos que se fanaticen con Lanús (aunque algunos ya se están haciendo hinchas), pero sí que puedan tener un plan para sus domingos”, cuenta Marcelo.
La voz se va corriendo por el barrio y cada vez son más los pibes que les golpean la puerta para preguntarles “¿Cuándo vamos a la cancha?”, “¿cuándo juega Lanús?”.
Segundo tiempo
Entran los equipos y otra vez todos parados para ver el partido. Los adolescentes aprovechan un hueco entre dos banderas y se suben al tapial para agarrarse del alambrado (acaso la forma casi perfecta de fusión entre el césped y la tribuna). A los 15 minutos llega el gol de cabeza de Silva (que le vale el grito y el aplauso a un Pelado lento, que antes de dar un pase se enreda y la pierde seguido) y la tribuna explota. Gimnasia y Esgrima, único puntero, no queda tan lejos. Los más chicos siguen a los mayores y se suben al alambrado: desde las gradas sólo se ven piecitos metidos debajo de una bandera que los cubre.
Aunque la entrada esté cubierta, para llegar a la cancha están haciendo diferentes movidas y así cubrir los viáticos: Desde la donación de una torta para sortear por parte de los que trabajan en el productivo de la panadería hasta la proyección de un Bingo familiar y, lo más importante, la realización de campeonatos en las canchitas del predio de Roca Negra.
¿Pitazo final?
Terminó el partido. 1 a 0, triunfazo de Lanús, que sin jugar bien aguantó y tuvo un par más de ocasiones claras (quedan, como pincelazos, algunas gambetas de Jorge Valdez Chamorro). Después de cantos y festejos, la tribuna se vacía de a poco. El grupo sale con los últimos hinchas y emprende la marcha hacia la parada para regresar a Monte Chingolo. Envueltos en banderas granate, comparten la alegría que se siente en el aire.
El partido terminó pero Sergio y Marcelo siguen proyectando hacia adelante: En relación con el Club Lanús, se piensa una jornada en el predio para que los chicos puedan presenciar un entrenamiento y compartir todo un día con los jugadores, asado de por medio. También se está tratando de gestionar algunas becas a futuro para que los chicos puedan realizar deportes (no necesariamente fútbol) en la Institución. La importancia del deporte, volver a la contención que representaban los clubes en la vida cotidiana de los pibes, sigue siendo un horizonte político fuerte para ambos, y también para el MTD.
Cuando la realidad presiona, la idea es que los pibes salgan adelante a pura gambeta. Entonces nos cuenta Sergio: “Estamos tratando de armar un club propio en el predio de Roca Negra para que se pueda entrenar todos los días y se generen partidos y torneos con otros clubes de la zona”. Entonces se ve a Brisa corriendo con sus hermanos y surge la pregunta de qué se proyecta para las pibas en esto del fútbol y del deporte. Sergio se ríe y aclara que ella es una de las que mejor juega a la pelota: “Proyectamos un club mixto, en el que las chicas y los chicos jueguen por igual. Hace años que las mujeres llenan las tribunas y en las canchitas se mezclan para jugar al fútbol”.
Cae la noche de un domingo de fútbol. Para algunos, fue la primera vez que pisaban una cancha. Otros no dejan de venir cada vez que pueden. Marcelo suelta unas palabras: “Esta experiencia es un tema de conversación importante en la semana y se va contagiando entre los pibes del barrio”.
Está el fútbol y negociado del fútbol, y los barras y las vinculaciones narcos, y las transferencias millonarias y los partidos mediocres. Está todo eso, sí. Y también está el hincha, y la tribuna llena de familias, y la cara de un pibe que ve rodar la pelota por el césped tupido y bien regado, y el deporte colectivo por excelencia que nos llena el alma y las gargantas con el idioma universal del gol.